“Días perfectos”: la felicidad de un hombre ordinario

“Días perfectos”: la felicidad de un hombre ordinario


MONTERREY, N. L. (apro).- Hirayama (Koji Yakusho) es un trabajador de limpieza que, al salir a la calle de madrugada, ve al cielo y se siente inmensamente feliz por el día que vivirá.

Es un optimista natural, que le gusta tomar fotos de árboles, a los que reverencia, y es amable con los extraños.

De perfil bajo, pasa como un hombre que no existe para el resto, pues además de hablar poco, casi nada, su trabajo es de una humildad extrema: lava los sanitarios públicos y retira los desechos corporales de los retretes que ensucian personas a las que no conoce, pero a las que sirve con dedicación.

De eso tratan los Días Perfectos (Perfect days, 2023), la nueva cinta del maestro Wim Wenders, cine naturalista que retrata los días de un hombre ordinario que goza sigilosamente cada instante de la vida.

El realizador alemán que coescribe esta historia, últimamente se había dedicado a hacer brillantes documentales. Este parece uno más, aunque sea un drama, pues sin espectacularidad hace las crónicas cotidianas de un ser que se pierde entre la multitud y pasa desapercibido.

Porque en esta historia parece que no hay trama. La cámara sigue a Hirayama mientras va al trabajo escuchando casetes de música estadounidense de los 70. En casa tiene una gran colección de cintas con su respectivo reproductor antiguo. Su otra gran pasión es la lectura, a la que se dedica al terminar la jornada laboral.

Eventualmente la rutina de este hombre apacible es alterada, aunque solo un poco. Recibe alguna visita que revela algo de su vida pasada. Su compañero de trabajo le suplica por ayuda, lo que muestra otros aspectos de su vida.

Y así, en medio de silencios, con muy poca música incidental, van transcurriendo sus días. Su casa está en perfecto orden porque, así como es extremadamente eficiente en el trabajo, en su intimidad es también metódico y rutinario. De la mano de Wenders resulta interesante, como un estudio sociológico de la rutina, cómo este hombre una y otra vez, mañana, tarde y noche, como se supone que lo ha hecho por años, se cepilla los dientes, calienta agua para el té, acciona la máquina expendedora de latas, va al sauna, regresa a casa, cuelga el traje y lee el libro en turno.

Insertado en el ambiente urbano de Tokio, una ciudad próspera y moderna, donde parece que todo fluye a la perfección, el trabajador se siente en su elemento natural.

Lo que hace el director, a través de una narrativa poética y apacible, es hurgar en la felicidad espiritual que permanece anidada en cada persona que se da el tiempo para ser feliz. No hay pirotecnia en este empleado diligente, sino simples momentos pequeños que le dan alegría y gusto, como sentarse en el parque a comer un emparedado, rescatar una plantita para cultivarla en casa o andar en bicicleta.

Koji Yakusho tiene una actuación grandiosa y poderosamente contenida del conserje anónimo que no necesita de mucho para saborear la felicidad.

Días perfectos es una cinta atrapante de lenta progresión, que exige paciencia. No es para el agrado de todos, pero quienes la entiendan la disfrutarán enormidades.





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