El gobierno de Benjamín Nethanyahu, desde la incursión de Hamas en suelo israelí, el 7 de octubre del año pasado, no ha cesado en su ofensiva militar de ocupación sobre la franja de Gaza y Cisjordania, imponiéndole una tortura brutal al pueblo palestino, con pérdidas de vidas que exhiben un franco propósito de exterminio.
Parecería que estaban esperando las acciones terroristas de Hamas, para utilizarlas como el pretexto a modo que les permitiera montar la reacción desmesurada que ahora despliegan. Los muertos directos por bombardeos, fuego aéreo, ataques de infantería sobre zonas civiles, hospitales y centros educativos, ya rebasó la cifra de los 30 mil muertos. El mayor componente de la población asesinada son mujeres, niños y ancianos.
Las acciones militares perfilan el cometido de dislocar la precaria infraestructura de servicios sanitarios y alimentación que requieren los más de dos millones de gazatíes; y desatar brotes infecciosos y epidémicos, que en cuestión de meses podrían diezmar a la población palestina. En ese propósito, el ejército israelí se da también a la tarea de sabotear la ayuda humanitaria.
No hay exageración en la expresión del presidente de Brasil Lula da Silva, cuando afirma que el despliegue militar de Israel contra los palestinos, “no es guerra, es genocidio”. En su discurso en la reciente cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Lula advirtió, además, que “nuestra dignidad y humanidad están en juego, por eso hay que parar la carnicería en nombre de la supervivencia de la humanidad”.
A finales de diciembre del año pasado, el gobierno de Sudáfrica, presentó ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), una acusación formal en contra del gobierno de Israel, señalando que sus prácticas de guerra se inscriben en “un patrón de conducta genocida”. La acusación fue presentada por Naledi Pandor, canciller sudafricana, y el 28 de enero de este año, la CIJ le dio cabida a la acusación y le impuso el plazo de un mes al gobierno israelí para que informe a este organismo sobre las acciones que está siguiendo en cumplimiento a lo dispuesto en la decisión judicial.
La hostilidad del gobierno de Israel contra Brasil y Sudáfrica, ha traspasado los cánones diplomáticos. El ministro israelí de relaciones exteriores, declaró al presidente brasileño “persona non grata en su país.” En días previos, Naledi Pandor, acusó a la inteligencia israelí de tratar de intimidarla tanto a ella como a su familia.
Lo dispuesto por la CIJ, carece de dientes, porque no obstante de que es vinculante o legalmente obligatorio, no es ejecutable, es decir la corte no cuenta con los mecanismos para hacerlo cumplir, por lo mismo se obliga a recurrir al Consejo de Seguridad de la ONU, en donde los Estados Unidos e Inglaterra imponen la fuerza de su veto. La proverbial hoja en blanco para que el gobierno de Nethanyahu continúe avanzando con sus políticas de exterminio en contra del pueblo palestino.
No hay sombras sin luces. Los tiempos oscuros que señalan estos hechos, también alumbran sobre la fuerza que le permite a Brasil y Sudáfrica mantener una resistencia activa en contra del genocidio, a pesar de las amenazas y los riesgos de sufrir el aislamiento y la guerra económica. El vigor de ambos países viene del respaldo moral del sur global, pero principalmente de la plataforma económica y diplomática que representa su pertenencia al agrupamiento de los BRICS, donde se asocian las potencias emergentes como China, Rusia y la India, además de países estratégicos en el comercio mundial como Egipto y los gigantes petroleros de Arabia Saudita e Irán.
El impulso de Brasil y Sudáfrica para detener el genocidio en la región palestina, soportado implícitamente en la plataforma económica de los BRICS, no es un esfuerzo que se limita al auxilio sobre el agonizante pueblo palestino. Se advierte la conciencia de que tolerar tales atrocidades sobre un pueblo en particular, es una derrota para la humanidad entera y una regresión en la institucionalidad civilizatoria que el mundo se ha dado para evitar la guerra y garantizar la paz.
La resistencia activa de Brasil y Sudáfrica, están abriendo el camino para ponerle fin a la geopolítica en el Medio Oriente y con ello en el mundo. Una vez que se admite que la paz no se limita a la ausencia de guerra, se debe reconocer que sólo es sustentable si se soporta en proyectos de desarrollo económico.
Existen iniciativas en esa dirección. China, además de sus iniciativas diplomáticas, sostiene una propuesta de integración económica mundial a la que ha denominado La Franja y la Ruta, en ella se pueden insertar proyectos regionales para el mundo árabe, como el destacado Plan Oasis, promovido por Helga Zepp LaRouche, cuyo eje consiste en resolver el problema de abastecimiento de agua dulce y energía a esa región desértica y liberarla de su principal limitante para el desarrollo.
El Plan Oasis, apunta en su parte medular, la construcción de dos canales que -aprovechando el desnivel de 400 metros que tiene el Mar Muerto con relación al Mar Mediterráneo y al Mar Rojo- transfieran por gravedad el agua de mar y aprovechando esa fuerza se instalen plantas hidroeléctricas, además de centrales nucleares, para generar energía y desalar el agua en volúmenes de miles de millones de metros cúbicos que atiendan los requerimientos de Israel, Palestina Egipto, Jordania, Líbano y Siria.
Esto es lo que haría del Medio Oriente, un puente de estabilidad, interconexión logística y de infraestructura que potencie las economías de África, Asia y Europa. Los esfuerzos de paz en la región terminan por agotarse en la medida que el desarrollo y el bienestar de los pueblos árabes ha estado ausente.
Ciudad Obregón, Sonora, 6 de marzo de 2024