Agua y cambio climático: necesitamos soluciones integrales | Artículo de Marisa Mazari Hiriart y Francisco Estrada Porrúa


 Por Marisa Mazari Hiriart y Francisco Estrada Porrúa.

Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, Instituto de Ecología / Seminario Universitario de Sociedad Medio Ambiente e Instituciones, UNAM Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático / Programa de Investigación en Cambio Climático/UNAM

Como habitantes de este país notamos una variación en la disponibilidad de agua en diversas regiones. Esto se debe, en gran medida, a un movimiento de largo plazo causado por intervenciones antropogénicas con el sistema clima en diversas escalas espaciales. Las interacciones entre este cambio secular en el clima y diversas oscilaciones naturales como El Niño/La Niña pueden acentuar de manera significativa los retos en disponibilidad y calidad del agua en varias regiones del país.

Es necesario entender que el cambio climático global emerge de la interacción entre sistemas complejos, humanos y naturales, y se le asocian múltiples causas, efectos y retroalimentaciones. Se caracteriza por las escalas temporales y espaciales de sus efectos, alcanzando todo el planeta y comprometiendo el bienestar de generaciones presentes y futuras. Está asociado indisolublemente con impactos importantes sobre el ciclo hidrológico en el país que afectan tanto la provisión de agua como de alimentos.

Los datos sobre disponibilidad natural del agua en México muestran que ha disminuido por cambios en la precipitación y sequías. En el país se explotan 451,585 millones de m3 de agua al año, que provienen aproximadamente 60% de sistemas de agua superficial, esto es de ríos, lagos, presas, y 40% de agua subterránea, manantiales, pozos, norias. Las concesiones dominantes son en la agricultura (59%), abastecimiento público (27.5%) e industria autoabastecida (13.5%).

En 2020 se reportaron oficialmente 275 de los 653 acuíferos considerados por CONAGUA “sin disponibilidad” (42%), así como de 757 cuencas, se identificaron 104 cuencas en la categoría “sin disponibilidad” (14%). Esto significa que el volumen total de agua renovable tanto subterránea como superficial ya no ocurre en forma natural; extraemos más agua de la que se renueva. Con cambio climático se espera mayor escasez en el norte y centro del país, mientras que en el sur y sureste se presentarán precipitaciones en exceso. Estos cambios están acompañados por periodos más largos de secas y una mayor frecuencia de eventos extremos de precipitación.

La población en la República Mexicana se ha casi quintuplicado desde mediados del Siglo XX, concentrándose en 35 ciudades que superan los 500,000 habitantes, con una gran demanda de servicios de agua y saneamiento. Esto conlleva una enorme vulnerabilidad para la población, en su mayoría viviendo en zonas de baja disponibilidad y alto estrés hídrico, como las tres grandes urbes de este país: Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.

La calidad del agua, tema que rara vez acompaña las discusiones sobre la disponibilidad de esta, es un elemento crucial. En general los ecosistemas acuáticos superficiales de México muestran mala calidad del agua, lo que empeorará con el incremento de temperaturas y reducciones en precipitación. El incremento de temperaturas y concentración de nutrientes produce un crecimiento exacerbado de algas y, con ello, eutrofización en los cuerpos de agua.

Los efectos sobre la producción agrícola representan un alto riesgo para la seguridad alimentaria nacional. La sequía provocó crisis importantes entre 1940 y 1987 en la producción de granos. Para el maíz, alimento fundamental en México, a finales del siglo se espera una reducción de rendimientos de hasta 80%. Actualmente, algunos cultivos y estados ya presentan reducciones importantes (5%-20%) en sus rendimientos.

Ante esta disminución en la cantidad de agua y limitaciones por cuestiones de calidad es necesario aplicar tecnología de punta e invertir en el tratamiento de aguas residuales con el objetivo de hacer un reúso de agua seguro. Es una de las estrategias que apuesta a la seguridad hídrica actual y futura.

La situación referente al agua nos afecta de manera directa, en nuestras actividades diarias y en la producción de alimentos. Encontrar respuestas apropiadas no es simple, no se trata de proponer soluciones de campaña y luego no tener manera de cumplirlas porque simplemente no hay agua disponible. Debe ser tarea de grupos inter y transdisciplinarios, que entiendan las diferentes aristas del problema y propongan estrategias que tomen en cuenta la perspectiva social, económica, ambiental, legal, y no simples ocurrencias.

En los debates y propuestas se hace mucho énfasis en la captación de agua de lluvia. Se trata de una estrategia complementaria, pero que solo funciona si llueve. Se habla de desalinización, opción cara y que requiere inversión en tecnología. Se menciona muy a la ligera el evitar fugas en sistema obsoletos y en terrenos difíciles, alcanzable pero con una inversión considerable. No se han mencionado los grandes volúmenes de agua utilizados por la industria minera y química, de aguas y bebidas. Por ejemplo, empresas mineras que regresan agua inutilizable por presencia de metales y que no son tratadas para poder ser aprovechadas para ninguna otra actividad o el uso de agroquímicos para la producción agrícola que a través de aguas de retorno afectan la calidad del agua de los ecosistemas naturales.


Invitamos a las candidatas y candidatos a puestos de elección popular y a los tomadores de decisiones a pensar en soluciones integrales y a mayor escala, tales como la conservación de áreas con vegetación natural en los alrededores de las ciudades, recuperación de zonas afectadas por la tala, y freno a la frontera agrícola, que permitan de manera natural y a mayor escala la recarga de cuerpos de agua y acuíferos; aún con el costo político que implica no permitir el crecimiento de la mancha urbana. Se requiere aplicar realmente los planes de Ordenamiento Territorial en beneficio de los pobladores por zonas específicas. Urge una visión de sostenibilidad en el mediano y largo plazo, en beneficio de todos los pobladores, con una continuidad que permita realmente un futuro con un mayor bienestar para los mexicanos.



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