Dos políticos jugando a youtubers | Crónica del cierre de campaña de Máynez

Dos políticos jugando a youtubers | Crónica del cierre de campaña de Máynez

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Un toquín con dos políticos jugando a youtubers. Eso fue el cerrojazo de campaña de Movimiento de Ciudadano en la capital de México.

Un recibo de cumplido; un trámite en el que lo único memorable serán los recuerdos. Piezas de museo de aquellos días por venir en los que los futuros ciudadanos dirán, como quien vio una tardeada con las bandas juveniles que estarán disueltas por la vejez y el “cada uno tomó por su lado”. “Yo estuve allí”, como quien revive una experiencia peculiar, de esas de un puñado, que dan cierto caché en las reuniones de recuerdos raros. “Yo estuve con aquel que se llamaba Máynez…”.

Difícilmente los congregados por Jorge Máynez y Salomón Chestorivski al Blackberry de la colonia Condesa volverán a ser tantos, y suena poco probable que en cuatro meses tengan la memoria fresca para recuperar, aunque de oídas, lo que los candidatos a la presidencia de la República y la jefatura de gobierno dijeron en nueve minutos -entre los dos- de prefabricadas arengas y reiterados autoelogios.

“La campaña eres tú, muchas gracias, este festival es para darte las gracias”, exclamó un exaltado Máynez ante -según los administradores del lugar- unas mil 600 personas, la mayoría de ellas convocadas por primera vez a unas presidenciales para el 2 de junio. “Dijeron que no había alternativa y aquí estamos”, había dicho -como si el micrófono hubiera sido necesario- a grito abierto “Cherto”, como le llamaron y volvieron a llamar y volvieron a llamar los entusiasmados asistentes a la tocada de barrio.

Serán pocos los que en 2030 -y menos aún, en 2036- tengan en claro qué sucedió esta tarde de mustia lluvia y cielo nublado en la calle de Tlaxcala, entre Chilpancingo e Insurgentes. Las playeras, los muñecos con la cara del candidato y las bolsas de naranja fluorescente durarán más en el armario, en el ropero y en la cocina que el recuerdo de una ceremonia de Tik Tok, que será ya nada cuando el índice del instante traiga el nuevo chiste, el nuevo meme o el próximo desengaño. Mañana, al rato, al ratito pertenecerá al almacén de los videos vistos, ya antepasados.

Un toquín, un toque de pantalla, una selfie de culto urbano si quiere: experiencia de pocos, de logia, de club que desprecia a los partidos, a las candidatas y a la tradición de la “política de siempre”. Máynez, Máynez, Máynez, loop, repetición pegajosa que al reafirmarse se desgasta, que dura menos que las canciones del verano.

Antes de las seis de la tarde, centenas rodeaban el recinto para escuchar a las bandas que acompañarían a las estrellas pop del Movimiento Naranja. Frescura, risas y vitalidad sobre las banquetas: el divino tesoro en jeans, tatuajes y corazones arremangados; la juventud temprana.

Pacientes, con el respeto en fila y con ese guiño de travesura que da la primavera, las muchachas y muchachos pusieron de su parte para que la tarde no fuera en vano. Tampoco era el día para los discursos largos y la solemnidades de los que ya basta; tampoco, eso no lo entendieron los protagonistas, para tomarse la noche a la ligera, para la repetición de dichos, hechos, de campañas que hartan: era la tarde del clic, del enchufe entre el nuevo discurso y sus futuras urnas. A los oradores les faltó relato; les sobró adolescencia.

El domingo de casillas parece lejano, para entonces anoche será el mes pasado, anécdota de lo que se ha olvidado.

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