En mayo de 2018, millones estuvieron pendientes de la boda real del príncipe Harry y Meghan Markle, una ceremonia que no solo destacó por su romanticismo, sino también por la moda y la polémica. Entre los elementos más comentados estuvo el vestido de Meghan, diseñado por la casa de moda francesa Givenchy bajo la dirección de Clare Waight Keller. Este traje nupcial, que reflejaba una elegancia minimalista, tuvo un costo aproximado de 100 mil libras, cerca de 2 millones 120 mil pesos mexicanos.
Desde semanas antes del gran día, las especulaciones sobre el vestido de Meghan inundaron los medios. La elección final, un diseño sobrio y elegante de Waight Keller, se reveló al público en la capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor. Meghan, admiradora de la estética, describió su confección como impecable y su actitud como relajada. El vestido, con un escote barco y mangas largas, llegaba hasta el suelo, encapsulando el estilo clásico personal de Meghan y su “estilo americano”.
Te puede interesar:
Kate Middleton lanza importante mensaje en redes sociales, ¿vuelve a la actividad pública?
A la Reina Isabel no le gustaba el vestido
Sin embargo, no todos los comentarios fueron favorables. La difunta reina Isabel II consideró que el vestido era “demasiado blanco” para alguien que se casaba por segunda vez. Según Ingrid Seward en su libro “Mi madre y yo”, la monarca opinaba que no era apropiado que una divorciada luciera un aspecto tan virginal en una iglesia.