Publicidad de brujas, chamanes y curanderos

Publicidad de brujas, chamanes y curanderos


Ciudad de México (Proceso).- “Más vale una gota de verdad que un mar de mentiras.” Así remata el anuncio de la curadera Victoria, después de haber “ayudado” a una persona a resolver un problema que la aquejaba o revertir una brujería que le hicieron sus vecinos o en el trabajo.

La publicidad de brujas, chamanes y curanderos en TV Azteca es una práctica que atenta contra los derechos de las audiencias al ofrecer servicios engañosos y potencialmente dañinos para la salud física y mental de las personas.

Es un fenómeno controvertido en la televisión: la proliferación de anuncios de “especialistas” en brujería y sanación a distancia -algunos con acento extranjero- que prometen resolver todo tipo de problemas, desde amorosos hasta económicos, pasando por enfermedades, maleficios y sanaciones milagrosas. Incluso, algunos aseguran encontrar tesoros escondidos en las casas de las personas que se comunican con ellos vía telefónica y les cobran tarifas por sus servicios esotéricos.

Personajes como la curandera Victoria, don Toribio de la Montaña y su logia blanca, el maestro Santiago y los Maestros de Energía y Vida que realizan “diagnóstico corpo energético” (la frase no existe en Internet), se han convertido en figuras profusas para algunos televidentes, pero sus anuncios, actividades y sanaciones plantean interrogantes sobre la responsabilidad de los medios, la salud pública y cómo esa publicidad afecta a las audiencias y qué derechos están en juego.

La presencia de estos curanderos en los medios de comunicación no es nueva. Recientemente, han proliferado la cantidad de anuncios que prometen desde curaciones y atención de problemas personales a distancia, pasando por deshacer brujerías hasta la localización de tesoros enterrados.

La reiterativa publicidad de estos personajes se presenta como un servicio beneficioso para el público, ofreciendo soluciones a problemas de salud, amor, dinero y otros aspectos de la vida. No obstante, en realidad florece en momentos de crisis económicas y sociales, dificultades en el acceso a atención médica confiable, desinformación por el avance tecnológico y cuando las leyes, la regulación y las autoridades son laxos.

El modus operandi de estos videntes que aparecen en la TV sigue un patrón común, diseñado para atraer y persuadir a los televidentes para solicitar sus servicios. Aunque existen variaciones en la estrategia de cada curandero, son anuncios llamativos y emocionales que inician con una obertura dramática, planeada para captar la atención. Utilizan música, efectos visuales, objetos religiosos y esotéricos como velas, amuletos o naipes e insertan testimonios para despertar interés.

Prometen soluciones rápidas y milagrosas a problemas de salud, sentimentales, económicos o de trabajo, sin evidencia científica que respalde sus adivinaciones. Utilizan un lenguaje persuasivo y afirmaciones audaces para convencer a las audiencias de que pueden resolver cualquier dificultad.

Enganchan con testimonios de quienes afirman haber experimentado mejoras significativas después de llamar a dichos “sabios”, destinados a generar confianza en la efectividad de sus remedios.

Animan a los televidentes a llamar de inmediato a un número telefónico o enviar mensajes de WhatsApp para obtener más información o programar una consulta, pero ocultan los costos reales de las llamadas. Emplean estrategias de urgencia, como afirmar que la oferta es válida sólo por tiempo limitado, para presionar a los incautos a actuar rápidamente y gastar dinero en consultas a distancia que pueden resultar inútiles o fraudulentas.

Ifetel. La protección de las audiencias. Foto: Octavio Gómez

El principal problema con la publicidad de brujas, chamanes y curanderos radica en su potencial para engañar a las audiencias. Los anuncios prometen resultados milagrosos, soluciones a problemas complejos de la vida difíciles de abordar, explotan creencias y vulnerabilidades, lo cual lleva a las personas a tener expectativas poco realistas y gastar su dinero.

La promesa de encontrar tesoros escondidos en las casas es un ejemplo tan clásico como extravagante de publicidad engañosa. Estas afirmaciones pueden llevar a la invasión de la privacidad y la destrucción innecesaria de propiedades en busca de tesoros que, en realidad, no existen. Las personas que creen y caen en estas engañifas ponen en riesgo su seguridad, integridad y patrimonio.

Los anuncios de brujos, sacerdotisas o pastores de sanación es particularmente perjudicial para audiencias vulnerables, como personas mayores, con problemas de salud o quienes están desesperados y pasando por momentos difíciles en sus vidas. Estas audiencias son más susceptibles a las promesas de curación, falsas esperanzas, esoterismos y solución de problemas, haciéndolas víctimas propensas y fáciles para la explotación psíquica, emocional y pecuniaria.

Dicha publicidad tiene consecuencias negativas para la salud pública: induce a abandonar tratamientos médicos o confiar en remedios falsos, peligrosos y en trabajos esotéricos. Genera dependencia emocional, económica o espiritual hacia dichos personajes y sus secuaces en los call centers, quienes se aprovechan de la vulnerabilidad, ignorancia o desesperación de sus clientes. Fomentan la superstición, fanatismo, pseudociencia, el rechazo a la ciencia y el conocimiento, socava el pensamiento crítico y la toma racional de decisiones. Finalmente, provoca mayor decepción y frustración entre las personas que acuden a estos ellos en busca de alternativas falsas.

En México, los derechos de las audiencias están protegidos por la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión. La ley establece que los contenidos transmitidos por los radiodifusores deben ser veraces, respetar la dignidad de las personas, no inducir a error y divulgar el conocimiento científico. La publicidad engañosa de brujos y curanderos va en contra de esos derechos.

TV Azteca. La responsabilidad de un medio. Foto: Miguel Dimayuga

No estoy en contra de que las personas experimenten el acceso a conocimientos ancestrales, acudan a curanderos que rescatan la medicina tradicional natural o realizan prácticas de reflexión, meditación o misticismo espiritual que ayudan a las personas a encontrar un sentido en su vida. Pero este tipo de vivencias y tradiciones no se anuncian en la televisión abierta ni son un negocio para quienes, de forma sorprendente, cuentan con muchísimos recursos para anunciarse en la TV.

La responsabilidad de los medios en la transmisión de anuncios engañosos debe retomarse. La protección de las audiencias, especialmente las más vulnerables, debe ser una prioridad. El Instituto Federal de Telecomunicaciones y la Procuraduría Federal del Consumidor deben vigilar este tipo de publicidad, la cual atenta contra los derechos de las audiencias y pone en riesgo su bienestar. Las audiencias también deben informarse sobre sus derechos y los riesgos de caer en estafas mediáticas.

Twitter: @beltmondi

 

 

 

 

 





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