Por: Alberto Vizcarra Ozuna
La figura de Gerardo Fernández Noroña, se ha ganado a pulso la imagen de quien se propone no solo sostener lo que se da en llamar la Cuarta Transformación, sino su profundización; pero cuando se trata de enfrentar al sector financiero y a los banqueros tenedores de la deuda de México –que se llevan la tajada del león del presupuesto público federal- le pone límites a su radicalismo y termina por reconocerlos como los “grandes electores” en los comicios del año entrante.
Inesperado que Noroña, quien le ha conferido en todo momento y circunstancia el poder al pueblo, se haya olvidado de ello cuando lo pusieron a defender a los banqueros y al FOBAPROA en el reciente debate sobre el presupuesto de egresos para el ejercicio fiscal del 2024. La retórica de Noroña al respecto es simple: estamos y estuvimos en contra del rescate bancario de mediados de los años noventa, pero lo seguiremos pagando, porque si no lo hacemos, podríamos perder la elección presidencial.
Y es que en el cerrado debate sobre el presupuesto de egresos, la semana pasada, concretamente el 8 de noviembre, el diputado coordinador de la bancada del PRI, cometió el “sacrilegio” de proponer -dentro del paquete de reservas presentadas para su aprobación- que se dejara de pagar el FOBAPROA en el ejercicio del año entrante y liberar con ello 50 mil millones de pesos para destinarlos al rescate de Acapulco y zonas aledañas devastadas por el huracán Otis. En la argumentación, el diputado Rubén Moreira, aseguró que “los banqueros no se merecen los 50 mil millones de pesos que se les dan del pago del FOBAPROA, pues los están ganando en las comisiones que cobran a sus clientes en México”. Y luego documentó: “la banca en México, hasta el tercer trimestre de este año, tiene ganancias superiores a los 200 mil millones de pesos”.
El diputado Noroña, que no deja de presumir sus dotes de tribuno, entró a la defensa de los banqueros -quienes desde 1982 se benefician de una creciente desregulación- para soltar la advertencia de que “la discusión del presupuesto no es técnica, es política”. Y luego viene la construcción del sofisma: acusar al PRI y al PAN de ser quienes convirtieron la deuda privada en deuda pública, “y ahora quieren que nosotros resolvamos eso y que nos echemos un pleitazo con el sistema financiero internacional para que digan que somos unos irresponsables, que desalentamos la inversión extranjera y que no cuidamos el sistema financiero nacional…”.
Ese mismo día, en su charla vespertina de todos los días, Noroña retoma el tema y admite que si se meten a ajustar al sector bancario, en el contexto del proceso electoral en puerta, perderían la elección. Una confesión que no deja de ser reveladora. En la disputa por el poder los partidos se pueden acusar entre ellos de lo que quieran, siempre y cuando no enderecen los cuestionamientos contra los corporativos financieros a los que Noroña les confiere la capacidad de hacer perder o ganar una elección.
La ironía es que para evitarse también “un pleitazo con el sistema financiero internacional”, el PRIAN, a mediados de los noventa, admitió convertir en deuda pública la deuda privada de la banca. Y bajo ese mismo garlito el gobierno actual continúa desangrando el presupuesto en el cumplimiento al pago de una deuda que entre más se paga, más crece.
Noroña dice que el presidente López Obrador, desde el inicio de su gobierno declaró que era “muy doloroso pagar el FOBAPROA”, pero que lo tenía que hacer. El gesto recuerda al ex presidente Miguel de la Madrid, cuando soltó su paquete brutal de austeridad diciendo que “era doloroso pero necesario”. El gobierno actual señala la culpa y la rendición de los gobiernos anteriores con el sector bancario, lo cual es cierto, pero luego admite convertirse en pecador bajo la falacia de que ellos no crearon las estructuras del pecado.
Cuando se ponen estos asuntos en cuestión, queda implícito que la pretendida profundización de la llamada Cuarta Transformación está delimitada por los confines que determina el sistema financiero internacional. Estas mismas delimitaciones fueron admitidas por los gobiernos que le sucedieron a la presidencia de José López Portillo; el presidente que frente a la crisis de la deuda, engendrada en mucho, por los vicios especulativos del sistema financiero internacional, tuvo la valentía de declarar una moratoria a la deuda, recuperar la soberanía sobre el Banco de México, establecer control de cambios para evitar la fuga de capitales y proponer, en octubre de 1982, en el pleno de la Asamblea General de la ONU, la construcción de un nuevo orden económico internacional que estableciera “un vínculo entre el financiamiento y el desarrollo de los países”.
Discurso premonitorio, si observamos el actual surgimiento de agrupamientos de naciones en busca de una nueva arquitectura financiera, que elimine los lastres de todo colonialismo, para comprender el desarrollo de los países emergentes del Sur Global. Ese es el sentimiento que guía a los BRICS, que en su creación original nucleó a Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica, pero que en enero del próximo año se le incorporarán seis naciones más de América Latina, África y el Mundo Árabe.
Las maromas retóricas del diputado Noroña, respecto a la crisis de la deuda, no son diferentes a las del presidente López Obrador, que en esos mismos días calificó de irresponsable la propuesta de Moreira, al afirmar que no pagar los intereses del FOBAPROA desataría una crisis económica y financiera. El mensaje del gobierno actual bordea los linderos de la esquizofrenia: llegamos a la presidencia luchando en contra de todo lo que ahora tenemos que seguir imponiendo para evitar una crisis económica y financiera. Amenazan con el infierno, como si estuviéramos en el cielo.
La decisión de José López Portillo de tomar las medidas regulatorias mencionadas, las hizo a sabiendas de que difícilmente se podrían sostener por el gobierno venidero, pero para él –como queda evidenciado en perspectiva- lo más importante era sentar el precedente de las facultades que el Estado Mexicano tiene para defender el interés nacional y la soberanía. Previo a su muerte, un periodista le preguntó qué se requeriría para que México tomara decisiones como las que él tomó. La respuesta de López Portillo fue tan lacónica como certera: “huevos mi amigo, muchos huevos”. Y eso es lo que ahora hace falta. Hay mucha postura, mucha consigna, mucho acto simbólico y mucha cacayaca, pero falta el ingrediente que el ex presidente López Portillo señaló.
Ciudad Obregón, Sonora a 15 de noviembre de 2023