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MADRID.– Rodeada por dos guerras, en Ucrania y Palestina, la Unión Europea ha mostrado dos varas de medir ante cada una de éstas, tanto en su política común como en la diplomacia individual:
Ante Vladimir Putin plantaron cara cohesionados, pero frente a Israel y su líder Benjamín Netanyahu ha habido división, del apoyo absoluto y sin matices de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y de Alemania, al impulso de España e Irlanda a la vía de los “dos Estados” (Israel y reconocer a Palestina) como único horizonte para la paz duradera.
Las instituciones europeas y los gobiernos de la zona, además, miran con preocupación el desenlace de las elecciones de noviembre en Estados Unidos, ante un eventual regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, lo que podría exacerbar ambas crisis y perturbar aún más el ajedrez geopolítico.

“La Unión Europea se encuentra entre dos guerras, en Ucrania y en Palestina. No participa en ellas directamente, pero le afectan existencial y geopolíticamente”, aseguró Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Seguridad, en un artículo en la edición de febrero de la revista Política Exterior.
Ambos frentes, planteaba, son “retos ineludibles para la UE”.
Y eso que Borrell no incluyó la crisis del flanco sur, la creciente inestabilidad en el Sahel, donde se impusieron juntas militares en siete países africanos tras derrocar a gobiernos legítimos en sólo tres años.
Es “la región africana más castigada por el terrorismo yihadista”, como señala el informe del Departamento de Seguridad Nacional del gobierno español, conocido este abril. En esta zona actúan el grupo Boko Haram, y filiales de Al Qaeda y el Estado Islámico, que conviven y permiten que prosperen negocios de mafias del tráfico humano, de armas y de drogas que miran a las costas europeas.
Como consecuencia de la crisis Israel-Gaza podría crecer el riesgo en la seguridad para los países europeos en la franja mediterránea, advertencia que hasta ahora ha tenido poco eco en Bruselas, más atenta al escenario ucraniano.
Según el International Crisis Group, las situaciones de seguridad en Sudán, Etiopía y el Sahel son especialmente volátiles, y se suman a la escalada de tensiones en Medio Oriente, desde Israel y Gaza hasta Irán y el Mar Rojo, así como a las terribles situaciones humanitarias en Yemen y Libia.
Seguridad Made in USA
En este marco, Josep Borrell fue el último en unirse a la narrativa de la guerra, que se extiende en los discursos de las instituciones europeas y en los gobiernos de los países socios.
Fue en un evento en Bruselas, el 9 de abril, donde el jefe de la diplomacia europea dijo que “la posibilidad de una guerra convencional de alta intensidad no es una fantasía. Obviamente, tenemos que hacer todo para evitarlo, pero para disuadir al adversario tenemos que tener los medios”, en alusión a la demanda de aumentar el gasto militar para incrementar las capacidades de defensa de la región.
Primero fue la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien a fines de febrero advirtió en el Parlamento Europeo que “no se deben exagerar los riesgos de guerra, pero sí debemos prepararnos para ella”, al referirse peligro que supone para Europa un eventual intento de ataque ruso.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, también se sumó al señalar que Europa debe pasar a una “economía de guerra” como única opción ante el desafío que supone Rusia. “Si queremos la paz, tenemos que prepararnos para la guerra”, y “si la Unión Europea no da la respuesta correcta y no otorgamos a Ucrania suficiente apoyo para detener a Rusia, nosotros seremos los siguientes”, planteó en un artículo que publicó en varios medios europeos y recogido por Reuters.

Gesine Weber, investigadora de política común de seguridad y defensa de la UE y en relaciones transatlánticas, sostiene que “la guerra de Rusia contra Ucrania ha demostrado claramente que la seguridad europea sigue siendo made in USA”. Esta defensa territorial se basa “no sólo en la voluntad de la administración de Estados Unidos de garantizar la defensa del continente, sino en términos muy concretos del electorado republicano y de su voluntad de apoyar un segundo mandato de Donald Trump. Tal escenario hace saltar las alarmas en las capitales europeas por el riesgo que supone un potencial desafío a la cláusula de defensa mutua de la OTAN, una fuerte reducción o interrupción del apoyo estadounidense a Ucrania y, más en general, por la imprevisibilidad de la política exterior estadounidense”.
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Fragmento del reportaje publicado en la edición 0011 de la revista Proceso, correspondiente a mayo de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.
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