Resulta difícil tomar una posición cuando fue el brazo armado de Hamás el que desencadenó la guerra con Israel luego de su asalto del 7 de octubre último, con las consecuencias de lo que su ejército ha provocado en Gaza, lo que el mundo ha seguido de cerca a través de los medios. Una controversia reciente por el video de un joven periodista en Líbano fue importante porque permitió volver de nuevo a cuestionarse por los actores de ese conflicto.
En Gaza sus habitantes desplazados y arrinconados en la frontera con Egipto lamentan a sus víctimas, algunos quizás se pregunten dónde están sus autoridades, porque hay que recordar algo que se ha olvidado a lo largo de cinco meses del conflicto: Hamás no solamente es el grupo que Occidente ha calificado de terrorista, sino que también forma parte del gobierno institucional al lado de la Autoridad Palestina.
Sin embargo, desde las elecciones de 2006 ninguna de las partes de eso que se llama gobierno aparece para apoyar en las tareas que se imponen en la franja que está siendo arrasada.
Por lo demás, las negociaciones se dan entre los líderes de Hamás e Israel, es cierto que apadrinados por Catar o por Egipto, pero hasta donde se sabe no se llamó al gobierno que encabeza la Autoridad Palestina. Es decir, no están quienes representan a más de cinco millones de palestinos de Cisjordania y a los dos millones de gazatíes, los que juntos forman la población de la misma entidad política.
Como otras muchas carencias en los territorios que no cuentan con un Estado, Palestina no tiene algún organismo o institución que pudiera dirigir o establecer algo semejante al orden, porque si no lo hacen en tiempos de paz menos pueden hacerlo en tiempos de guerra. Más complicado aún, por la división de los territorios ocupados que ahora puede considerar que evita incidir en el conjunto de la población de la misma catastrófica forma.
La guerra de Israel contra Hamás en Gaza está creando tensiones relacionadas con lo que ocurre más allá de las batallas y la inclemencia de la vida de los gazatíes.
Manifestaciones en favor o en contra de uno y otro bando se están dando en varios países y ha dividido a los mismos israelíes entre los que, debido a sus posiciones ideológicas y los críticos al gobierno que encabeza Netanyahu, se han hecho patentes sus contradicciones.
Las reacciones por supuesto se han dado también en los países árabes, creando fuertes tensiones entre sus ciudadanos. Uno de los ejemplos más notables de esas diferencias entre puntos político-ideológicos diferenciados ha tenido lugar en Líbano, país cuyos ciudadanos han expresado su rechazo a la guerra intentando frenar las acciones provocadoras de la milicia de Hezbolá, que opera en su territorio, temiendo puedan repetirse los bombardeos de la aviación israelí que en el verano de 2006 llegó hasta Beirut.
El 14 de marzo último el joven periodista Rawad Taha desencadenó una controversia luego de mostrar un video en el que calificó la guerra en Gaza de una batalla de “locos y extremistas”. Consideró que la Operación Diluvio de Al-Aqsa tomó rehenes con el fin de lograr la liberación de miles de palestinos detenidos en las cárceles israelíes, aunque podría agregarse que con un grado de violencia injustificable. Pero en su cálculo no consideró las represalias que emprendió el Estado de Israel, que llegaría a los bombardeos masivos que han tenido lugar causando miles de víctimas y la destrucción de viviendas e infraestructura de Gaza.
Taha llamó locos a los líderes terroristas de Hamás y a los líderes de la derecha de Israel, caracterizándolos como las dos caras de la misma moneda. Recordó que hace casi veinte años, en 2005, Bezalel Smotrich, el actual ministro de Finanzas, para presionar al ejército israelí de no retirarse de Gaza –lo que unilateralmente decidió el entonces primer ministro Ariel Sharon contra la voluntad de los colonos que debieron abandonar los asentamientos–, amenazó con incendiar un puente con 700 litros de gasolina. Lo que evidentemente anunciaba un acto terrorista. De la misma manera se refirió a Mohammed Deif, líder de las brigadas de Al-Qassem, por negarse a seguir los Acuerdos de Oslo de 1990 que buscaban conducir a un Estado palestino independiente.
La crítica del periodista fue más lejos al mencionar también a Yahya Sinwar, el jefe de Hamás, porque ambos continuaron recurriendo a “ataques civiles matando a civiles israelíes” y construyendo túneles que, sin duda, costaron millones de dólares, sustrayéndolos de paliar las necesidades de los refugiados palestinos. Además, agregó, se deshicieron de los líderes de Fatah; una acusación bastante fuerte que debía rastrearse porque en otros círculos se responsabiliza en particular al actual gobierno israelí de haberlos debilitado.
Las críticas al periodista de quienes siguieron el video fueron subiendo de tono, hasta llamarlo traidor. Sin embargo, para muchos había hecho un análisis y debía respetarse la libertad de expresión de Tahar con el matiz de lo excesivo de su fórmula.
Rita El Jammal, periodista de Al Araby TV, escribió que “el problema con el informe de Rawad Taha es que este tema complejo no puede explicarse y resumirse en un reel, probablemente hecho con un teléfono móvil, lo que hace fácil caer en la trampa de la narrativa israelí cuando te ves obligado a resumir. El conflicto tiene una historia profunda que no podemos resumir en dos minutos y conversaciones coloquiales con expresiones que se alejan del estilo periodístico profesional”.
Después de enfrentar fuertes críticas, la plataforma LBCI, que difundió la posición de Taha, eliminó la publicación de X, pero la mantuvo en Instagram. En su cuenta personal de Instagram, Taha agradeció a quienes lo apoyaron y dijo que seguirá ignorando a los “trolls” y aseguró que la libertad de expresión es “sagrada” en Líbano.
El reportaje puso de manifiesto la dificultad de compartir puntos de vista, y más cuando se está tan cerca de la guerra que Líbano ya tiene en sus fronteras, aunque la mayor parte de su población ha rechazado las acciones de Hezbolá que las ponen en riesgo.
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Este texto de opinión está publicado en la edición 0010 de la revista Proceso, correspondiente a abril de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.