CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Una enorme manta de fondo amarillo con la imagen de la excandidata presidencial Xóchitl Gálvez cubre la fachada principal del edificio de ocho pisos de Benjamín Franklin 84, de la sede del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que poco a poco se va vaciando de personal que, de por sí, ya era escaso.
Otras dos mantas amarillas con los símbolos del sol azteca, que cubren el resto del edificio de más de 15 metros de alto, no permiten observar las oficinas de las que, a mediados de los noventa del milenio pasado y principios de los 2000, llegó a ser la segunda fuerza política del país.
La propaganda política cubre lo que desde dentro se veía venir desde hace varios años: la pérdida de militancia, de líderes, de votos, que ahora tienen al partido, fundado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros, al borde de la desaparición al no haber alcanzado 3% de los votos emitidos en los comicios del 2 de junio último. Próximamente será intervenido por el Instituto Nacional Electoral (INE) para instrumentar su extinción, de acuerdo con el apercibimiento que el organismo hizo el 10 de junio último al todavía presidente nacional perredista Jesús Zambrano.
Las enormes mantas ocultan también el pasado de esta organización que el 5 de mayo, sin pena ni gloria, cumplió 35 años, que tomó en 1989 el registro del Partido Mexicano Socialista (PMS), que reunió a diversas expresiones de izquierda, que en su consolidación y defensa más de 500 militantes fueron asesinados y que sin duda es un referente obligado cuando se habla del proceso de democratización de México.
Fundadores del PRD, provenientes de diferentes corrientes de izquierda, en entrevistas con Proceso hacen un balance de los aportes del partido surgido de la insurgencia ciudadana expresada en la elección del 6 de julio de 1988, que llevó a Cárdenas Solórzano a competir por la Presidencia, y que derivó en la conformación de la fuerza política después de la “caída del sistema” declarada por Manuel Bartlett, que llevó a Carlos Salinas de Gortari a la máxima magistratura del país.
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Amalia García: recuento de los aportes
Amalia García Medina, primera mujer en presidir el PRD, exgobernadora de Zacatecas y actualmente diputada federal por Movimiento Ciudadano, no oculta su quiebre de voz cuando habla de la historia del partido.
“Me pesa la pérdida del registro, que fue una cesión del PMS, que en su origen está el del Partido Comunista Mexicano (PCM), que obtuvo su registro oficial en 1979, pero que fue cambiando de nombre conforme se fueron adhiriendo diversas expresiones de izquierda, antes de ser PMS, donde abrevó el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) de Heberto Castillo, fue Partido Socialista Unificado de México (PSUM).
“Se cedió el registro ante las dificultades que tuvo toda esa fuerza ciudadana emanada de la elección del 88, para tener un registro propio, pues siendo requisito que se diera fe ante notario de la realización de asambleas, los notarios no llegaban, por eso el PMS entregó su registro, después de fuertes discusiones internas”, dice García Medina, quien en 1968 participaba activamente en las Juventudes Comunistas, de las que fue dirigente.
Socióloga e historiadora por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), García recuerda con nitidez los días convulsos del proceso electoral de 1988, la conmoción social que significó la escisión de la Corriente Democrática del PRI, que encabezaban Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros, y la conformación del Frente Democrático Nacional; las discusiones al interior del PMS para que Heberto Castillo declinara en favor del entonces exgobernador de Michoacán; las ejecuciones de los operadores del conteo rápido de Cárdenas, Xavier Ovando y Román Gil, el 2 de julio, cuatro días antes de la elección; la “caída del sistema” y la insurrección ciudadana por el posible fraude electoral, y las discusiones en la casa de Ifigenia Martínez y las oficinas del extinto Partido Popular Socialista (PPS) para ofrecer al país una salida pacífica, con la creación de un partido.
Amalia García, quien en la elección de 1988 fue electa diputada federal por el PMS, mantiene en su mente momentos en que se intentó hacer un recuento de votos, que se encontraban en el sótano del recinto legislativo en San Lázaro, como parte del proceso de calificación que realizaba en ese entonces el Colegio Electoral, conformado por los mismos diputados electos.
“Cuando bajamos para exigir la apertura de paquetes, fuimos encañonados por militares, que no dudaron en cortar cartucho. Bajamos Abel Vicencio Tovar, del PAN; Jesús Ortega, creo recordar a Leonel Godoy, parte de la oleada de la escisión del PRI, también a Bernardo Bátiz, entonces del PAN, para abrir los paquetes, pero como nos cortaron cartucho, fue imposible.
“Los militares no sólo estaban en el sótano, sino que rodearon San Lázaro, estábamos atrapados, el día y la noche de la calificación. Fue muy complicada y se proclamó a Carlos Salinas de Gortari como presidente”, detalla la política zacatecana.
Cabeza de la corriente Foro Nuevo Sol, conocida como “Los Amalios”, y electa en 1999 como presidenta nacional del PRD, después de una campaña de un año a ras de suelo, Amalia García hace un recuento de los aportes del partido, que como miembro de la Internacional Socialista fue pionero en la designación de cargos políticos por cuotas de género y grupos sociales; participó en la reforma política de 1996, que permitió que un año más tarde Cuauhtémoc Cárdenas ganara la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal y ser la segunda fuerza política en la Cámara de Diputados; así como el impulso en la creación de órganos autónomos como el INAI, entre otros avances.
Con 13 presidentes electos del partido desde su fundación, seis de ellos interinos, el PRD, recuerda, llegó a tener 10 millones de militantes afiliados. A partir de 1997 y hasta 2016 ganó 21 gobernaturas, en Ciudad de México, Zacatecas, Tlaxcala, Baja California Sur, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Oaxaca, Puebla y Sinaloa, las tres últimas en alianza con el PAN. El último reporte del partido ante el INE refiere que menos de un millón de personas (999 mil 249) son afiliados.
Anemia política
Para Amalia García, la descomposición del partido fue paulatina, empezando porque la última selección de presidenta del PRD que se hizo a través del voto universal fue la de Rosario Robles en 2002, quien renunció un año después por no alcanzar 20% de votos en la elección intermedia de 2003, y tras señalamientos por dejar en crisis financiera al partido. Leonel Godoy concluyó el mandato de Robles, y de ahí el resto de las presidencias fueron a través de convenciones electorales, con delegados de corrientes, cobrando fuerza la de Nueva Izquierda, coloquialmente conocida como “Los Chuchos” por estar encabezada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano.
“Llega el grupo de Los Chuchos y ellos son quienes monopolizaron la dirección del partido y las candidaturas. Eso dio al traste con el PRD inicial, diverso, plural, abierto, de debate profundo, de los primeros años del PRD. Los últimos consejos nacionales a los que fui, lo que se llevaba al pleno era la distribución de cargos en el partido y candidaturas”, dice la diputada federal, quien renunció al partido del Sol Azteca en 2018.
Dos momentos fueron para Amalia decisivos para la debacle perredista: la firma del Pacto por México con el gobierno de Enrique Peña Nieto, en 2013, que conllevó las reformas energética y educativa, y la alianza electoral en 2018 con el PAN, para llevar como candidato presidencial a Ricardo Anaya; “eso fue la puntilla”.
Después del Pacto por México, en el que había temas como la reforma energética o la educativa en los que el PRD advirtió que no apoyaba, García Medina reconoce que ese factor “se convirtió en un enorme obstáculo para poder mantener la cohesión del partido”, lo que devino en la salida de Andrés Manuel López Obrador, para fundar Morena, y después la de Cuauhtémoc Cárdenas, y con ambos muchos de los militantes.
“El desastre y el deterioro no fue de un día, fue un proceso paulatino de desgajamiento de figuras, de militantes, de muchos que se fueron sin participar en otra agrupación y sin renunciar, simplemente se fueron; me pesa la historia que está atrás, y porque quedan personas afiliadas al PRD que vienen de una lucha muy comprometida y que siguieron ahí con la esperanza de que el partido volviera a recuperar, consistencia, retomar sus planteamientos y tuviera el valor para presentarlos”, puntualiza Amalia García.
Saúl Escobar: los años de represión
Saúl Escobar Toledo, exsecretario de Relaciones Exteriores del PRD de 2005 a 2011, quien llegó a ese partido como líder de la Organización de Izquierda Revolucionaria /Línea de Masas, de origen maoísta, y cabeza de la corriente Unidad y Renovación (UNYR), es uno de los dirigentes que renunció oficialmente al partido en 2018 sin afiliarse a otra fuerza política, aunque desde la salida de Cárdenas en 2015 se alejó del Sol Azteca.
Profesor e investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), coincide con Amalia en los grandes aportes en la democratización del país, entre ellos la vida de más de 500 militantes, registrados entre los primeros años en que “el partido sufrió una represión muy fuerte, porque nos enfrentamos a todo el aparato del Estado de Salinas de Gortari; teníamos la idea de que el gobierno quería aniquilarnos”.
Tras señalar que los actos más violentos los sufrieron militantes de Michoacán y Guerrero, Escobar Toledo advierte que “esa cuenta sangrienta todavía queda pendiente, porque hubo mucha impunidad y nunca se aclararon en realidad estos crímenes, que fueron por lograr la democracia a nivel municipal. Muchos de esos conflictos se dieron por rescatar los municipios”.
El académico data los aportes del PRD entre 1989 y 2012, año en que “todavía fue un partido que colaboró y aportó a la democracia, en principio por crear un espacio y una alternativa para la izquierda mexicana, y muchos votantes, muchos ciudadanos y muchos sectores populares vieron en el partido una opción frente al PRI y al PAN. Ese papel sí lo jugó positivamente durante esos años, con crisis internas, con problemas internos muy fuertes, que nunca se resolvieron bien, pero con todos sus defectos ahí estábamos como una alternativa”.
Apunta que el partido “tuvo como virtud, que después se convirtió en vicio”, ser depositario de diversas corrientes políticas, “desde el nacionalismo revolucionario hasta la izquierda radical, pasando por una izquierda más moderada, como la que representó en ese momento Heberto Castillo y el PMT, y además una izquierda o un partido que logró la simpatía o la adhesión de muchos movimientos populares, tanto en la Ciudad de México como en muchas partes del país”.
Para Escobar la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2017 en Iguala, Guerrero, fue un hecho que impactó también en el PRD, toda vez que el alcalde, José Luis Abarca, y el gobernador, Ángel Aguirre Rivero, provenían de ese partido.
“El caso Ayotzinapa sacudió al partido. Creo que muchos nos dimos cuenta de que ya no tenía viabilidad como un partido de izquierda, que tampoco podía ser reformado desde dentro y que ya realmente no tenía ningún caso participar.
“Quizá algunos ubiquen otra fecha como el momento de crisis o lo vean de manera distinta, pero para muchos los hechos de Ayotzinapa revelaron que el partido ya se había corrompido mucho y que no supo enfrentar los hechos de una manera digna, de una manera autocrítica, de una manera que mostrara su espíritu democrático y de lucha con el que fue fundado. Creo que eso fue una sacudida tremenda y en cierto modo explica el declive del partido”, evalúa Escobar Toledo, economista egresado de la UNAM.
Al sostener que “la victoria de AMLO en 2018 tiene como antecedente todas estas luchas del partido, desde 1989”, el investigador y presidente de la Junta de Gobierno del Instituto de Estudios Obreros “Rafael Galván” coincide con Amalia García en señalar que el PRD registró “un periodo de declive de que el partido fue cooptado por una pequeña camarilla, después ya no hubo espacio para la reforma ni para la convivencia política, pero ésa fue una historia posterior. Desde el punto de vista político electoral nadie puede negar el valor y la importancia de las luchas que dimos entre 1989 hasta 2012”.
Al señalar que la pérdida del registro es la consecuencia de “una larga agonía, al final de cuentas es resultado de las fallas y del viraje a la derecha que se da dentro del partido con la elección de 2018, y antes con esta sacudida desde 2014 y, que insisto, plantea la imposibilidad de su reforma interna”.
Particularmente en estos últimos años el PRD “es un partido que no existe como una alternativa de izquierda, como alternativa independiente, como alternativa progresista, sino que se ha subsumido en esta alianza con el PAN, que lo convierte en parte del bloque de la derecha. Ya es irreconocible el PRD como opción de izquierda, como una opción progresista que exprese el descontento social y popular con el régimen dominante”.
Ante una presidencia fuerte como la de Andrés Manuel López Obrador, que dirigió el PRD, el investigador, quien ha sido crítico de la actual administración, considera que el país también pierde con la próxima desaparición del partido del Sol Azteca.
“Desde 2018 se perdió una voz independiente y crítica desde la izquierda, que pudo ser muy importante para dialogar con el gobierno porque no se trata de romper los puentes, pero ahora esa opción crítica desde la izquierda va a quedar en manos de un amplio espectro de movimientos sociales y de algunos militantes de la izquierda independientes que tendrán que hacerse oír para que el nuevo gobierno los escuche y pueda recoger las críticas”, advierte Saúl Escobar Toledo.
Guadalupe Acosta: el sistema solar
En el balance de la debacle perredista, Guadalupe Acosta Naranjo, exsecretario general, expresidente interino del PRD y exmiembro de Nueva Izquierda, sostiene que después de la elección de 2018, en la que participó como candidato plurinominal al Senado por la coalición Frente por México (PAN-PRD-Movimiento Ciudadano), se alejó de la dirección del partido, aunque oficialmente no renunció como militante.
Al recordar que a finales de 1988, como miembro de la Organización Revolucionaria Punto Crítico (ORPC), de ascendencia leninista, fue invitado por Cuauhtémoc Cárdenas a ser parte de uno de los 300 firmantes que convocaron a la formación del PRD, Acosta Naranjo coincide con sus excompañeros de partido en que el ocaso fue paulatino y describe como un “sistema solar” al partido que está a punto de desaparecer.
“Había un gran sol. Primero Cuauhtémoc y luego fue Andrés, y alrededor de él giraban los planetas, que eran las corrientes. No teníamos una institución plenamente democrática, sino que la fuerza del personaje se imponía en las decisiones.
“Cuando los soles abandonaron al partido los planetas comenzaron a chocar entre sí y empezó un desorden que nos llevó a donde estamos, porque sin personajes fuertes y con corrientes que se enfrentaban, todo importaba menos los intereses de los ciudadanos y la gente”, cuenta Acosta Naranjo.
El político nayarita, que encabeza el Frente Cívico Nacional, asegura que fue uno de los dirigentes dentro del PRD que alertó de los errores, pero no fue escuchado.
“El proceso paulatino de degradación se fue dando y no supimos o no se supo vislumbrar, y quienes alcanzamos a decir que ese proceso había que detenerlo y buscar una reconversión del partido para convertirlo en una institución democrática, que tuviera causas que defender, que sus objetivos no fueran quién quedaba en las cámaras de diputados y senadores, no fuimos oídos suficientemente, no logramos convencer”, asegura.
Economista egresado de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN) de la que fue líder estudiantil, reconoce que en los últimos años dentro del PRD cada líder “se preparaba para atender a su corriente como si fuera un minipartido dentro de un partido, y eso hizo que se perdieran los objetivos generales”.
Al sostener que el alejamiento de las militancias fue un fenómeno que se dio en los últimos 30 años en los partidos más grandes de México, “este divorcio paulatino fue causando desencanto entre la ciudadanía, porque para entonces básicamente todos los partidos eran lo mismo, llegar a uno u otro, no había un cambio sustancial”.
Acosta Naranjo sostiene que, en 2006, López Obrador metió al PRD en un problema del que difícilmente salió el partido, cuando lo sometió a defender un supuesto triunfo electoral frente a Felipe Calderón, cuando “él sabía que no era real”, tal como lo contó en una columna el escritor Rafael Pérez Gay, el 31 de mayo pasado, en la cual recordaba que su hermano, José María, cercanísimo a López Obrador, le llamó para contarle que, de voz del candidato, le dijo que se había perdido la elección.
“A mí no me lo cuentan, yo lo viví”, dice Acosta, al recordar que López Obrador contaba con una encuestadora alternativa a la de Covarrubias, Instituto de Mercadotecnia y Opinión (IMO), para hacer la encuesta de salida, y que como secretario del partido le dio indicaciones para que estuviera al pendiente de su desarrollo y le transmitiera sólo a él la información que fuera surgiendo.
“Los instalamos (a los de IMO) en el piso siete del edificio de Benjamín Franklin; resultados que me daban, yo se los pasaba a Andrés por Black Berry. En el último teníamos medio punto abajo, el mismo porcentaje que dio el INE; perdíamos. Le mandé la información a Andrés, pero después salió a proclamar el triunfo, y llamó a la movilización para defenderlo, la cual apoyé, porque en principio pensé en que había rangos de error, que en el recuento se podría revertir el resultado.
“Aun cuando no estuve de acuerdo con el plantón de Reforma que duró 48 días, Andrés apretó y acabé aceptando ser el coordinador, pero después de que el Tribunal Electoral (del Poder Judicial de la Federación) validó la elección y Andrés nos pidió impedir la toma de protesta, yo le dije que no estaba de acuerdo, que ya había resuelto el Tribunal y que una acción como la que proponía era un golpe de Estado y yo no era golpista; vinieron después escenas muy feas, con nuestros compañeros forcejeando, con curulazos de por medio, y de mi parte, hubo un alejamiento con Andrés, aunque después en 2012 lo volvimos a apoyar, tanto así que Zambrano fue su coordinador de campaña”.
Exdiputado federal (2012-2015), Acosta Naranjo justifica el acercamiento del PRD con el presidente Enrique Peña Nieto y la alianza que en la última elección se hizo con el PRI y el PAN, ante los señalamientos de que el viraje a la derecha marcó el fin de esta formación política.
Sobre el Pacto por México, “hubo acompañamiento (con Peña Nieto), pero no electoral, como sí ocurrió con el Partido del Trabajo, y qué decir del (Partido) Verde (Ecologista de México), hicieron alianzas electorales con el PRI antes de Morena y eso no le importó a Andrés”.
Al recordar que el PRD fijó su posición contra algunas reformas del Pacto por México, Acosta Naranjo, conocido entre los perredistas como “el perredista más panista” por su vocación concertadora, recordó que al final de cuentas durante el gobierno de López Obrador, a excepción de la reforma educativa, operó con las reformas del Pacto, de manera particular la fiscal, que permitió a la actual administración recaudar fondos para solventar los programas sociales.
Sobre la alianza política con el PRI y el PAN, el representante ante el INE de la coalición Fuerza y Corazón por México considera que “la explicación es más compleja”, y arguye que en la reciente elección “no teníamos manera de participar de otra forma, porque nomas hay siete partidos y tres están con Morena. ¿Con qué otro partido participabas?”.
El político, quien contendió por la gubernatura de Nayarit en 2011 y perdió ante el priista Roberto Sandoval, considera que después de la elección presidencial de 2018, proceso en el que participó como candidato a senador plurinominal de Nayarit por el Frente por México, “el error fue que después de la elección (los partidos de oposición a Morena) no hicieron una autocrítica y no hicieron un proceso de renovación y cambio, y enfrentaron con sus mismas ropas, sus mismas vestiduras las elecciones de 2021 y de 2024, por eso la gente percibía que votar por esta alianza era votar por volver al pasado”.
Para Acosta Naranjo la crisis que deriva en la desaparición del PRD tiene también una explicación más amplia.
“La crisis del sistema de partidos está en los siete partidos que hay en México, no sólo en el PRD. ¿De verdad el PT es partido? Ha tenido un solo liderazgo, tiene 33 años con un solo dirigente (Alberto Anaya); Dante (Delgado) es el mismo dirigente que ha tenido Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano) desde un principio; el PVEM ¿a poco es partido? Es una cosa muy fea. El PRI está en crisis, el PAN también y Morena no se ha podido entender como una institución, con vida propia, democrática, dependen mucho del liderazgo carismático de Andrés”, explica.
Según el exdirigente perredista, la disolución del PRD por falta de votos significa “la ausencia de una izquierda socialdemócrata, que va dejar de estar en la boleta, porque el PVEM no sé qué sea; el PT adora a Corea el Norte; el PAN es un partido socialcristiano; Morena sepa Dios qué sea, porque una izquierda no militarizaría la seguridad pública”.
El representante de la coalición PRI-PAN-PRD ante el INE confía en que le cuesta trabajo hacer el balance del partido del Sol Azteca, único partido en el que ha militado, y muestra su disposición para buscar alternativas.
“Me da un poco de tristeza, de nostalgia, que tenga que hacer el recuento del PRD cuando tengo tiempo alejado de la dirección del partido, pero es el único en el que he militado, porque en 1988 yo estaba en la Organización Revolucionaria Punto Crítico, y no creíamos en los partidos ni en las elecciones.
“En octubre de 1988 yo tenía 24 años y el ingeniero Cárdenas me pidió participar en la formación de un partido. Se acabó este partido y a lo mejor nos echamos a la aventura de construir otro. Por lo pronto fui fiel al PRD, desde su nacimiento hasta su muerte”, sostiene Guadalupe Acosta Naranjo.