La migración se llevó a los rebeldes de Las Margaritas

La migración se llevó a los rebeldes de Las Margaritas


LAS MARGARITAS, Chis.– La comunidad tojolabal de La Realidad Trinidad fue fundada por viejos acasillados que se habían cansado de su patrón en la finca San José Belén, en el municipio de Ocosingo, hace más de 80 años. No ha tenido cambios abruptos desde que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas desde aquí hace 30 años.

En aquel momento un grupo de activistas italianos donó un generador de energía eléctrica para dotar a los 140 hogares, pero el proyecto no repuntó.

“Estaba todo bien de por sí, un tiempo; pa’qué vamos a hablar mal de la organización. Íbamos a ver si lo logramos, hasta dónde iba llegar la organización; es que es larga, difícil la lucha y duro estar en resistencia”, cuenta en entrevista Felicitas Hernández Jiménez.

La mujer de 60 años, que en 1994 se movilizó para la toma de Las Margaritas, relata que hoy muchos habitantes de La Realidad Trinidad ya no son zapatistas, “quedan pocos, igual en otras comunidades”.

En 2018 Felicitas se fue a la Ciudad de México a trabajar como empleada del hogar, luego de que su esposo y padre de su hijo Clinton Miguel la abandonara. Cuenta que fue castigada por el EZLN cuando regresó a la comunidad por la avanzada edad de su madre.

Eso sí, recuerda que en los primeros años del zapatismo se obtuvieron muchos beneficios de la lucha. “Venían las caravanas, traían de todo; nos daban frijol, arroz, azúcar, un poquito de jabón; nos repartían a la gente de la comunidad, pero dejaron de venir las caravanas. El gobierno nos ofreció proyectos y pensamos que (era) mejor ya no estar resistiendo, algo será de lo que nos da el gobierno, y los hombres y señoras salieron a trabajar”.

Para Felicitas, el zapatismo sí dejó cosas buenas: “Los hombres dejaron de tomar y ya no toman mucho. Un sobrino mío ya no bebe trago; antes sí tomaban mucho, ofendían a la familia, peleaban los hombres”.

Pero las tensiones y conflictos internos del zapatismo, tanto en el ámbito militar como en el político-civil, empezaron a registrarse desde 2003, cuando las deserciones empezaron a darse de manera individual.

Los conflictos en las cañadas se agudizaron en mayo de 2014 debido a que un grupo buscaba la introducción de la energía eléctrica y el mejoramiento del camino, mientras que los zapatistas se oponían, recuerdan habitantes de las comunidades de San Carlos Veracruz, Guadalupe Tepeyac y la Realidad Trinidad.

Hijo de Felicitas y padre de tres niños, Clinton Miguel Jiménez Hernández ha salido por temporadas a trabajar a los campos agrícolas de Sonora, dice que él ya no quiso ser zapatista desde que la organización castigó a su madre.

“Mi mamá se fue a chambear a (la Ciudad de) México, y cuando regresó le hicieron que pagara castigo y eso fue lo que ya no me gustó. No sé si así era la política o así estaban los acuerdos. Según que iba a cargar leña, pero era mucho, entonces dijeron que iba a pagar dos meses de cocinera dando de comer a unos estudiantes que llegaban a la comunidad hace muchos años con promotores”, cuenta el hombre de 31 años.

Clinton comenta que antes toda La Realidad Trinidad era zapatista, pero ahora asegura que la mayoría de las familias, que viven del cultivo del frijol, maíz y el café, ya no pertenecen a la organización. Los que ya no son zapatistas también están organizados y en el poblado hay una escuela. Pero aún no tienen energía eléctrica.

“Aquí seguimos, nos llevamos, han cambiado algunas cosas, ha cambiado nuestra situación de vida y ya vemos más como comunidad; tenemos nuestros propios acuerdos, trabajamos, abrimos caminos y más las brechas; trabajamos en comunión todos. Es decisión de la gente dejar de ser zapatistas”.

El hombre reconoce que en algunas cosas la organización zapatista sí ayuda a las familias “porque no siempre hay que dejar que el gobierno haga lo que quiere, quizás por alguna razón los zapatistas existen aquí todavía”.

Agrega: “En cierto punto la organización zapatista es buena, siempre y cuando se sepa conducir por un buen camino, pero a veces nos desviamos por otro lado y entre nosotros mismos nos agarramos”.

Fue en Guadalupe Tepeyac, corazón de la comandancia general del EZLN, donde el 1 de enero de 1994 los rebeldes zapatistas colocaron la declaración de guerra contra el Estado mexicano en el hospital que el gobierno federal había inaugurado semanas antes del levantamiento armado. 

En el lugar se encuentra nada más un mural donde se recuerda al Subcomandante Pedro, caído el 1 de enero de 1994 en la toma de Las Margaritas, y a José Luis Solís López, conocido como Galeano, asesinado el 2 de mayo de 2014 durante un enfrentamiento entre pobladores, unos que habían decidido seguir en el zapatismo y otros que lo habían abandonado.

Un habitante cuenta que desde 2012 la población se dividió con la salida de muchas familias de la organización zapatista. El grupo mayoritario que desertó de 101 familias celebró el 12 de diciembre a la Virgen de Guadalupe en el templo, mientras que los integrantes del EZLN se reunieron en una casa.

Las comunidades de la cañada tojolabal que inicia en Las Margaritas y llega al epicentro de la Selva Lacandona, al poblado tsetsal de San Quintín, no son ajenas a la lucha que mantienen los grupos del crimen organizado en Chiapas. Los pobladores relatan que por las noches circulan por los caminos de terracería convoyes de camionetas con hombres armados.  

En la comunidad San Carlos Veracruz, vecina de Guadalupe Tepeyac, los habitantes cuentan que en el lugar “ya no hay nadie aquí de los zapatistas, ya quedó puro campesino de trabajo, los que eran se salieron, se aburrieron, no sé qué pasó, pero la cosa es que se salieron de la organización.

“Ya se fueron para otra parte. Como nosotros no estamos en sus pláticas, en sus reuniones, no sabemos por qué, pero sí salieron muchos. De Guadalupe Tepeyac el primer trancazo que se retiró fue de 14 familias y así siguieron saliendo más porque eran bastantes de cada comunidad, así que ya quedaron poquitos. 

“Aquí ya no hay nadie, ya se fueron más adentro con el mando que los organizaba”, dice un poblador que prefiere que se omita su nombre para no tener problemas con los zapatistas.

Asegura en entrevista que los zapatistas no hablan con otros pobladores, sólo pasaban por San Carlos Veracruz: “Quiere usted platicar con ellos, pero no dan plática; aquí sólo pasaban. Eran bastantes que caminaban diario, en el día estaban como descanso y en las noches como que caminaban, pero eso se acabó, los mandos ya se retiraron, se comunicarán tal vez, pero aquí ya no hay nadie.” 

De guerrillero a migrante

Desde 2003, refiere el investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), Jorge López Arévalo, la migración fue ganando terreno en las comunidades tojolabales, tsetsales, choles y tsotsiles, entre otras. En las cabeceras municipales se instalaron terminales de autobuses que trasladaban la mano de obra a las ciudades del norte y que popularmente se conocieron como “Tijuaneros”.   

La insurgencia zapatista. Foto: Ulises Castellanos

Sebastián fue miliciano del EZLN. En 1994, siendo un jovencito participó en el secuestro del general Absalón Castellanos Domínguez en su rancho de Nuevo Momón, en Las Margaritas.Por años fue parte de las actividades de la organización y tenía obligaciones comunitarias; poco después se dedicó al comercio minoritario en la porosa frontera con Guatemala, vendiendo artículos básicos del hogar.

Se casó y la crisis económica lo obligó a obtener recursos para sacar adelante a su familia. Con dinero que reunió migró primero al valle de San Quintín, en Baja California, donde se empleó en la cosecha de fresas y arándanos. Durante dos años iba y venía a su comunidad, hasta que un amigo le propuso cruzar a Estados Unidos.

Llegó al área conurbada de Sacramento, California, a vivir con otros migrantes. En entrevista telefónica Sebastián comenta que fue atraído por los rumores entre los migrantes de que en la industria de la construcción se ganaba mejor. 

Después de 10 años en territorio estadunidense, recuerda con nostalgia su participación en la guerrilla zapatista; dice estar consciente de que la vida le cambió y espera en un futuro cercano regresar a Las Margaritas, donde ahora vive su familia en una casa que ayudó a construir con el dinero que envía desde el otro lado.





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