Por Antonio Salgado Borge*
Pocos políticos ultraconservadores se aceptan como tales. No es difícil entender por qué. La asociación del término “ultraconservador” con atributos negativos o personajes impresentables puede atentar contra la concepción que tienen de sí mismos. O, lo que para algunos resulta peor, sepultar sus carreras o sus posibilidades electorales.
La negación a ultranza que de su condición de ultraconservador hizo en Aristegui en Vivo Eric Hugo Flores –fundador del partido Encuentro Social– forma parte de este patrón de comportamiento. Y es que, al utilizar su derecho de réplica, este líder evangélico martilló una y otra vez que el experto Bernardo Barranco se equivocó al ponerle esa letra escarlata.
Eric Hugo Flores llegó preparado con dos argumentos principales.
El primero es que en sus partidos o movimientos –el PES incluido– han participado personas con distintas posiciones, religiones e ideologías; una pluralidad que, reflejando la de México, incluye ciertamente, pero no exclusivamente, a algunas personas ultraconservadoras.
El segundo es que ni él ni los movimientos en los que participa pueden llamarse ultraconservadores porque han defendido causas vinculadas con la izquierda. Para ilustrar, Flores apeló a la atención que han puesto a la lucha contra la pobreza.
El problema es que ninguno de estos argumentos se sostiene.
El primer argumento es más débil que un castillo de naipes, pues implica una falacia de descomposición: asumir que el todo no puede tener una cualidad que no tienen algunas de sus partes.
Esta fórmula es, falaz pero efectiva entre los sectores de la población con más debilidades cognitivas, es análoga a la empleada por Donald Trump cuando señala a personas negras u homosexuales que le apoyan para alegar que su movimiento no es homofóbico o racista.
Para efectos de este análisis, lo importante es que el hecho de que haya personas que no son ultraconservadoras alrededor de Eric Hugo Flores es compatible con el hecho de que él o los movimientos que encabeza sean ultraconservadores. En consecuencia, no tiene sentido dedicar más espacio a este planteamiento.
Mucho más interesante es el segundo argumento planteado por este líder político: la idea de que si alguien simpatiza con algunas causas de izquierda, entonces esa persona no puede ser llamada ultraconservadora.
Para ver por qué este argumento no se sostiene, empecemos notando que hay dos formas de establecer si la etiqueta “ultraconservador” es aplicable a una persona o partido.
En su sentido más obvio, “ultraconservador” es un término relativo. Y lo es porque “ultraconservador” significa “conservador radical”; es decir, ocupar una posición más conservadora que el conservador promedio.
Desde esta perspectiva, para determinar si alguien merece esta etiqueta es necesario mirar a la mayoría de los conservadores y hacer una comparación relevante. La pregunta que debemos responder es entonces si Hugo Eric Flores es más conservador que el conservador promedio en México.
La otra forma de determinar si alguien es ultraconservador es hacer un listado de causas asociadas con el ultraconservadurismo y ver si la persona satisface estas causas.
Aunque existen variaciones entre países, es seguro afirmar que los ultraconservadores contemporáneos suelen compartir las siguientes causas: el miedo al “otro” que corrompe a la sociedad (migrantes, gentes de otras razas, homosexuales…), la defensa de una “libertad religiosa” que implica el derecho a ser exentos de obedecer ciertas determinaciones o políticas públicas cuando éstas van contra sus creencias, la oposición a la “élites liberales” –en ocasiones acompañada con un apoyo a Vladimir Putin– o la creencia en una o más teorías de conspiración.
El problema para Eric Hugo Flores es que, por mucho que le pese, cualquiera que sea el criterio que adoptemos (el sentido literal del término “ultraconservador” o el método del listado de causas), él siempre termina siendo parte del ultraconservadurismo.
Para ver por qué, consideremos su uso del membrete “por la vida y por la familia”. Este concepto significa una oposición fírmeme al pleno reconocimiento de los derechos de las personas LGBTI+, de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y de las niñas y de los niños a recibir una educación pertinente (incluida la sexual y en materia de género) que vaya más allá de las creencias religiosas de sus padres.
Para rematar, la oposición a estos derechos está basada en una teoría de conspiración conocida como “ideología de género”; una quimera que, revolviendo sexo con género e historia con historia natural, alude a una suerte de complot global que busca destruir a las familias pervirtiendo los roles tradicionales.
Lo anterior muestra claramente que Eric Hugo Flores es más conservador que el conservador mexicano promedio. También es obvio que comparte, o copia como calca, los elementos más notables de los ultraconservadores contemporáneos.
Si esto fuera un debate, probablemente el líder del extinto PES optaría por doblar su apuesta y señalaría que aunque todo lo dicho arriba es cierto, no es posible ser ultraconservador cuando se rechaza uno de los principios básicos del ultraconservadurismo: la defensa de una visión radical de libre mercado, como la defendida por Javier Milei en Argentina.
Pero a ello se debe responder que los principales ultraconservadores del mundo, incluidos Donald Trump o Viktor Orbán, se han alejado del neoliberalismo y se han volcado a defender políticas sociales que apenas 10 años atrás hubieran sido impensables para un partido de derecha. Es decir, que su adopción de algunas políticas de izquierda es compatible con su pertenencia al ultraconservadurismo.
La cosa se pone aún peor para Eric Hugo Flores cuando consideramos que los principales postulados ultraconservadores que defiende, sus banderas y causas más identificables, son mayores en número, prominencia o volumen que los progresistas en el discurso o el proyecto que uno encabeza.
Muy pocos políticos ultraconservadores se aceptan como tales. El problema para Eric Hugo Flores es que, lo sepa o no lo sepa, y le guste o no le guste, desde cualquier ángulo en que se le enfoque termina siendo uno de ellos.
*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham