Es poco probable que un adolescente esté enterado de quiénes son sus legisladores y de las iniciativas que discuten. Menos probable aún es que se tome la molestia de intentar presionarlos para incidir en sus decisiones. Sin embargo, eso es lo que ha ocurrido en Estados Unidos desde hace un par de semanas.
En un hecho sin precedente, las oficinas de congresistas estadunidense se han inundado de llamadas de adolescentes alarmados. El reclamo fue uno y el mismo: exigir a los legisladores que voten contra un proyecto de ley que busca forzar a la empresa ByteDance a elegir entre vender su red social TikTok o, de lo contrario, sujetarse a la posibilidad de que ésta sea prohibida por el presidente de Estados Unidos.
Aunque la presión alcanzó un ritmo de 20 llamadas por minuto, su fracaso fue rotundo. El comité encargado votó 50-0 en favor de este proyecto. El miércoles pasado la Cámara de Representantes lo aprobó con una mayoría de 352 votos en favor y 65 en contra y lo turnó al Senado. Ni el hecho de que los Representantes estadunidenses voten divididos en líneas partisanas evitó esta mayoría aplastante.
¿Han tomado los representantes estadunidenses una decisión acertada? Para responder a esta pregunta, es necesario empezar poniendo sobre la mesa el argumento que podría colocar a ByteDance y a TikTok contra las cuerdas. Me parece que este argumento se construye a partir de tres elementos complementarios que ameritan ser considerados.
El primero es que ByteDance es una empresa china. Esto es importante, pues es de sobra conocido que el gobierno de ese país puede intervenir y controlar discrecionalmente a empresas ahí basadas. En consecuencia, aunque ByteDance puede ser en el papel una compañía privada, nadie pone en duda que, cuando le sea relevante, el gobierno chino meterá las narices, si no es que las manos.
El segundo elemento es que TikTok, como prácticamente toda red social, recolecta masivamente los datos de sus usuarios. También emplea un algoritmo para hacer recomendaciones, con base en los metadatos recolectados, a quienes la emplean. Las características de este algoritmo son secretas. Pero no es ningún secreto que ByteDance cuenta con un algoritmo más poderoso y sofisticado que sus competidores; un activo que ha vuelto a esta red la más exitosa entre las personas más jóvenes.
El tercer elemento es que los algoritmos que una red aplica a los datos de sus usuarios no sólo afectan su comportamiento en estas plataformas digitales; también tienen efectos sociales y culturales. Por ejemplo, la red social Instagram ha contribuido a moldear la percepción de belleza y “premia” a quienes suben contenidos que la satisfagan. Es claro que esta manipulación es empleada cotidianamente para avanzar intereses comerciales; pero nada impide que lo mismo ocurra con intereses políticos o nacionales.
Con estos tres elementos sobre la mesa, es fácil construir un argumento en favor de obligar a ByteDance a vender TikTok a alguien fuera del control del gobierno chino o, en su defecto, abandonar su mercado. Si los legisladores estadunidenses buscan evitar que esta red sea utilizada como arma geopolítica de uno de sus rivales, y evitar el riesgo que representa que millones de personas sean manipuladas por un gobierno extranjero, esta red social no puede continuar operando como lo ha hecho hasta este momento.
Hay quienes consideran poco convincente este argumento. Una de las críticas más repetidas consiste en señalar que una eventual acción contra ByteDance sería injusta porque en China operan algunas de las más importantes empresas de Estados Unidos. Dado que el gobierno chino permite a las empresas estadunidenses hacer negocios en su territorio, lo mínimo que se debe esperar del gobierno de Estados Unidos es no hacer lo contrario.
El problema con esta objeción es que no toma en cuenta que China de hecho prohíbe la operación de redes sociales estadunidenses en su territorio. No es difícil entender por qué. El gobierno chino no sólo es autoritario y castiga el disenso; también sabe muy bien que la naturaleza de las redes sociales abre la puerta a que sean empleadas desde el extranjero para desestabilizarlo.
Una objeción menos débil pasa por enfatizar la evidente hipocresía del Congreso de Estados Unidos hacia sus adentros. En concreto, es un asunto sobradamente documentado que las redes sociales que son propiedad de empresas basadas en ese país –como Facebook, Instagram, o Twitter– también recurren a la recolección de datos y a la manipulación masiva. Pero esto claramente no parece preocupar a la mayoría de los legisladores estadunidenses.
Esta objeción tiene el mérito de poner sobre la mesa un hecho inobjetable: el poder legislativo de Estados Unidos ha jugado un papel vergonzoso cuando se trata de regular y limitar a sus redes sociales. Mientras que la Unión Europea y el Reino Unido avanzan a pasos acelerados en este sentido, cada vez que sale a la luz algún problema, incluidos los que tienen que ver con su seguridad interior, el Congreso estadunidense se limita a llamar a comparecer a los principales ejecutivos de estas empresas para recetarles furibundos sermones.
A esto se debe responder que, para cualquier nación, la preocupación es mayor cuando una amenaza proviene de una potencia extranjera. Pero incluso si obviamos esta circunstancia, de lo anterior no se sigue que la decisión actual contra ByteDance sea incorrecta. Lo único que se sigue es que este tendría que ser el inicio de un proceso de regulación agresivo que lleve a auditar algoritmos, fragmentar monopolios y establecer medidas de protección para todas las redes sociales.
La Cámara de Representantes estadunidense tomó la decisión de aprobar un proyecto de ley ambicioso y bien sustentado. Sin embargo, todavía está por verse si éste será aprobado por el Senado. Una decisión favorable podría representar un parteaguas en la lucha por poner en cintura a las redes sociales; esta cámara, incluyendo a su actual líder, ha sido un escollo hasta ahora para lograr la regulación alcanzada en la Unión Europea y en el Reino Unido.
Los senadores estadunidenses harían bien en considerar un hecho significativo. El aluvión de llamadas –mencionado arriba– que han recibido sus colegas en la cámara no fue orgánico. En realidad, este fenómeno fue motivado por un anuncio de TikTok en su plataforma exhortando a los jóvenes a presionar a estos legisladores para evitar que “prohíban” la red a la que están actualmente enganchados.
Un hecho que, en sí mismo, constituye un recordatorio del riesgo latente de manipulación con fines políticos que se busca evitar mediante la iniciativa de ley aprobada la semana pasada.
*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham, en Reino Unido.
X/Twitter: @asalgadoborge
Facebook: Antonio Salgado Borge