CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Era tal la armonía de su espíritu, que toda su obra pictórica está impregnada de ella, por lo que su partida empató con la conmemoración de los 85 años del exilio republicano, cuyas fotos se ven ya desde el día 8 en las rejas del Bosque de Chapultepec.
Así recordó recién a Francisco Ruiz Chamizo (Sevilla, 1924-Toluca, 2014) su hija María Elena:
“Eso fue su pintura, pasión desde la infancia que desarrolló a partir de 1965. Nunca dejó de pintar. Una narrativa inquebrantable de ventanas y loas a la vida. Conexión constante entre paisajes marinos, acuáticos, de atardeceres manchados de naranja y morado. De barcos con mástiles y cuerdas, reflejos/espejos inquietos en el mar. Sin duda sus recuerdos del Guadalquivir, de Cádiz, donde vivió obligado por la situación de la Guerra Civil española, pero también de La Habana, de Veracruz. Olas, muelles, lanchas y barcazas”.
Y otra de sus hijas, Maricruz, apuntó apenas antier:
“Mi padre decidió ser pintor. La inspiración que se la provocó al mirar detenidamente las pinturas y esculturas de los parques de Sevilla, que mezcló con sus vivencias de Cádiz y México”.
Era un niño cuando la Guerra Civil lo separó de sus padres, y justo llegó a Cádiz para vivir con su padrino. No sería sino varios años después cuando pudo reencontrarse con ellos. Y hasta los 99 años vivió en México (nació el 3 de diciembre de 1924 y partió el 3 de mayo). Aquí se casó con la santanderina María Francisca Gallut Fernández, con quien procreó seis hijos (las dos mencionadas, más Francisco, Ana María, María del Carmen y Lorena). Maricruz, también artista (colaboradora de Proceso como cartonista de la sección cultural), evocó:
“Aquí en Ciudad de México se enamoró, se casó muy enamorado, y tuvo seis hijos a quienes sacó delante de manera complicada pero divertida y amorosa. La vida le ‘pudo mucho’ con la pérdida de su hijo Paco, muy dura, y después a enfrentarse a dejar ir a su mujer, de la que siempre estuvo muy enamorado.
“Con él no hubo nada que no tuviese solución: ‘No vengo a ver si puedo, sino porque puedo vengo’, decía”.
Por su parte, la semblanza redactada por María Elena para Proceso, completa, es ésta:
“De alma ligera y palabra jovial. Divertido y generoso. Bohemio y filósofo. Conocedor del sentido más profundo de la vida, aquel que requiere una mirada sabia y sensata. La suya transitó por cerca de una centuria (más de 99 años) entre las vivencias y memorias de una Guerra Civil que hincó sus dientes en la carne familiar, y unos aires renovados de esperanzas en una patria no nueva, sino aquella que con amor cobija con brazos fraternos. Francisco Ruiz Chamizo fue primero sevillano y luego andaluz por los cuatro lados. Exiliado, emigrante, pero también mexicano; moro y mexicano.
“Y con ello y por ello, recorrió un camino permanente de ida y vuelta entre su Sevilla natal, entre el cante jondo y el flamenco y su México, el de la música de corridos y rancheras, de sones y boleros, entonados todos con entusiasmo permanente.
“Las emociones son tesoros de los recuerdos. Brotan de las maneras más insólitas para sacar lo que hay dentrito y tejer parte de nuestras vidas. Francisco Ruiz Chamizo decidió ser pintor. Por sus manos y pinceles se conectaron las imágenes de sus memorias y alegrías, de sus entusiasmos y pasiones, inspiradas en el arte sevillano de iglesias y esculturas, en el Cristo del Gran Poder y la virgen de la Esperanza Macarena. Procesiones, bailes, armonías, olores a incienso y a jazmín.
“Eso fue su pintura, pasión desde la infancia que desarrolló a partir de 1965. Nunca dejó de pintar. Una narrativa inquebrantable de ventanas y loas a la vida.
“Conexión constante entre paisajes marinos, acuáticos, de atardeceres manchados de naranja y morado. De barcos con mástiles y cuerdas, reflejos/espejos inquietos en el mar. Sin duda sus recuerdos del Guadalquivir, de Cádiz, donde vivió obligado por la situación de la Guerra Civil española, pero también de La Habana, de Veracruz. Olas, muelles, lanchas y barcazas.
“Sevilla y Andalucía siguieron allí, en sus lienzos y tablas. Calles estrechas, balcones que se encuentran, geranios, naranjos y azahares; pueblos blancos de sol, el orgullo de la tierra, sus olores, sus colores, su ‘duende’.
“Sus manos alcanzaron también otros espacios de grandes evocaciones: Turquía, Grecia, Italia, México, La arquitectura de mezquitas tomó la voz junto a camellos y beduinos, mientras que las callecitas de Guanajuato se acompañaban de una colorida paleta de muros y barro pintado.
“Murillo, Velázquez y Sorolla, maestros de la pintura española, fueron aguas de las que abrevó para explorar y desarrollar su estilo y sus propias técnicas pictóricas, así como lo fue el trabajo de su hermano menor, Juan Chamizo, nombre artístico del pintor que también admiró.
“Con pinceladas cortas de abundante pigmento, trazos largos, lugares consagrados en su mente y su imaginación, Francisco Ruiz Chamizo deja un legado de visiones construidas a lo largo de una vida en el exilio, que encontró eco en sus manos y se reconfortó en los aires de otras geografías, sin dejar de lado lo suyo, su España amada.
“Hoy, los cuadros de Francisco Ruiz Chamizo están fundamentalmente en colecciones privadas de exiliados españoles, así como de familias mexicanas. Otra parte de su obra será expuesta públicamente.”
En Chapultepec, la memoria
Las rejas del Bosque de Chapultepec, que se han convertido desde hace varios años en un espacio de difusión y galería al aire libre, alberga la muestra fotográfica 85 Años del Exilio Republicano Español en México.
Resultado de la hermandad entre México y España, el exilio fue una situación adversa para los que lo vivieron: por un lado la salida forzada de un gran número de personas y familias a causa de la Guerra Civil española (1936-1939), y por el otro la esperanza para los que se asentaron en México.
La invitación directa fue del presidente Lázaro Cárdenas en 1938, y así llegaron artistas, escritores, científicos, profesores, quienes se integraron al país e hicieron aportaciones notables en sus distintos ámbitos, como en ciencias, literatura, cine, arte, arquitectura, derecho, traducción, economía, docencia.
En el entorno literario y del pensamiento permanecen los nombres de, entre muchos otros, Manuel Altolaguirre, Max Aub, Agustí Bartra, Luis Cernuda, Enrique Díez-Canedo, León Felipe, José Gaos, Eduardo Nicol, José Moreno Villa, Juan Rejano, Adolfo Sánchez Vázquez, Joaquín Xirau; a su lado, instituciones como el Ateneo Español de México y la Casa de España en México (actualmente El Colegio de México) son imprescindibles para entender la cultura en la segunda mitad del siglo XX.
De ahí que la muestra en la Galería Abierta de las Rejas de Chapultepec (en medio de recientes guerras como las de Ucrania-Rusia e Israel-Gaza) rinda tributo a la hermandad entre naciones. La exposición 85 Años del Exilio Republicano Español en México incluye 150 fotografías históricas y documentos oficiales divididos en cinco secciones: Nace la II República Española, La Guerra Civil, El Éxodo, El Exilio en México y El Exilio Hoy, ofrecen un recorrido visual por los primeros momentos de los exiliados y el legado de académicos, científicos y artistas en México, y permanecerá hasta el 26 de junio.
El embajador de España, Juan Duarte Cuadrado, reafirmó su agradecimiento al expresidente Lázaro Cárdenas del Río, mientras que la subsecretaria de Relaciones Exteriores de México, María Teresa Mercado, aseguró que el asilo es para nuestro país un derecho humano:
“México y España han construido una relación sólida. Es así que la acogida de los más de 25 mil refugiados y exiliados que huyeron de la guerra y la dictadura franquista constituyen uno de los momentos más importantes para definir lo que hoy en día es nuestra diplomacia mexicana, que se compromete con aquellos que son perseguidos y vela siempre por las mejores causas de la humanidad”.
Por su parte, el presidente del Ateneo Español de México, Juan Luis Bonilla Rius, recordó que el 13 de junio 1939 el barco Sinaia llegó al puerto de Veracruz con los primeros refugiados españoles que huían de la dictadura hispana.
Mientras que el jefe de Gobierno capitalino, Martí Batres Guadarrama, recordó el significado que tuvo el exilio en las familias progresistas españolas que huían del franquismo:
“En el momento de la más terrible ofensiva fascista del franquismo, en 1939 y desde antes México abrió sus puertas al exilio republicano español. Esa es una página apasionante de la historia de España, de México, del mundo. Podemos hablar de ese episodio como la hazaña diplomática que significó, también podemos hablar de la visión humanista y generosa del general Lázaro Cárdenas, asimismo de la fascinante República Española que buscó combinar dos grandes utopías: la de la libertad y la de la igualdad en una sola”.
Y recordó que los exiliados y sus descendientes levantaron escuelas como el Colegio Madrid, el Luis Vives, la escuela Bartolomé Cossío, el Herminio Almendros, entre otros; editoriales como Era, Costa Amic, Patria, Grijalbo, Séneca; librerías como Bonilla, las de Cristal; empresas como Somex, Vulcano, Alimentos Ibarra, la Compañía Lírica, e instituciones como el Ateneo Español.
Y culminó:
“¿Dónde está el secreto de una comunidad que aportó tanto a México y sigue aportando? Tal vez en lo que dijimos al principio, que es una parte de España que luchó, transformó, pensó, elaboró, creó y luego se trasladó a México. Como dije, es como si una parte de lo mejor de España se hubiera insertado en nuestro país y pasó a formar parte de nuestra vida”.
El 9 de abril de 2006, en su edición semanal 1536, Proceso publicó este testimonio del pintor sevillano Francisco Ruiz Chamizo:
“Soy un niño de la guerra y esta es parte de mi historia. Mi padre, Francisco Ruiz Cobo de Guzmán, fue de ideas republicanas y de izquierda durante la Guerra Civil española. Siendo Secretario Particular del Gobernador de Sevilla, fue perseguido por el gobierno franquista. El clima de guerra y persecución causó la pérdida de contacto con sus hijos ya que, por la seguridad nuestra y por la propia tuvo que huir, primero de Andalucía y luego de España junto con mi madre.
“(…) esta es parte de una historia personal que, estoy seguro, marcó el rumbo de miles de niños españoles. Vivo en México desde entonces. Aquí trabajé toda mi vida y aquí formé una familia de seis hijos con una mujer cuya niñez estuvo marcada también por la Guerra Civil de nuestro país. Hoy tengo 81 años (…).”