Recientemente adquirí el libro “What Chess Coaches dont tell you”, de John y Victoria Doknjas (Ed. Everyman Chess), el cual trata precisamente de un tema que siempre está en la cabeza de los ajedrecistas y que se resume en cómo estudiar, asunto que desde luego, no tiene una respuesta única. Sin embargo, los Doknjas buscan aclarar algunos puntos sobre el entrenamiento en ajedrez. Y más allá de los consejos y recomendaciones que dan, los cuales suelen ser útiles para el desarrollo de los ajedrecistas, plantean los autores una pregunta interesante: ¿Qué es lo que quiere realmente quien estudia ajedrez? Más de uno pensará que su meta es la de llegar a ser gran maestro, por ejemplo, pero esto en general es falso. Lo que muchos ajedrecistas que inician su camino en las competencias lo que buscan es, por ejemplo, “ganarle a sus amigos”, “ser mejor que los de su barrio”, etcétera. Es decir, esa meta de convertirse en gran maestro (lo cual es harto difícil)¸en general no se da cuando se le pregunta a los aficionados.
Así pues, quien empieza en este increíble mundo de las casillas blancas y negras, debe primero plantearse qué quiere realmente. Tal vez desee sí, llegar a ser maestro eventualmente, pero suena mucho más lógico plantearse metas más accesibles como podrían ser la de ganar eventos locales, en festivales de sus escuelas o institutos o bien incluso, tratar de competir y jugar contra uno o dos maestros reconocidos en su localidad.
Hay que indicar que, además de definir las metas a las que se quiere llegar, es importante definir cuánto tiempo voy a invertir precisamente para ello. Es claro que en este mundo donde la especialización es el denominador común, es necesario tener muy claro hacia donde se quiere ir. Y vamos, esto tampoco es un consejo demasiado novedoso. Imagine que quieren irse de vacaciones. Pues antes que nada tendrán que definir a qué lugar quiere ir y cuánto tiempo piensa estar en esa locación. Vamos, nadie se toma un avión a un destino desconocido cuando decide vacacionar. Pues bien, lo mismo es para el ajedrez.
Una vez definido esto, es fundamental también hacerse un plan claro. No se puede mejorar a cierto ritmo si decidimos un día ver partidas de Capablanca, o echarle un ojo a esos finales difíciles de torres. No, así no funcionan las cosas. Lo que se requiere es un plan que nos diga: Lunes: estudiaré partidas de mi jugador favorito; martes: estudiare finales de torres; miércoles: haré ejercicios de táctica; jueves: jugaré partidas de entrenamiento, y viernes: repasaré las aperturas que quiero jugar. Y ojo, cuando se hace este plan, también se tienen que definir cuántas horas voy a ocupar en estas tareas. De hecho, es una buena práctica tener todos los materiales a estudiar con anticipación, para así no perder tiempo en buscar qué es lo que tengo que estudiar cada día.
La mayoría de las personas muchas veces se asombra del avance de amigos o conocidos en una actividad académica o deportiva. ¿Pues qué hizo para mejorar? La respuesta muchas veces está en cambios radicales, en trabajar duro en algo y de pronto, después de meses, observar que uno ya entiende más, juega mejor, y por ende ha progresado. Y la realidad que asombrarse es injustificado, porque es evidente que el trabajo metódico y disciplinado brinda frutos.
La moraleja es simple: el mejorar en ajedrez requiere de dar ciertos pasos para convertir el estudio del juego en algo cotidiano y además, lograrlo de forma disciplinada. Los esfuerzos intermitentes no llevan más que a perder el tiempo o peor aún, a la frustración por no lograr los avances esperados.
Una palabra de advertencia es, sin embargo, necesaria: puede ser que usted se haga de un plan y lo lleve a cabo y finalmente no progrese. ¿Puede pasar esto? La respuesta es afirmativa. Y aquí pueden surgir dos asuntos: o usted no está siendo disciplinado o bien, no está simplemente estudiando lo adecuado. No obstante esta posibilidad –porque no hay garantías– es evidente que las chances para mejorar siempre estarán en quienes trabajen con constancia.