“Voy a votar por Claudia Sheinbaum. Por su
trayectoria y su compromiso democrático” *
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano **
El próximo domingo habremos de elegir a la primera presidenta de la república: Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez. De manera inusual una gran cantidad de personajes de la vida pública han anticipado el sentido de su voto para esta elección presidencial (en el epígrafe destaco el caso del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas).
Coincido con quienes piensan que en la decisión que habremos de tomar el 2 de junio están en disputa dos proyectos de nación contrapuestos, representados por Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
Por lo que hace a los componentes sociales y económicos del proyecto de nación, Sheinbaum impulsa un proyecto de izquierda. Aunque su desempeño como Jefa de Gobierno ponga en duda sus convicciones en ese ámbito del espectro político, propone establecer una política de bienestar basada en derechos sociales de fuente constitucional, cuyo ejercicio efectivo esté garantizado por el estado. Gálvez, a pesar de que se dice de izquierda, abandera una agenda que perfila un proyecto de derecha basado en la creación de oportunidades para alcanzar el éxito a partir del esfuerzo individual.
Sheinbaum propone la creación de un sistema de cuidados, la consolidación de los programas sociales -con transferencias monetarias-, el impulso a la educación pública y la vivienda social y un sistema de salud pública con acceso universal. Gálvez, el regreso de las estancias infantiles y el seguro popular y el modelo educativo impulsado por Calderón y Peña, además de dar continuidad a los programas sociales del actual gobierno.
Sheinbaum impulsa las bases de un Estado de Bienestar. Gálvez el regreso a un Estado neoliberal y el “echaleganismo” que, como lo explican Roberto Vélez Grajales y Luis Monroy-Gómez-Franco, implica “la idea de que en la vida basta con hacer el mejor esfuerzo” y de que “quien ‘no la hace’ en la vida -más allá de los logros con los que determinemos eso- no se esforzó lo suficiente”.
“Echaleganismo” que, en su versión Xóchitl Gálvez, bien se podría explicar con base en la absurda y ofensiva -por decir lo menos- expresión de campaña de la candidata presidencial de “Fuerza y Corazón por México”, que cito textual a continuación: “Si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio, eres bien güey”. O, para decirlo en forma menos ruda -o más afinada-, si a los 60 años no tienes un patrimonio es porque no le “has echado ganas” o, de plano, has tropezado en la vida.
Aunque Gálvez aclaró que con ese dicho se refería exclusivamente a Sheinbaum, en respuesta al señalamiento que en uno de los debates presidenciales le hizo la candidata de Morena de que ella vive en un departamento rentado y que Gálvez tiene una casa propia, por regla general es válido dar mayor crédito a la declaración espontánea de una persona que a la versión corregida luego de meditar sobre su dicho o de que alguien le ha hecho ver lo erróneo de sus palabras.
Si se analiza el contexto en el que Xóchitl Gálvez pronunció la frase, y si se toma en cuenta el hecho de que la aclaración vino hasta después de que una persona de su equipo de campaña le hizo ver lo desafortunado de su comentario, todo indica que la frase deriva, en muy buena medida, de la convicción de la candidata presidencial de la alianza opositora de que no son las condiciones sociales y económicas y el ejercicio efectivo de los derechos sociales los que determinan la posibilidad o no de una vida digna para las personas; sino que lo fundamental para la prosperidad de la personas es el “echaleganismo” y, por añadidura de la ingeniera Gálvez, el no “ser bien güey”.
Como impulsora de la agenda de la derecha, Xóchitl Gálvez parece olvidar que datos del INEGI muestran que para 2020 solo el 68.8% de las más de 35 millones de viviendas particulares habitadas en el país eran propias.
En un texto de 2019 denominado “Principales retos en el ejercicio del derecho a la vivienda digna y decorosa”, el CONEVAL estableció que dentro de los medios mediante los cuales se materializa el derecho humano a la vivienda se encuentra la accesibilidad económica, es decir, el hecho de que el gasto para contar con una vivienda “no comprometan ni impidan el logro y la satisfacción de otras necesidades básicas”, y que el hecho de que en el país “más de la mitad de las personas se encuentra por debajo de la línea de bienestar, coloca a la mayoría de la población “en una situación de inasequibilidad económica para satisfacer su necesidad de vivienda”.
Ni la irracional “categoría de análisis” –“ser bien güey”- aportada por la ingeniera Xóchitl Gálvez explica la carencia social de acceso a la vivienda, ni el “echaleganismo” -que parece estar arraigado en las ideas de prosperidad y bienestar de Gálvez- basta para lograr la justicia social y una vida digna. Como señalan Roberto Vélez Grajales y Luis Monroy-Gómez-Franco: “A diferencia de lo que mucha gente supone, lo que la evidencia empírica en la investigación académica arroja es que el esfuerzo no basta, sino que, por el contrario, las circunstancias de las personas -o sea, aquellos factores fuera de su control- influyen mucho en sus logros en la vida”.
En cuanto al componente político, Sheinbaum impulsa una propuesta sustentada en la agenda de reformas del presidente López Obrador, que busca concentrar más el poder político bajo un modelo de presidencialismo autoritario. Gálvez propone, al menos en el discurso, la distribución del poder mediante un gobierno de coalición que dé paso al cambio del régimen político, para transitar hacia un sistema presidencial con mayores contrapesos y colaboración y equilibrio entre los poderes de la república.
Sheinbaum, como continuadora del proyecto de la Cuarta Transformación de López Obrador, va por el regreso de la “presidencia imperial” (Krauze dixit) con una concepción aún más autoritaria que la del presidencialismo mexicano clásico. Gálvez impulsa la reforma del poder (Colosio Murrieta dixit) en muy buena medida por mandato de la coalición que la postula, y una “Nueva República” como compromiso expreso ante una demanda de las organizaciones sociales que impulsan su candidatura.
Los promotores de la candidatura de Xóchitl Gálvez -y la propia candidata- han hecho insistentes llamados al “voto útil”; es decir, a un voto estratégico cuya lógica ha sido claramente definida por Maurice Duverger en su libro Los partidos políticos (FCE, México, 1990), en los términos siguientes:
“En el caso de un tripartidismo funcionando en régimen mayoritario de una sola vuelta, los electores comprenden a menudo que sus votos están perdidos si siguen dándoselos al tercer partido: de ahí su tendencia natural a hacerlos recaer en el menos malo de sus adversarios, a fin de evitar el éxito del peor”.
Con la elección presidencial de este año se definirá más que un proyecto político sexenal. Pero no coincido con quienes señalan que el próximo 2 de junio está en juego la democracia e, incluso, la existencia de la república. Los riesgos que amenazan a ambas son reales e inminentes, pero van más allá del resultado de la elección presidencial. Por eso no creo que la idea del voto útil -como lo entienden sus promotores en esta elección- tenga fundamento y, en consecuencia, considero que no les va a funcionar.
Lo que sí creo es que sería muy útil para la salud de la democracia y de la república el voto diferenciado. El que la ciudadanía acuda a las urnas con la clara conciencia de la importancia de todos sus votos y no solo de su voto en la elección presidencial. Votar diferenciado significa considerar la ventaja de desoír los llamados tanto a votar por la misma fuerza política para todos los cargos, como a emitir un “voto útil” en una elección plebiscitaria a favor o en contra del régimen actual.
Votar diferenciado significa ejercer el derecho a votar en plena libertad y, en caso de que así lo considere adecuado cada ciudadana o ciudadano en forma individual y libre, hacerlo por diferentes opciones en cada una de las boletas, conforme a sus preferencias para cada uno de los cargos a elegir y sin importar qué partido o coalición los postulan.
Votar diferenciado significa poder elegir conforme a diferentes criterios, sin el yugo del “voto útil” o del “voto parejo” y sin la atadura de tener que votar por la opción que garantiza derrotar al régimen o que asegura la continuidad. Significa votar en libertad por quien cada ciudadana o ciudadano considere la mejor opción –y librarse de la opción de tener que votar por el menos malo– para gobernar al país, a su entidad federativa, a su municipio o a su demarcación en la Ciudad de México o para representarlo en el poder legislativo.
Votar diferenciado significa votar en libertad para generar contrapesos a los poderes ejecutivos desde el congreso federal o local, para permitir el crecimiento de una tercera vía para futuras elecciones o para, en aras de la pluralidad, abonar a la permanencia de un partido político. En todo caso, conforme a lo que cada ciudadana o ciudadano considere que es lo mejor.
El voto estratégico, el voto útil, el voto diferenciado o el voto parejo deben ser una elección individual libre e informada. Voto libre significa decidir sin el temor de que, si la candidata que ha llamado al voto útil no resultara electa, en un arranque de sinceridad o de cólera, o como una ocurrencia más, pueda espetarnos el domingo en la noche o el 3 de junio que perdió porque “las y los ciudadanos somos bien güeyes” por no votar por ella. Voto libre significa sufragar sin el temor de que, si la candidata triunfadora no obtiene las mayorías en el Congreso de la Unión, culpe a la ciudadanía de “frenar su proyecto de gobierno”.
En relación con la importancia de que haya un alto nivel de participación ciudadana, hay elementos para suponer que este podría superar con creces el 63% de la elección presidencial de 2018. Enhorabuena si así sucede. También hay suficientes elementos para sostener que un alto nivel de participación no necesariamente favorecería a las candidaturas de la alianza opositora. Más allá de quien o quienes resulten beneficiados con un alto nivel de votación, sería una gran noticia para la democracia si se superara el 65% de participación ciudadana.
* Declaración del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano extraída de la entrevista que concedió al periodista Zedryk Raziel del periódico El País, publicada el 15 de mayo de 2024 en el diario español.
** El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano fue candidato a la presidencia de la república en 1988, 1994 y 2000 y un actor político fundamental en la transición a la democracia en México.
*** Roberto Vélez Grajales y Luis Monroy-Gómez-Franco, Por una cancha pareja. Igualdad de oportunidades para lograr un México justo, Editorial Grano de Sal, México, 2023.