Carreteras semivacías, comercios cerrados, calles sin peatones, huellas de llantas y vehículos quemados, múltiples casas abandonadas; este es el panorama en los 165 kilómetros que hay del municipio Comitán a Siltepec, y en las cabeceras municipales de las zonas sierra y fronteriza de Chiapas, donde por tres semanas la población fue colocada como barrera de contención y rehén, en el marco de la disputa por el territorio y las rutas de tráfico que mantienen los dos principales cárteles de la droga de México.
Desde el pasado lunes, elementos del Ejército mexicano llegaron a la región fronteriza y sierra de Chiapas, e iniciaron patrullajes en las zonas donde uno u otro cartel tienen presencia.
Esto permitió que pobladores que antes fueron obligados a colocar retenes, pudieran regresar a sus viviendas, otros decidieron salir de la región de manera discreta, aprovechando que el servicio de transporte se reanudó parcialmente.
Nada es normal
La situación no volvió a la normalidad, pobladores temen que los uniformados actúen con parcialidad.
“Muchas familias huyeron, saben que con el ejército van a entrar los (se omite el nombre del cártel) y si opinaron algo en contra, están en graves problemas”, dice uno de los pobladores de la zona que decidieron abandonar su casa y la región.
El teniente del Ejército mexicano, Félix Moreno Ibarra, reconoce la fragilidad que se vive en esta zona de Chiapas. En entrevista con algunos reporteros antes de iniciar un recorrido por la región dice:
Por el momento se mantiene un espacio de tranquilidad para quienes comercian y mantienen la actividad económica.
“Por influencia de la delincuencia organizada la población se siente agresivamente confrontada y, ellos, de alguna forma, tratan de sobrevivir. Y nosotros en ese esfuerzo vamos a tratar de evitar la confrontación definitivamente”, explica al hablar de la población que es obligada a instalar retenes para impedir el paso del ejército.
500 elementos del Ejército desplegados
El militar detalla que entre el camino que hay de los municipios Comitán a la Siltepec -165 kilómetros-, el Ejército mexicano desplegó 500 efectivos. Algunos, fuertemente armados y portando chalecos y cascos antibalas, recorren en los caminos que comunican la carretera principal a las comunidades, son zonas de vegetación espesa donde por el momento, pocos pobladores se atreven a salir.
Esta es temporada de cosecha de maíz, uno de los productos de la zona cuyo comercio es la principal fuente de ingreso para la población. Vía telefónica, un productor explica que este año no pudo cosechar toda la siembra “porque teníamos que ir a los retenes, solo tuve unos días para trabajar”.
“Y aún si la hubiera cosechado, ¿con quién la voy a vender? Los compradores son de la zona que tiene el (nombre del cártel) y los compradores no pueden pasar a acá donde está el (nombre del otro cártel)”, detalla.
Vivir en una u otra comunidad, aún en la misma región, es considerado como pertenencia a uno y otro grupo del crimen organizado que tenga el control del lugar, esto imposibilita el comercio, el libre tránsito y la convivencia, aun entre pobladores de pueblos vecinos.
“La zona está llena de halcones señorita, nada se puede hacer, no podemos ir a ningún lugar sin que lo sepan, la gente ya se empieza a confrontar por la desconfianza, por el miedo (…) esto no va a terminar bien”.