Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Se trata de un musical filmado frente a un público real: La novela epistolar de Goethe, Las tribulaciones del joven Werther, que publicó en 1774, ahora adaptada para la escena, musicalizada por músicos sudcoreanos, con una guion muy apegado a la historia original.
Cho Gwang-hwa dirige Werther (Wertheraka; 2021, Corea del Sur), una cinta que de entrada despierta curiosidad, incluso una cierta extrañeza, pero el trabajo y la actuación de los cantantes, la música solemne, terminan por seducir al espectador occidental, a estas alturas muy avezado con la imagen de la cultura coreana que promueven series de TV, grupos musicales, y películas buenas y malas, pero siempre atrevidas.
El relato del desdichado triángulo amoroso, que Goethe basó en parte en su propia historia –piedra de toque del romanticismo europeo y que diera tanto que hablar y escribir–, ha caído en desuso; el musical Werther se atreve a dramatizar de nuevo la historia, en un musical denso (compuesto por Minsun Jung), un tanto operístico, sin ningún pudor para exhibir esas emociones extremas que en una época provocaran la fiebre “Werther”, de la que el mismo Goethe terminara por renegar.
El reto para el elenco de Werther es dar fuerza a una historia conocida, más por su desenlace que por su trama, con emociones extremas en un anticuado juego amoroso donde uno de los tres debe sacrificarse para que los otros dos sean felices; la bella Lotte (Jihye Lee) se halla prometida en matrimonio con Albert (Sanghyun Lee), un hombre once años mayor que ella, pero el joven y apasionado artista, Werther (Kyuhyun) se enamora perdidamente (no queda otra palabra) de ella.
Kyuhyun –como se conoce al popular cantante del grupo Super Junior–, posee una voz de tenor con una estupenda tesitura, por lo menos a nivel comercial, se atreve a dramatizar emociones a lágrima viva, a exaltarse con una base, y que parece honesta, de pureza e ingenuidad, tal como transparentan las confesiones que hace el personaje de Goethe a través de sus cartas. Lo que pasaría por excesivo, sobreactuado, en una versión modernizada de Hollywood, conviene bien en esta adaptación literal de la sensibilidad de finales del siglo XVIII.
El placer culpable del espectador que se permite disfrutar Werther crece, no porque Kyuhyun sea precisamente un buen actor, sino porque se entrega a su personaje sin ninguna distancia, casi de manera suicida.
Algo tiene de fenómeno natural este musical: Werther lleva más de 20 años de manera discontinua en cartelera, pero lo que comenzó casi como música de cámara en una representación muy distanciada de la historia, fue transformándose a través de los años, con intérpretes diferentes, música y trama, canciones, o áreas, más apegadas al texto, del alemán al coreano, hasta dar este producto que ahora se lanza a la escena internacional.
Claro, se escuchan, de repente, ecos de El Fantasma de la Ópera, misma que actúo y cantó Kyuhyun no hace mucho; las coreografías, nada que no se haya visto en otros musicales americanos, pero que resuenan ecos de los rusos del siglo XX, y el todo daría pena ajena si no fuera porque de verdad funciona como espectáculo, seguramente más para cinéfilos que para musicólogos.