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Angela, residente en Ciudad de México, recuerda claramente el día en que su vida cambió para siempre: su primera menstruación. Estaba a punto de cumplir 11 años y, como muchas niñas, se sintió abrumada por la confusión y la ansiedad. Creciendo en un colegio de monjas, la información que tenía sobre este evento natural era vaga y fragmentada. Su hermana mayor y algunas amigas habían mencionado algo al respecto, pero su madre solo logró esbozar una frase tímida y con vergüenza, evidenciando la dificultad para abordar el tema. Una mañana de domingo, al sentir malestares y descubrir una mancha roja en sus calzones, Angela corrió hacia su hermana mayor, quien la guió y apoyó. No fue hasta la cuarta menstruación que su madre se enteró, gracias a que la hermana mayor se lo contó.
Desde entonces, Angela ha sentido que la menstruación es una especie de cruz que las mujeres llevan, como si pagaran con dolor y sangre por el privilegio de poder dar vida. Esta percepción la llevó a una reflexión: ¿por qué se paga por un don?
La experiencia de Angela no es única; de hecho, refleja una realidad común a muchas niñas y mujeres alrededor del mundo. En el interior de Morelia, México, por ejemplo, persisten creencias antiguas como la de algunos agricultores que piensan que, si una mujer menstruando cruza una milpa, esta se seca. Pero, ¿cómo viven esta etapa en otros lugares del mundo?
En India, la menstruación es un tema rodeado de mitos y estigmas. Muchas niñas enfrentan restricciones durante su periodo, como no poder entrar a templos o participar en ciertos rituales, basados en la creencia de que están “impuras“. En algunas comunidades rurales, incluso se las aísla en chozas durante su menstruación, una práctica conocida como “chhaupadi“, que ha sido condenada por ser peligrosa y discriminatoria.
En contraste, en Japón, aunque también se ha visto como un tema delicado, la educación sobre la menstruación es más abierta en las escuelas. Las niñas reciben información detallada y los productos de higiene menstrual son accesibles. Sin embargo, aún persiste la presión social de “mantenerse limpia” y evitar cualquier señal de que están menstruando, lo que se refleja en anuncios de productos de higiene que enfatizan la “frescura” y la “discreción”.
En muchos países de África, la situación es aún más crítica. En Uganda, por ejemplo, se estima que una de cada diez niñas falta a la escuela durante su periodo porque no pueden permitirse productos de higiene menstrual. Esto ha llevado a un creciente movimiento para proporcionar educación y acceso a productos menstruales, con organizaciones locales e internacionales trabajando para romper el silencio y el estigma.
Sin embargo, no todas las noticias son desalentadoras. Escocia se ha convertido en un referente mundial al ser el primer país en ofrecer productos de higiene menstrual gratuitos para todas las mujeres, reconociendo que la menstruación es una parte natural de la vida y no debe ser una carga financiera. Esta política es un paso significativo hacia la igualdad de género y la dignidad menstrual.
En Latinoamérica, aunque los avances son más lentos, también hay iniciativas prometedoras. En Argentina, se ha llevado un debate público sobre la menstruación, promoviendo la “cultura menstrual” y la desestigmatización. Se han desarrollado campañas para educar a las niñas y adolescentes, y se han implementado políticas para asegurar el acceso a productos de higiene en las escuelas.
Volviendo a la historia de Angela, su experiencia resalta un tema crucial: la falta de comunicación abierta sobre la menstruación dentro de las familias. En el momento más crucial de su adolescencia, Angela buscó el apoyo de su hermana mayor, una suerte que no todas las niñas tienen. Este silencio y estigma en torno a la menstruación no solo perpetúan la ignorancia y la vergüenza, sino que también pueden tener consecuencias graves para la salud física y mental de las mujeres.
Es esencial que tanto en las familias como en las escuelas se aborde la menstruación de manera abierta y educativa, para que las niñas puedan entender y aceptar esta parte natural de sus vidas sin miedo ni vergüenza. Además, es vital que los gobiernos y las organizaciones trabajen juntos para asegurar que todas las mujeres tengan acceso a productos de higiene menstrual y educación adecuada.
La menstruación no debería ser vista como una carga o un estigma, sino como una parte normal de la biología femenina. Festejemos la capacidad única de las mujeres para dar vida, un don que, lejos de ser un pecado, es una maravilla de la naturaleza. Con el tiempo, esperamos ver más avances y un cambio de percepción, para que todas las mujeres, independientemente de dónde vivan, puedan vivir sus periodos con dignidad y sin tabúes.
Si quieres platicar más sobre este u otros temas, sígueme en mi cuenta X : @rossbarrantess
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