CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).– Cada país tiene sus héroes locales y el ajedrez no es la excepción. Recordemos por ejemplo al ingeniero Alfonso Ferriz Carrrasquedo, quien por años mantuvo un club de ajedrez por la colonia Santa María la Rivera, y del cual salieron algunos jugadores que llegaron a jugar muy bien, incluso internacionalmente. También tenemos a su hijo, “Poncho” Ferriz, quien se dedicó por muchos años a la difusión del ajedrez en el país y que incluso tiene una institución educativa “EsNAJ” (escuela nacional de ajedrez), la cual siguen manteniendo sus hijos, pues Poncho falleció en la pandemia.
Otro gran personaje, animador constante en cuanto torneo había, fue el Maestro Internacional Willy de Winter, políglota, dedicado profesionalmente a los idiomas, aunque su pasión fue toda la vida el juego ciencia, el cual falleció el día 12 de mayo en la tarde (domingo), a la edad de 91 años. La noticia es realmente muy triste porque el ajedrez mexicano pierde uno de sus personajes más pintorescos, que además, apoyó de todas las maneras posibles a ajedrecistas, organizaciones y clubes.
Creo conocí a Willy en el desaparecido Club Pomona (hace más de 50 años), el cual abría sus puertas los martes y los viernes. Jugué algunos torneos ahí y Willy cada viernes, sin falta, llevaba un boletín de una o dos cuartillas (El Caballo Negro), el cual se repartía a todos los que acudíamos al club. Se llevaba cuenta de los resultados de los torneos locales, de las noticias más relevantes del mundo del ajedrez, etcétera.
En algún momento Willy estuvo en la televisión hablando de ajedrez (en el noticiero nocturno de Zabludovsky), comentando las partidas del match Fischer contra Spassky, que se llevaba a cabo en 1972 en Islandia. Muchos años después apareció en la televisión en el programa sabatino de Saldaña, en donde con una serie de colegas notables de las letras, hablaban de idiomas, expresiones, definiciones, etcétera. Era un apasionado de los palíndromas e incluso escribió un par de libros sobre el tema. El incansable Willy estaba en todo y mi explicación a esto la hallé cuando una vez me dijo: “el cansancio es ficticio”. Willy era el ejemplo perfecto de esto.
Con Willy de Winter jugué muchas partidas. Me ganó algunas de manera brillante. Recuerdo vivamente una de ellas, la cual duró unas cinco horas y en donde se dieron un sinfín de posibilidades complicadas. En algún momento estuve meditando una jugada unos 40 minutos, en una posición crítica. Willy se aplicó igualmente y era claro que nos estábamos jugando el todo por el todo. Fue una larga partida que finalmente terminé ganando a un Willy que se jugó todos sus recursos hasta el último momento. Era un luchador increíble y sabía que en ajedrez las posibilidades y recursos siempre se presentan. Nunca fue un rival fácil.
Cuando cumplió 89 años se organizó un torneo en su nombre, el cual –curiosamente– el propio Willy patrocinaba. Era una justa entre amigos que se destrozaban en el tablero, pero que al final del evento festejábamos todos con un Willy feliz, porque él era para el ajedrez, o para decirlo en términos populares, ya Willy de Winter no se pertenecía, pertenecía al ajedrez.
Willy hizo mucho por el ajedrez mexicano y siempre de forma desinteresada. La existencia de clubes, revistas, actividades ajedrecísticas, etcétera, se le deben directamente a él aunque no le gustase que se supiese. Si debo quedarme con algo, recordaré una de sus frases más famosas. “La vida es una insípida interrupción del ajedrez”. Todo está dicho. Te vamos a extrañar, Willy. Descansa en paz.