Por Ross Barrantes – Abogada especialista en Derecho Ambiental
La relación de México con el agua se remonta a tiempos inmemoriales. Desde las civilizaciones antiguas hasta la época contemporánea, el agua ha sido un pilar fundamental en la vida de sus habitantes. Sin embargo, lo que una vez fue un símbolo de prosperidad y vida, ahora se ha convertido en una crisis que amenaza la estabilidad y el bienestar de millones de mexicanos. En el corazón de esta crisis se encuentra Ciudad de México, una metrópolis vibrante y bulliciosa que, paradójicamente, enfrenta una grave escasez de agua.
Con una población de aproximadamente 22 millones de habitantes, Ciudad de México se encuentra en una encrucijada. La ciudad, fundada por los aztecas en el valle de México, disfrutó durante siglos de la abundancia de agua gracias a su ubicación en un valle rodeado de lagos y ríos. Sin embargo, el crecimiento urbano desenfrenado, la sobreexplotación de los recursos hídricos y la contaminación han llevado a una crisis hídrica sin precedentes.
Para comprender mejor la magnitud de esta crisis, es crucial mirar más allá de las estadísticas y los informes técnicos y escuchar las historias de aquellos que están directamente afectados por ella. En el año 2019, tuve la oportunidad de visitar el municipio de Iztapalapa, uno de los más afectados por la escasez de agua en Ciudad de México. Allí, me encontré con Reina, una madre de tres hijos que compartió conmigo su experiencia y sus preocupaciones sobre la situación del agua en su comunidad.
“La situación del agua aquí es desesperante”, comenzó Reina con una mirada cansada en sus ojos. “A veces hay agua, a veces no. Y cuando llega, a menudo está tan contaminada que no podemos usarla“. Reina me explicó que, en ocasiones, pasaban semanas sin agua corriente en su hogar, lo que dificultaba las tareas diarias, como cocinar y limpiar. Pero lo que era aún más preocupante para ella era la calidad del agua cuando finalmente llegaba.
“Mi hija ha estado teniendo problemas en la piel”, continuó Reina con voz entrecortada. “Las últimas veces que llegó el agua, estaba tan sucia que ni siquiera nos atrevimos a usarla para bañarnos. Y aún así, mi hija terminó con erupciones en la piel que no parecían desaparecer”.
La historia de Reina es solo una de las muchas que reflejan la cruda realidad de la crisis del agua en México. La escasez de agua no solo dificulta las actividades diarias, sino que también plantea graves riesgos para la salud pública debido a la contaminación del agua. En un país donde el acceso al agua potable es un derecho humano fundamental, esta situación es inaceptable.
Desde el punto de vista jurídico, México cuenta con leyes y normativas que reconocen el derecho al acceso, disposición y saneamiento del agua potable para consumo personal y doméstico. Sin embargo, la aplicación efectiva de estas leyes sigue siendo un desafío.
Es necesario fortalecer los mecanismos de cumplimiento y garantizar que se tomen medidas concretas para proteger los recursos hídricos y mejorar la calidad del agua.
Una de las principales preocupaciones en torno a la crisis del agua es la falta de infraestructura adecuada para el tratamiento de aguas residuales. En muchas partes del país, las aguas residuales se vierten directamente en ríos y cuerpos de agua sin tratamiento previo, lo que agrava aún más el problema de la contaminación.
Para abordar la crisis hídrica de manera integral y sostenible, es necesario adoptar un enfoque multidimensional que incluya medidas técnicas, legales y sociales. Esto incluye la implementación de tecnologías de tratamiento de aguas residuales, captación de agua de lluvia, baños secos, la promoción de prácticas de conservación del agua, la mejora de la infraestructura de distribución y la promoción de la participación ciudadana en la toma de decisiones relacionadas con el agua.
También es fundamental abordar las causas subyacentes de la crisis, como la sobreexplotación de los recursos hídricos y la contaminación del agua, mediante la implementación de políticas y regulaciones más estrictas. Solo a través de un esfuerzo conjunto y coordinado entre el gobierno, la sociedad civil y el sector privado se podrá superar esta crisis y garantizar un futuro sostenible para todos. En última instancia, la crisis en Cutzamala es un grito de socorro que no puede ser ignorado.
La escasez de agua y la contaminación son problemas urgentes que requieren una acción inmediata y decisiva. Solo con un compromiso firme y acciones concretas podremos asegurar que las futuras generaciones no hereden un mundo donde el agua limpia y segura sea un lujo en lugar de un derecho humano fundamental. En un contexto de cambio climático, crísis de calor y creciente escasez de agua, es fundamental abordar esta crisis de manera integral y colaborativa.
Las medidas tomadas hoy no solo afectarán a las generaciones presentes, sino también a las futuras.