Quienes disparan son nuevos integrantes del batallón especial 23 del ejército ucraniano. Entrenan en un polígono en medio de una de las colinas nevadas en la provincia de Donetsk, a donde han sido trasladados después de más de seis semanas de entrenamiento en Ucrania y en el extranjero.
Junto a ellos está Andreii, un doctor que se movilizó recién comenzada la guerra y que hace parte del equipo médico. “Yo también era un civil que no sabía hacer nada. Cogí el fusil kalashnikov por primera vez en julio de 2022. Entendí cómo se desmontaba y se desarmaba”, explica.
Cada uno de los hombres y mujeres que integran las fuerzas armadas son conscientes de la dificultad que hay en este momento en Ucrania para reclutar nuevos integrantes que cubran los puestos de quienes han muerto, de los que están heridos o de los que simplemente necesitan descansar después de dos años sin parar. El presidente Volodomyr Zelensky habló en su momento sobre la necesidad de reclutar alrededor de 500 mil personas.
Odessa decidió unirse hace tres meses: “Cada uno tiene su propia elección, pero esto no es una situación estándar, esto es una guerra. Y todo el mundo debe estar preparado para ganar”. Reconoce que tiene amigos en el ejército y otros que tienen miedo a estar en el frente, pero ellos “ayudan todo lo que pueden, como voluntarios, por ejemplo”.
En uno de los sótanos donde se protegen los comandantes de la brigada en momentos de ataque, el comandante Dmytro Butenko habla de cómo contrarrestar los temores de muchos hombres que piensan que serán enviados directamente al frente de batalla. “En este batallón tenemos una manera muy clara de hacer las cosas con los movilizados. En primer lugar, formamos a los soldados. Ellos van al entrenamiento militar básico y luego vienen”, aclara Butenko.
Generalmente los hombres son distribuidos en labores que se adapten a sus conocimientos. Aunque nadie niega que muchos tendrán que pelear en el frente. Lo que dicen es que nunca serán enviados sin la preparación adecuada.