Sebastián y el Chac Mool*

Sebastián y el Chac Mool*

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En una conferencia sobre La Divina comedia de Dante, Borges comentó que no existe el azar: “no hay azar… lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad…”. No es por azar que la exposición de Sebastián sobre el Chac Mool haya coincidido con el sexagésimo aniversario del Museo Nacional de Antropología (MNA). Estamos ante un doble acontecimiento cultural de primera importancia.

La maquinaria de la causalidad nos conduce a los orígenes del Museo Nacional de Antropología, que desde 1964 ha tenido y tiene una vocación dialógica entre el arte precolombino y el arte contemporáneo. No es por azar que el museo en que nos encontramos, templo mayor de la arqueología mesoamericana, sea al mismo tiempo la gran obra maestra la de la arquitectura mexicana contemporánea.

No fue casual que el secretario de educación del presidente Adolfo López Mateos haya sido el poeta Jaime Torres Bodet, y que el encargado del proyecto haya sido el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Este recinto fue concebido y diseñado para estar a la altura del contenido que alberga, con la conciencia de que la grandeza de la tradición cultural de la nación es el resultado de tres milenios de creación artística ininterrumpida. Esa visión compartida por el arquitecto Ramírez Vázquez y Torres Bodet se expresó no sólo en la magna obra arquitectónica sino en la decisión de que convivieran las creaciones plásticas prehispánicas con las del presente.

Cuando el museo fue inaugurado en 1964, ya estaban colocadas las siguientes obras de artistas contemporáneos, para convivir con las mesoamericanas: El mural de Rufino Tamayo, Dualidad, ubicado a la entrada de este auditorio; del arquitecto Ramirez Vázquez, la celosía de madera en el vestíbulo del museo; de Manuel Felguérez, la celosía de metal alusiva a la serpiente, en la fachada en torno al patio central; de los Hermanos Chávez Morado, el relieve del Paraguas, basado en el concepto y guión de Torres Bodet; del museógrafo y antropólogo Íker Larráuri, la escultura Caracol. En el segundo piso del museo se exhiben: De Leonora Carrington, El mundo mágico de los mayas; de Carlos Mérida, El mundo mágico de los huicholes; y el mural-textil de Mathias Goeritz en colaboración con el arquitecto Ramírez Vázquez.

Posteriormente fueron integradas otras obras de artistas mexicanos contemporáneos, menciono cuatro: De Felguérez, Tierra quemada (2006), óleo de formato mural, y Tzompantli / Muro de calaveras (2014), colocado en el perímetro del MNA; un óleo de gran formato de Ricardo Martínez, Tríptico de Venus (1982) y el cuadro de Vicente Rojo, Cráter B, (2004).

En ese contexto se inserta la exposición de Sebastián sobre el Chac Mool. Tampoco es una mera coincidencia que estemos reunidos en torno a dos personalidades señeras de la cultura mexicana contemporánea: Eduardo Matos y Sebastián, cuyas trayectorias y obras son conocidas y admiradas dentro y fuera de México. No fue por accidente que estos dos grandes creadores mexicanos hayan establecido un diálogo y una amistad que ha cristalizado en la exposición Chac Mool. Sebastián y el libro-catálogo que la acompaña, que tengo el privilegio de comentar ante ustedes.

Por todo ello, pienso que al menos una de las esculturas del Chac Mool creadas por Sebastian debiera permanecer en la colección permanente del MNA como parte de de la celebración de su 60 aniversario. Aunque, claro, esa es una decisión que le corresponde tomar a las autoridades del INAH y del propio museo.

Dije que el Museo de Antropología es el templo mayor de la arqueología mesoamericana. Lo he dicho para enfatizar el carácter sagrado que para mí tiene este recinto. Sagrado, en el sentido que le da Rudolf Otto a dicho concepto: Él lo llama numinoso, lo misterioso; la trascendencia intangible, la majestuosidad incomprensible que produce al mismo tiempo pasmo, terror y placer. Otto lo describe como misterium tremendum, misterio tremendo. Cada vez que entro a este museo experimento una revelación de lo sagrado, una hierofanía, como la llama Mircea Eliade. Lo sagrado de la belleza con minúscula y de la Belleza con mayúscula. Lo sagrado del alma de la nación mexicana.

El estupendo texto del libro de la exposición Chac Mool. Sebastian escrito por Eduardo Matos, se propone: “…penetrar en el tiempo que se pierde en un espacio interminable de siglos para traerlo al presente, algo que sólo el artista y los arqueólogos tienen el poder de llevar a cabo…” El ensayo de Eduardo está dividido en dos partes: La primera narra con fluidez y aliento poético el encuentro imaginario entre el escultor contemporáneo y el monolito maya; así como el encuentro real entre las figuras reclinadas de Henry Moore y la imaginación creadora del escultor mexicano, de la que surgió “la trilogía Chac Mool – Moore – Sebastian”. Matos evoca el impacto que la escultura maya tuvo en el poeta cubano José Martí; el cuento de Carlos Fuentes en el que el Chac Mool cobra vida; y la entrevista que le hizo Fernando Benítez al monolito maya.

En la segunda parte del texto, el autor hace un riguroso recuento de la historia del descubrimiento del Chac Mool. En la cronología de un enigma, sintetiza las diversas interpretaciones que arqueólogos e historiadores del arte han dado al personaje. Para Matos, el Chac Mool “es un intermediario entre los sacerdotes y los dioses”.

Acerca de las funciones que pudo haber tenido el Chac Mool, Eduardo cita las tres mencionadas en un texto de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján: “1.- Utilizadas como mesa de ofrendas en las que se colocaban gran diversidad de materiales; 2.- Servían como receptáculos o cuauhxicallis donde se depositaban corazones y sangre de los sacrificados; 3.- Como piedra de sacrificios o téchcatl.” Ambas partes del ensayo de Eduardo Matos constituyen lo que él llama “diálogo entre un artista y un arqueólogo”, guiado por la inteligencia, la sensibilidad y la amistad.

La descripción de las funciones del Chac Mool muestran claramente las dos dimensiones de esta escultura: la estética y la ritual. Ello me remite al libro de Salvador Toscano, Arte precolombino de México (1944), en el que postula que “lo terrible y lo sublime” son las características definitorias de muchas de las creaciones mesoamericanas. Sin duda, el Chac Mool representa esa paradójica e inquietante dualidad.

El Chac Mool como fuente de inspiración de Sebastián se relaciona con la influencia de las obras de civilizaciones arcaicas en las vanguardias artísticas del siglo XX. A raíz de esa nueva amistad entre el arte y la antropología surgió una revuelta contra la “tiranía de la tradición greco-romana”, cuya ruptura marcó el inicio del arte contemporáneo. A la afinidad entre lo tribal y lo moderno se le ha llamado “Primitivismo”.

Entre los artistas y movimientos influidos por el arte de África, Oceanía y, con características especiales, Mesoamérica; se cuentan: Gauguin, Picasso, Matisse, Brancusi, los expresionistas alemanes; Modigliani, Klee, Giacometti, los surrealistas, los expresionistas abstractos; por supuesto, Henry Moore, y más recientemente, Sebastián. El caso emblemático de dicha influencia es el de Las damiselas de Avigon, pintada por Picasso en 1907, en su etapa africana o protocubista, prefiguración del cubismo.

En su texto, Matos menciona que el Chac Mool fue la escultura que más influyó en la obra temprana de Henry Moore. Además, es importante destacar que las figuras reclinadas del escultor británico inspiradas en el monolito maya representan alrededor de dos tercios de su obra y, sobre todo, el hecho de que son mujeres; expresan una estilización de la sensualidad del cuerpo femenino. Otro de los enigmas del Chac Mool es, precisamente, su sexo o género. En general se piensa que se trata de un personaje masculino.

En el hemiciclo elevado del vestíbulo del museo se exhiben tres Chac Mooles. De izquierda a derecha, el primero de ellos es de Iuatzio, Michoacán. Representa a un hombre mayor con el rostro marcado por las líneas del tiempo y las piernas abiertas mostrando orgullosamente su espada viril, presto a participar con toda dignidad en el combate amoroso. Ese Chac Mool es el único con tales características de los todos encontradas hasta ahora.

He observado que la imaginación creativa de Sebastian ha recreado con un erotismo no exento de sentido del humor la dualidad o ambigüedad sexual del monolito prehispánico, así como la sensualidad de las figuras reclinadas de Moore.

Menciono algunos ejemplos: La escultura amarilla de Sebastian llamada Simplicidad Chac Mool, de 2001, ubicada en el estanque del patio central del museo, parece ser la alegoría de un varón bien dotado.

En contraste, otras de sus esculturas evocan las concavidades, convexidades y oquedades del cuerpo femenino. La mayoría de ellas tienen las rodillas separadas, mostrando la voluptuosidad de la entrepierna femenina: Chac Mool sensual (1988); Chac Mool Impávido I y II (2015); que, en mi opinión, debería llamarse Impávida; Chac Mool enigma (2000); Chac Mool Bicas (1990); Chac Mool infinito (2000); y Pentagonita (2005), una de mis favoritas, sea en su versión de recinto o de metal rojo.

El o la Chac Mool Xaman (2007) es una audaz metáfora erótica, que hubiera fascinado a Georges Bataille y André Breton: exhibe el recipiente utilizado para los rituales sacrificiales en la parte interior de los muslos de la escultura. Otras, como Chac Mool conspicuo (2018) es una sutil alegoría del cuerpo de la mujer convertido en una coquetísima ola. La rosa mexicano de pequeño formato me remite al cuento surrealista de Octavio Paz titulado “Mi vida con la ola”.

La curaduría de Lorena Zedillo Ponce de León es impecable, lo mismo que la museografía, en los tres espacios expositivos asignados: El patio central; los jardines que rodean al museo donde se establece un diálogo luminoso, entre los Chac Mooles de Sebastián, con árboles y cactáceas; y la pequeña sala contigua a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en el edificio ubicado a la entrada del museo; donde se muestran maquetas, bocetos y esculturas de pequeño formato de manera sobria y elegante.

Me extraña que en el espacio expositivo del hemiciclo elevado del vestíbulo no haya sido colocado un Chac Mool de Sebastián en diálogo directo con sus ancestros mayas y mexica. También me llama la atención que en ese espacio no hay cédulas individuales de las piezas exhibidas, ni cédula introductoria de la exposición. ¿Se podrá resolver esta omisión? Tampoco hay información gráfica de la muestra al ingresar al museo. Pienso que es necesario colocarla para orientar al visitante.

Basándome en el método antropológico de la “observación participante” hago una respetuosa sugerencia concreta: Dejar la escultura Impávido(a) I, en el lugar donde fue colocada, entrando al patio central a la derecha, como parte de la colección permanente del MNA; y en el muro frontal colocar una mampara con la cédula introductoria a esta extraordinaria exposición Chac Mool. Sebastian que, no por azar, coincide con los 60 años del Museo de Antropología. Invoco a Ometéotl.

Siguiendo con la compleja maquinaria de la causalidad, veo que esta muestra está llamada a itinerar en museos de Estados Unidos, Europa y Asia.

Estoy seguro de que si Henry Moore viviera, admiraría el inmenso talento de Sebastián al haber creado las treinta esculturas aquí expuestas, y otras más; todas distintas pero con el inconfundible lenguaje sebastino. Sin duda, ¡Moore se quitaría el sombrero ante los Chac Mooles y las Chac Moolas de Sebastián!
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* Texto leído en la presentación del libro-catalogo: Eduardo Matos Moctezuma, Chac Mool. Sebastian. Fundación Sebastián, INAH, 2023.

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