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Jul
[ad_1] A Luis Enrique Romero le arrancaron su chinampa sin piedad. El rostro se le enardece, y la tristeza y el coraje le brotan nomás de acordarse como un ejército de 150 desalmados llegaron para matar sus cebollas y betabeles que tenía sembrados. Lo despojaron de su tierra. Le pusieron un papel en las manos y lo obligaron a firmarlo. Era el aviso de que le estaban expropiando su chinampa porque su actividad como campesino supuestamente estaba provocando un impacto ambiental. No supo ni cómo, pero en cuestión de minutos rodaron por todos lados los almácigos, esos recipientes pequeños donde…