Ciudad de México (Proceso).- La educación climática debe integrarse en las aulas. En entrevista con Proceso, David Wilgenbus, director ejecutivo de la Oficina de Educación Climática (OCE, por sus siglas en francés), enfatiza la importancia de la formación de profesores y la implementación de acciones educativas prácticas para un impacto a largo plazo.
La clave no sólo radica en incorporar el cambio climático en los programas escolares, sino también en capacitar a los profesores y proporcionarles herramientas prácticas para llevar esta educación a la vida de los estudiantes.
Desde hace al menos 30 años, el cambio climático ha sido un tema destacado en la sociedad. Sin embargo, hasta hace poco, la educación no ha seguido el mismo ritmo. Wilgenbus sugiere que, en términos educativos, aún estamos en un momento en el que el cambio climático no se aborda plenamente.
–Algunos grupos científicos sostienen que la política de emisiones netas cero es ineficiente y costosa, ¿por qué deberíamos seguir pensando en ese modelo para la educación climática?, se le cuestiona.
–Durante los últimos años, se crearon muchos grupos de presión para difundir un discurso escéptico sobre el clima. Muchos de estos grupos se presentan como si fueran científicos. Y en general, no lo son. Hubo un caso grave en los Estados Unidos. De hecho, presentaban los informes del clima en la televisión. Sin embargo, no eran climatólogos, eran presentadores de TV. Eran los periodistas quienes decían si iba a hacer sol, si iba a llover. Ese era su trabajo. Y decían que eran climatólogos, pero no tienen nada que ver. Final del formularioY de hecho, es una tendencia bastante general. Hay grupos de presión detrás que financian a individuos, para crear grupos supuestamente científicos, pero que no lo son.
Según Wilgenbus, en la actualidad, se publican alrededor de 40 mil artículos científicos anualmente en revistas especializadas que abordan el cambio climático. El consenso científico supera el 99.9% en términos de la existencia del cambio climático, su origen humano y las consecuencias de las emisiones.
Wilgenbus, especialista en desarrollo sostenible, señala la existencia de un grupo de lobistas que intenta sembrar dudas sobre este consenso, haciendo referencia al libro Comerciantes de la Duda: Cómo un puñado de científicos oscurecen la verdad de los problemas (Merchants of Doubt: How a handful of scientists obscure the truth of issues). Más allá de la representatividad de estos científicos, plantea el problema de cómo se niegan las bases científicas del cambio climático y se oponen a las acciones necesarias. Además, destaca que los científicos, como ciudadanos, coinciden en el diagnóstico del calentamiento global de origen humano, aunque divergen en las soluciones propuestas.
“Hay un consenso sobre las causas, las consecuencias, pero no todos están de acuerdo en las formas de adaptarse a este cambio. Así que aquí nos encontramos en una situación donde hay diferentes causas o problemas que deben jerarquizarse. ¿Es el cambio climático más importante que el hambre en el mundo? ¿Es más importante que el desempleo? ¿Es más importante que el VIH? ¿Es más importante que la guerra?”, se pregunta Wilgenbus.
“¿Qué es el calentamiento global? ¿De dónde viene? ¿Es real? Estamos en el ámbito de la ciencia. Pero en cuanto a la acción, ya no estamos en la ciencia, estamos en el campo de la política. Y en este punto, son los ciudadanos quienes deben decidir. No son los científicos quienes deben hacerlo. Nuestro trabajo como educadores no es decir que se debe actuar por el clima. Los ciudadanos, decidirán si quieren actuar o no”, expone.
“Nuestro papel como educadores es presentar el problema, proporcionar los hechos científicos, para que a partir de eso, las personas, los políticos, puedan tomar decisiones informadas sobre cómo quieren actuar. Pero la acción no debe provenir de los científicos”, asegura el astrofísico de formación.
“Y eso es lo que distingue un proyecto basado en la ciencia de un proyecto más activista. No queremos que las personas hagan lo que les pedimos. No queremos transformar la sociedad. Simplemente queremos proporcionarles las herramientas y los conocimientos para que, a partir de eso, las personas y los políticos puedan decidir cómo quieren actuar”, detalla.
–Desde la perspectiva científica, ¿es necesario continuar con esta política de emisión cero?
–Es esencial avanzar hacia una política de emisión cero. Hoy en día, el cambio climático es la amenaza más importante que enfrenta la humanidad. Esta transición es muy costosa y difícil, no hay que negarlo. Va a requerir transformaciones profundas que tendrán impactos sociales muy fuertes.
“No hacerlo será aún más costoso. Es cierto que, en el marco de la transición climática, esta política de emisión cero será muy compleja, llevará tiempo, pero no hacerlo será aún más perjudicial a todos los niveles. Al final, el costo para la sociedad, incluido el costo económico, es mucho mayor.
–¿Cómo evitar ser alarmista en un tema como el cambio climático y cómo podemos enseñar sobre este tema sin hacer que los jóvenes se sientan culpables?
–En cuanto al tema de la culpa, es importante abordar con los estudiantes la historia del cambio climático, hablar sobre la Revolución Industrial, estudiar en qué países comenzaron a emitirse tantos gases de efecto invernadero. El problema no es saber de quién es la culpa. El problema es cómo podemos hacer hoy para resolver el problema, no importa de donde venga.
Wilgenbus señala que, aunque China es actualmente el mayor emisor de gases de efecto invernadero, si observamos la historia de las emisiones desde la Revolución Industrial, Europa y Estados Unidos son los principales responsables.
Enfatiza que buscar culpables no es la solución y que, en cambio, la clave está en abordar el problema actualmente. Propone que, en lugar de centrarse en quién tiene la culpa, la atención debe dirigirse a encontrar soluciones y avanzar en esa dirección, un enfoque aplicable a diversos problemas, no sólo al cambio climático.
Durante las cumbres, donde se congregan todos los países para negociar sobre cambio climático, Wilgenbus destaca la complejidad de estas discusiones que a menudo resultan infructuosas debido a enfrentamientos y culpas mutuas. Sin embargo, se implementan mecanismos para que los más ricos y grandes emisores ayuden a los más pobres.
“En el Acuerdo de París, uno de los consensos fue que en todos los países deben actuar, no sólo aquellos que han emitido históricamente o los que emiten más hoy, todos deben actuar a nivel nacional”, explica.
–¿Cuál es la responsabilidad de los educadores en el cambio climático?
–Es una responsabilidad múltiple. Por un lado, es necesario que las poblaciones tomen conciencia de este problema, que no podemos ignorar. Como educadores, tenemos varios objetivos o áreas en las que debemos enfocarnos. En primer lugar, queremos que la población tome conciencia del problema. No necesitamos esperar a que la tecnología se desarrolle más. Hoy en día, tenemos a nuestra disposición todas las soluciones posibles en diferentes niveles. Sabemos qué hacer para abordar el problema. Y, finalmente, es responsabilidad de los países y sus poblaciones decidir si actuar o no. Les proporcionamos acceso libre para decidir cómo actuar.
Wilgenbus compara la decisión de intervenir sobre cambio climático con la gestión de riesgos en situaciones como terremotos.
“Si vivimos en una zona sísmica, podemos decidir que es obligatorio que todos los edificios cumplan con normas antisísmicas. O también podemos decidir que es tan costoso hacerlo que no vale la pena. Por lo tanto, no lo hacemos y aceptamos que, de vez en cuando, con un terremoto, algunas personas mueran por ello. Así que la elección no tiene respuestas buenas o malas. Es una elección compleja que debe tomarse con conocimiento de causa. Por lo tanto, es necesario evaluar cuál sería el impacto si lo hacemos o no. Es una gestión de riesgos”, sostiene.
“Lo mismo sucede con la educación sobre el cambio climático. Hay que medir el impacto y los costos de la acción o la inacción, y a partir de ahí, tomar decisiones. Pero desde el papel del educador, no hay respuestas buenas o malas. No es nuestra función decir qué hacer”, cuenta.
–¿Hasta qué punto deberían llegar las discusiones en cuanto a la educación en la próxima conferencia de las partes?
–Esto es importante en la COP28 y probablemente también en la COP29. Desde el Acuerdo de París –en su artículo 12–, la educación está prevista en los compromisos de los países. Por lo tanto, todos los países que han ratificado el Acuerdo de París, ya se han comprometido a realizar educación sobre el cambio climático. Si queremos que los países hagan algo a nivel político sobre este tema, no se puede hacer sin el acuerdo de la población. Es ella la que elige, no podemos pedirle que acepte algo si no comprende por qué debe hacerlo.
En la próxima COP28, por primera vez, los ministerios de educación de diferentes países se reunirán para llevar a cabo una reforma de los planes de estudio y que el cambio climático esté presente. Porque hoy en día, en más de la mitad de los programas escolares del mundo, ni siquiera se menciona la palabra “clima”.
“Cambiar los programas escolares es un paso esencial. Es la parte fácil, de hecho. Una vez que se han cambiado los planes de estudio, se ven que suceden en las escuelas. Es necesario ayudar a los profesores que no han sido capacitados para esto. Entonces, es necesario acompañarlos, proporcionarles herramientas pedagógicas, etcétera. Es un trabajo a largo plazo”, dice.
Proyecto piloto
En relación con el proyecto América Latina para la Educación Climática (ALEC) en México, Wilgenbus explica que la iniciativa busca respaldar a los tomadores de decisiones mediante un proyecto piloto. A través de ALEC, en colaboración con Innovación en la Enseñanza de la Ciencia (Innovec), se están probando diversas herramientas y métodos para implementar la educación climática con más de 6 mil profesores.
El objetivo es proporcionar un ejemplo funcional para los responsables de políticas públicas, demostrando su eficacia y la posibilidad de expansión. Además, el proyecto aborda cuestiones transversales, como la participación de comunidades locales, la integración de conocimientos indígenas y la gestión de la ansiedad relacionada con el cambio climático.
–¿No es un poco ingenuo “evangelizar” sobre el cambio climático cuando tienes comunidades rurales con problemas muy básicos como el acceso al agua?
–Es muy importante que no seamos nosotros, que venimos de Francia, los que vamos a hablar a la escuela. Es por eso que trabajamos localmente en la construcción de herramientas pedagógicas. No podemos imaginar que el equipo de personas que trabaja en París venga a las escuelas rurales a decirles cosas a las comunidades.
Estas herramientas son adaptadas localmente por los equipos aquí en México. Es Innovec quien realiza la adaptación para asegurarse de que los mensajes clave tengan sentido para las poblaciones locales. Es por eso que adaptan los recursos pedagógicos y las formaciones para los profesores. No sólo en el contexto escolar, sino sobre todo en el contexto local climático o en las necesidades de las comunidades y regiones locales.
En función de las regiones donde hay formaciones para los profesores, intentamos partir de un problema local que a menudo está relacionado con el cambio climático. En algunas regiones puede haber escasez de agua, en otras regiones puede haber olas de calor, inundaciones o problemas agrícolas.
–¿Han encontrado resistencia de las autoridades educativas para introducir estos temas en los planes y programas de estudio?
–No en el marco de este proyecto. En otros países, sí, pero no aquí. Desde el inicio del proyecto, ha habido nuevas autoridades, nuevos estados que han comenzado a implementar el proyecto. Hoy en día, las preguntas que nos hacen están orientadas a ¿cómo deberíamos hacer que funcione?
–Se habla de utilizar la energía nuclear para alcanzar las políticas de emisiones cero. ¿Cómo se aborda el tema en la educación sobre el cambio climático?
–Por ahora, no hemos creado contenido pedagógico sobre la energía nuclear. El debate sobre la energía nuclear es extremadamente técnico y no se puede resolver en clase con niños de 10 años. Es una cuestión que debe abordarse en la universidad. Hay que consumir menos energía. Y la energía que consumimos debe ser menos carbonizada. Más bien hacia las energías renovables que hacia los combustibles fósiles. La cuestión técnica de si la energía nuclear debe formar parte de la solución energética baja en carbono, para mí, es una pregunta que es demasiado técnica para ser abordada a esa edad.
–¿Cuál es la responsabilidad empresarial en el contexto del cambio climático?
–Hoy en día, creo que debe haber una conciencia que sea general. Ya sea la industria, las empresas, los gobiernos, las comunidades locales y los individuos. Todos tienen su parte de responsabilidad en este problema y todos pueden actuar para resolverlo. Pero la acción de un solo actor no es suficiente. Si realmente queremos tener una acción ambiciosa sobre el clima y limitar el calentamiento a un número de grados, se necesita una acción transformadora de todos los actores. Para limitar el calentamiento, todos los sectores deben actuar a su nivel.
–¿Cómo salir del ciclo de consumo?
–Se pueden reparar los dispositivos en lugar de reemplazarlos. Se debe reciclar, reparar y compartir. En Francia, nos dimos cuenta de que un automóvil circula durante menos del 1% de su vida. El 99% de su vida está estacionado. Comenzamos a pensar que tal vez no necesitamos poseer un automóvil. Podríamos compartir autos.
“En nuestra vida diaria, sabemos que sería beneficioso comer un poco menos de carne, comprar ropa con menos frecuencia, usar ropa de segunda mano, etc. No son sólo soluciones técnicas, científicas o tecnológicas. Son realmente valores y modelos de sociedad. La educación sobre el cambio climático también implica trabajar en historias para promover futuros deseables con moderación. Y que no se perciba como una restricción, sino como un estilo de vida deseable. Eso es lo que hacemos.
FOTO: Reciclaje de productos. Valores y modelos de sociedad
También es lo que hacemos en la educación sobre el cambio climático, hablando de diferentes narrativas para imaginar un futuro posible y con más moderación. Intentamos promover cómo sería un futuro no catastrófico, sino vivible, con la naturaleza, la biodiversidad, etc.
Hay que usar acciones que sean modestas. Y, poco a poco, van a poner a las personas en una situación en la que están convencidas de que pueden actuar. El cambio climático es un problema a largo plazo. No lo resolveremos chasqueando los dedos, simplemente diciendo que las empresas se enfocarán, que el gobierno hará esto mañana. Requiere cambios de comportamiento y cambios de valores, y eso se construye con el tiempo.
–¿Qué papel juega la protesta social en el cambio climático?
–Durante casi 15 años, hice mucho cabildeo con el Ministerio de Educación Nacional en Francia para cambiar los programas escolares, y no funcionó. Y no fui el único que hizo este cabildeo, también toda la comunidad científica lo hizo, y no sirvió de nada. Luego llegó Greta Thunberg, y realizó todos estos movimientos de protesta con los estudiantes en la calle, donde pedían ser educados sobre este tema. Y de repente, el Ministerio de Educación dijo: “vamos a cambiar los programas”.
La movilización de una parte de la población puede generar cambios, pero en este caso, por ejemplo, integrar el cambio climático en los programas escolares no es toda la solución. Detrás de eso, hay todo el acompañamiento de los profesores, los recursos pedagógicos. Pero es una prueba de que los movimientos sociales a veces pueden ser la “chispa” que necesitamos para que algo sea escuchado o que algo cambie.
* Traducción simultánea de la entrevista: Natalie Nicetto