CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Rita Patiño, la protagonista del documental de Santiago Esteinou, fue una mujer rarámuri que estuvo recluida 12 años en un hospital psiquiátrico en Estados Unidos, sin acceso a un intérprete e inadecuadamente diagnosticada con esquizofrenia, mal medicada y despojada de sus derechos.
Pero ya antes, en su comunidad, había sufrido múltiples formas de maltrato y discriminación.
El título del largometraje es Muki sopalírili aligué gawíchi nirúgame (La mujer de estrellas y montañas, México, 2022) y acaba de estrenarse en el país.
“Para nosotros contar su historia es importante, porque ello contribuye a visibilizar su experiencia que, tristemente, es también la experiencia de muchas mujeres indígenas, migrantes y personas con discapacidad”, dice Esteinou (Ciudad de México), también realizador de Dolor crónico(2008) y Los años de Fierro (2014).
En el filme se narra como un día en los años ochenta Rita Patiño, una mujer indígena rarámuri (tarahumara), abandonó su pequeña comunidad, ubicada en lo profundo del Cañón de Urique, para emprender un viaje que la llevó desde la sierra tarahumara hasta Kansas, Estados Unidos, donde fue detenida por la policía mientras se refugiaba al interior de una iglesia.
Días más tarde fue diagnosticada con esquizofrenia por las autoridades de Kansas, quienes a pesar de no haber podido determinar su idioma ni su procedencia étnica, decretaron internarla involuntariamente en un hospital psiquiátrico.
Tras las secuelas del confinamiento y la medicación, Rita regresó a vivir a la Sierra Tarahumara con Juanita, su sobrina, quien dentro de posibilidades económicas precarias se encargó de su cuidado con amor. Y aunque Rita fue indemnizada, el dinero se lo quedó una monja estadunidense.
La mujer de estrellas y montañas, de cien minutos, es distribuida por Piano. El director de fotografía es Axel Pedraza. Con la edición de Javier Campos. Los productores son Esteinou y Hoomanz Productions con el apoyo de EFICINE 189, Instituto Mexicano de Cinematografía y ALSEA.
Esteinou estudió cinematografía en el Centro de Capacitación Cinematográfica y Temple University. Posteriormente realizó una maestría en Derechos Humanos en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
La idea
El cineasta conversa que siempre le ha gustado correr. Y que justo la palabra “rarámuri” significa “corredores a pie”, característica por la que se distingue ese pueblo:
“Un amigo me mostró un libro sobre corredores rarámuris, ni siquiera era sobre uno, un corredor estadounidense, Michael Randall Hickman, quien se fue a vivir a la sierra tarahumara, y se hacía llamar Caballo Blanco. El libro empieza hablando un poco sobre los rarámuris que corren mucho y en un párrafo se lee que una mujer indígena corrió de Chihuahua hasta Kansas…”.
No creía lo que estaba leyendo –dice–. Creyó que eso lo había inventado Randall Hickman:
“Entonces pensé: ‘¡No puede ser que se haya llegado a tanto!’. Que esté detenido alguien por tanto tiempo y que por la lengua que estás hablando, ensalada de palabras se dice en términos psicológicos, digan que son ruidos raros. Entonces empecé a buscar en Google para ver si eso era cierto.Y después de cinco minutos me salió un caso que se llevó a la Corte de Apelaciones de Colorado, y escribí a la Corte para pedirle los documentos”.
Después vio en Google la obra teatral que escribió Víctor Hugo Rascón Banda, titulada “La mujer que cayó del cielo”, basada en Rita Patiño, y protagonizada por la actriz Luisa Huertas. Un día se topó con Maribel Uribe y le contó lo que pensaba elaborar. Ella le señaló que había trabajo con Rascón Banda y que lo contactaría con Luisa Huertas, y así fue. “Eso fue el inicio de ir descubriendo un mundo que después ya fuimos aterrizando.
“Me puse a hacer un análisis muy bien documentado de qué pasó en términos legales y luego le conté a una amiga que es productora, quien dijo que iba hablar a la prisión de los pueblos indígenas en Chihuahua para notificarles que yo deseaba hacer el documental sobre Rita y ver si sabían algo. Le contestó una persona que aparece entrevistada en el documental, el doctor Jiménez, y le dijo que él conocía a Rita y que nos fuéramos al otro día para Chihuahua.
“Entonces Juanita, sobrina y cuidadora de Rita, al principio se hallaba un poco renuente porque habían ido ya dos cineastas más al psiquiátrico a intentar hacer una película sobre ella, pero yo creo que no pudieron seguir. poco a poco fuimos ganando la confianza de ella y nos hicimos amigos”.
–Impresiona que Rita nunca tuvo acceso real a la millonaria indemnización de la que había sido acredora. Sufre justicia tras injusticia, ¿verdad?
–En su propia comunidad fue maltratada, marginada, excluida, y los motivos se exponen un poco en la película, pero creo que es un caso donde confluyen múltiples maneras de vulnerabilidad: Era mujer, era indígena, con una discapacidad, de escasos recursos económicos. Lo que me parece muy interesante es que no llega a juicio este caso porque no se dan las condiciones. El Estado de Kansas no tiene la capacidad de decir cómo llevamos esto a juicio, habría que tener intérpretes, y acabaron haciendo un acuerdo de indemnización. Le roban esta compensación y ellas, Juanita y Rita, no tienen los métodos para exigir justicia en ese sentido.
Cuando Rita murió, en esos mismos días, el proyecto logró el EFICINE 189:
“Ya teníamos dinero para hacer la película, pero la interrogante era ¿cómo la contamos? el sonidista del proyecto Pablo Tamez me señaló que acaba de firmar una película con la actriZ y directora de cine Ángeles Cruz y que me la iba a presentar. Ella fue muy generosa y representa en el docuemntal a Rita de joven que viajó de Chihuahua hasta Kansas. Yo conocí a Rita en el 2016. Tuvimos la oportunidad de presentar el documental en el Día Internacional de la Lengua Materna en febrero pasado. Ahora se estrena en México. Haremos un pequeño estrenos en España y en Estados Unidos contamos con una forma de distribución importante, porque se proyectará en escuelas, bibliotecas y universidades. Entonces creo que acaba siendo muy interesante”.
“Correr para vivir”
La delincuencia organizada también ha puesto sus ojos en los rarámuris (que significa corredores a pie). Los utilizan, ya que transitan por largas distancias, para que lleven droga tras sus espaldas hacia la frontera de Estados Unidos. Y esa problemática la refleja Gerardo Dorantes en su ópera prima “Correr para vivir” (México, 2023), que se estrenó el 25 de abril en más de 500 salas de México.
La ficción, de 97 minutos, se centra en dos hermanos tarahumaras (como también se les conoce a los rarámuris) con un talento único para correr, pero la vida los va distanciando: uno podría convertirse en el mejor maratonista de todos los tiempos, mientras el otro ingresa al crimen organizado como un corredor de drogas entre territorios enemigos.
Cuando el mayor pierde un importante cargamento, queda endeudado para siempre con los cárteles, poniendo en riesgo su vida y a su familia. Esto llevará a ambos hermanos a emprender una búsqueda en la cual el menor enfrenta el dilema de cumplir sus sueños o caer víctima del crimen organizado. Juntos deben arriesgarlo todo en la esperanza de liberarse del mundo criminal esclavizante, y la realización de sus sueños.
Dorantes (México, 1977) cuenta que “Correr para vivir” surgió “un poco de manera gratuita”, al leer un reportaje de dos rarámuris que en su momento eran como los representantes más importantes en cuanto a competencias de corredores, y ganaron en Estados Unidos una de 250 kilómetros:
“Imagínate, más de treinta horas de correr, y sin parar. Yo me pegunté: ‘¿qué pasa por la mente de estas personas de una comunidad con un gran entorno geográfico y que efrentan precariedades o adversidades y logran estas pruebas atléticas?’. Me parecían ya de entrada unos superhéroes de carne y hueso, y mexicanos. Entonces empecé A investigar un poco toda su cultura y por qué corrían esas distancias. En eso me topé con historias reales del crimen organizado, que se filtran en sus comunidades, ya no sólo para ponerlos a sembrar amapola, mariguana, en fin, sino porque aprovechan su capacidad extraordinaria de correr para someterlos, esclavizarlos, aprovechando estas distancias que recorren y su conocimiento por la sierra tarahumara, para llevar droga hacia la frontera estadunidense.
“Estos jóvenes rurales no tienen oportunidades laborales, ni profesionales, ni económicas, entonces, es muy fácil que caigan en las garras del crimen organizado, que a su vez también los provee de trabajo y dinero. Entonces, es un problema muy complejo que la película no pretende analizar, sino simplemente mostrar una realidad que está ahí”.
Dorantes escribió el guion con Fábián Archondo. Actúan Vladimir Rivera Mata, Manuel Cruz Vivas, Eligio Meléndez, Mayra Sérbulo y Osvaldo Sánchez. El director de fotografía es Emiliano Villanueva. Las compañías productoras son SUDOSIS, Varios Lobos, 9mm (mx) y Correr para Vivir en IMDB.
Expresa Dorantes que normalmente se realizan películas sobre sus costumbres, cosmovisión y tipo de vida, “mas no se crean historias narrativas claras y con un rango de actores o un marco dramático pronunciado”:
“Yo deseaba que la película conectara con la gente, por lo cual tenía la necesidad de conseguir a actores para reproducir los sentimientos que yo quería representar. Por ello, era complicado lograrlo con un rarámuri, ya que es gente retraída y ha sido perseguida a lo largo de todos los años. Son muy desconfiados. Por ello busqué a actores que al mismo tiempo parecieran rarámuris. Son de orígenes indígenas, uno es de Puebla y el otro de Oaxaca. Son unos jóvenes maravillosos, quienes por su fisonomía podrían pasar como rarámuris, además son muy talentosos, aunado al trabajo del vestuario y el maquillaje, me parece que se logró la autenticidad necesaria a nivel visual para su fisonomía”.
Dorantes estudió cine en la Universidad de Sydney, Australia, y posteriormente obtuvo su maestría en dirección cinematográfica por la Universidad Tecnológica de Sydney (UTS).
También la sierra tarahumara es un personaje en el largometraje:
Recuerda que últimamente los tarahumaras han ido saliendo más a la luz pública, no sólo nacionalmente:
“Aunque siempre se les destaca como increíbles y no deja de haber esta sensación indigenista que justo platiqué con la antropóloga que nos asesoró, de que se les ve a estas culturas como objetos de estudió o piezas de museo. Siempre están rezando y bailando, y no, son personas reales que sufren muchísimo por las condiciones en las que viven de segregación, pobreza y climas extremos, pero igual tiene necesidades, ambiciones, problemas familiares, etcétera”.
Agrega:
“Primero era rendirles un homenaje, sin duda. Segundo, se trataba de mostrar el otro lado con el crimen organizado, con la intención de concientizar y visivilizarlo. Es una situación muy real que pasa en la sierra. No sé si eso cambie o no… para mí el cine va más allá de una expresión artística personal o de una herramienta de entretenimiento, es también un medio de comunicación muy importante. Creo que México está lleno de historias y problemas que vale la pena mostrar y eventualmente lograrlas cambiar. Creo que entre más gente la vea y más hable de ellas se podrán dar esos grandes cambios, de otra manera creo que es imposible”.