CIUDAD DE MÈXICO (Proceso).- Swami Mostalac Rizzitiello tenía ocho años cuando ganó su primera competencia de breaking, el deporte que mezcla la danza urbana con el atletismo. Era 2014. Aquella chiquilla de piel color canela, muy delgada y de larga cabellera sorprendió a sus rivales y a los propios jueces del torneo Épika que se disputó en Cancún, Quintana Roo. Con sus piruetas y paradas de manos venció a los 15 varones inscritos, chavos y señores de entre 25 y 40 años. Quedó claro que tenía un talento especial.
Han pasado 14 años desde que Swami comenzó a practicar el breaking. Ya no lo hace como un pasatiempo o por diversión, ahora tiene una meta: ser la primera breaker mexicana en clasificar a unos Juegos Olímpicos. Sus padres la bautizaron como Swami Oshmara, ahora es simplemente conocida como la B-Girl Swami. La “b” es por break, por los movimientos de baile que se realizan durante las pausas (breaks) instrumentales de una canción.
El breaking debutará como disciplina olímpica en París 2024 con 16 hombres y 16 mujeres, Swami quiere ser una de ellas. A tres meses de la ceremonia de inauguración sólo le quedan dos competencias para mejorar en el ranking mundial y conseguir una de las siete plazas que todavía están en disputa.
Actualmente, está ubicada dentro de las 30 mejores del mundo y es la número cuatro en el continente americano. Los clasificatorios finales se disputarán en Shangai, del 16 al 19 de mayo, y en Budapest, del 20 al 23 de junio.
¿Floja? No, talentosa
Swami es hija del mexicano Erick Mostalac y de la italiana Valentina Rizzitiello, una mujer con alma de tenista que en sus años mozos soñaba con participar en unos Juegos Olímpicos. La falta de dinero la obligó a despertar. En el amanecer del nuevo milenio llegó a vivir a Playa del Carmen, Quintana Roo, convidada por un amigo quien le endulzó el oído con lo maravillosas que son las olas en esa zona del sureste de México. Al conocer esa joya de color turquesa llamada Caribe Mexicano la mujer se enamoró y decidió echar raíces.
Tenía apenas tres años cuando Swami ya practicaba ballet y también gimnasia, pero sin muchas expectativas. Era muy floja y no le gustaba hacer deporte. Su madre la inscribió en clases de show dance, un tipo de baile muy vistoso, con movimientos coreográficos y teatrales que se puede realizar en grupo o de forma individual. A la niña ya para entonces de seis años tampoco le llenó el ojo, pero en la misma academia le ofrecieron probar el breaking o hip hop contemporáneo.
Desde el primer momento en que el maestro de baile le pidió imitar unos pasos los presentes quedaron impresionados. Swami no medía ni los 112 centímetros de estatura que en promedio alcanzan las niñas mexicanas de esa edad, era más pequeñita, pero a la primera le salían los movimientos complejos que muchos breakers dominan después de meses de arduo entrenamiento.
“En la primera clase me di cuenta de que por fin era buena en algo. Me salió a la perfección el paso mariposa, qué es una acrobacia aérea que normalmente sale a los tres meses de entrenar y a mí me salió al instante, yo avanzaba más rápido que los otros niños. A partir de ese momento comenzamos a contratar maestros, entrenar más horas y a viajar a competencias. Queríamos más que sólo ir a la academia”, recuerda Swami.
El breaking surgió en las calles del Bronx, Nueva York, en la década de los 70, en los barrios de las comunidades afroamericanas y latinas. Se caracteriza por sus movimientos acrobáticos, la estética de los pies y manos y la música aleatoria que se escucha durante “las batallas”, es decir, el enfrentamiento que se da entre los bailarines.
El breaking no se basa en coreografías. Todos los movimientos son improvisados dependiendo de la música que el DJ decida poner. En las competencias gana el breaker que domine la mayor cantidad de pasos y saltos posibles. Bailan mientras son intimidados y encarados por los rivales.
Los principales pasos que se necesitan dominar para ser un breaker completo son el Toprock, o sea, el momento en el que los B-Boys y B-Girls, como se les conoce a los bailarines, están bailando de pie, antes de llegar al suelo; el Footwork es cuando ya están en el suelo y se apoyan en las manos para realizar movimientos con los pies; Go downs es la transición entre estar de pie y bailar en el suelo y consta de distintos pasos, como los knee drops, que son caídas de rodillas o los giros hacia abajo; y los Freezes, el momento en el que los bailarines no se mueven o se quedan congelados durante unos segundos en una misma postura.
Además, están los trucos (aquellos pasos, movimientos o freezes con un toque personal), los movimientos de potencia (pasos en los que giran con todo su cuerpo sobre la cabeza o haciendo molinetes) y las transiciones (movimientos que sirven para unir los pasos, freezes y trucos).
Volver a las calles
Cuando Swami Oshmara era pequeña no tenía sueños olímpicos porque este baile no era considerado una disciplina deportiva y no figuraba en el programa de competencias. En París 2024 hará su debut, pero también será su despedida porque ya no está considerado para Los Ángeles 2028.
A Valentina Rizzitiello no le importó que su hija practicara el breaking a pesar de que cargaba con el estigma de que es una actividad de “hippies y drogadictos”. Veía a Swami feliz y eso era suficiente.
La academia que la vio nacer como bailarina desafortunadamente cerró sus puertas. Las calles y bajo puentes, así como los deportivos públicos de Playa del Carmen, fueron su refugio. Era una adolescente de 14 años que se reunía con hombres adultos para practicar el breaking. Era la única mujer. Su entrenamiento dependía de que todos coincidieran en el mismo horario y de que llegara la persona que llevaba la bocina.
“El salir a la calle fue bueno porque ahí fue el origen del breaking. Hay cosas que no puedes aprender en una academia, entonces salir ayuda. Me gustó, aunque hubo un punto en el que me estanqué porque parecía que no había más que aprender. Yo era la única chiquita, entonces me cuidaban y apoyaban. Eso también me hizo crecer.
“Nunca me violentaron, eran muy lindos; yo era su pequeña mascota que debían cuidar, era la niña. Todavía me siguen viendo como una niña, y como en esa etapa de mi vida mis papás se estaban separando mis compañeros que conocí en la calle eran mi figura paterna y mis tíos”, relata.
En México, el breaking es practicado principalmente por hombres. La mujer que se inscribía en las competencias lo hacía bajo su propio riesgo y a sabiendas de que sus rivales serían sólo varones. En 2018 se creó la rama femenil y la infantil, sólo entonces entrenadores y patrocinadores comenzaron a verlas con otros ojos.
En los 10 años que ha sido deportista de alto rendimiento Swami no ha sufrido ningún tipo de violencia por parte de sus compañeros o entrenadores. Algunas de sus amigas no han corrido con la misma suerte. Han sido minimizadas, segregadas o discriminadas por atreverse a participar en esta disciplina que todavía muchos hombres se arrogan como propia.
“He escuchado muchos comentarios al respecto. Mi papá y mi abuelo no querían que yo siguiera bailando, decían que era un deporte de la calle; tenía mala fama, pero ahora vemos el poder que tuvieron todas esas personas que bailaban en la calle porque fueron ellos los que hicieron que este deporte llegará a los Juegos Olímpicos”, recalca.
La mamá de Swami comenzó a tocar puertas del gobierno del estado de Quintana Roo y de algunos patrocinadores desde el día uno que la niña decidió dedicarse al breaking. Nadie nunca abrió. No querían ni escuchar sobre un deporte que no conocían.
“Todas las personas a las que pedía apoyo económico para que Swami fuera a competencias y campeonatos me decían: ¿Una niña que practica breaking? ¿Qué es el breaking? ¿O se refiere al pole dance? Durante 10 años yo trabajé muy duro para que mi hija pudiera asistir a las competencias y cumplir su sueño”, dice Rizzitiello.
Para competir contra breakers de su edad tenía que viajar dos veces al año a Italia. En ese país desde años atrás ya existía la categoría infantil y tenía un nivel competitivo muy alto. También asistía a múltiples competencias en Estados Unidos, Francia, Finlandia y otras ciudades europeas. Todo financiado por su mamá, quien trabajaba como encargada de una agencia de viajes en Playa del Carmen.
Disciplina y aguante
Para practicar breaking no importa el peso ni la estatura, basta con ser atrevida y tener un carácter fuerte. Las cualidades físicas que tienen los bailarines, mujeres y hombres, son agilidad, elasticidad y el aguante para soportar las fricciones en la piel que inevitablemente dejarán las manos y los pies llenas de callosidades.
Asegura que tampoco es caro. Un piso liso y resbaladizo, ropa holgada, un gorrito y un par de tenis son suficientes para iniciarse. Las clases incluso pueden tomarse gratis en internet.
“En el breaking lo más importante es la disciplina y el aguante porque es un deporte donde te golpeas contra el piso a cada rato y te lastimas, tienes los hombros, los codos y las rodillas abiertos siempre. Trabajas con todo el cuerpo y tienes que aguantar la competencia porque es un deporte muy competitivo, pero al mismo tiempo también es familiar. Ya estamos en los Juegos Olímpicos, ya se deben acabar los estereotipos. Esto es un deporte de alto rendimiento”, dice Swami.
Con el anuncio de que el breaking entró al programa olímpico de París 2024 los grandes resultados de Swami llegaron en cascada: en 2022 ganó el primer lugar en el Campeonato Mundial Canadá, ese mismo año también subió a lo más alto del podio en el campeonato Red Bull BC One de Boston y, un año después, se convirtió en la campeona de los Juegos Nacionales de la Conade.
En la búsqueda de su boleto olímpico Swami entrena seis horas de lunes a sábado. La base de su preparación son ejercicios de fuerza con su propio peso y enfocado a los movimientos y pasos que realiza al bailar. Presume que no lleva una dieta estricta, pues le gustan muchos los dulces, pero trata de comer lo más sano posible.
Los tiempos han cambiado y hoy día la breaker ya tiene el respaldo de un grupo de patrocinadores que se hacen cargo de pagar los viajes a las competencias, los salarios de los integrantes de su equipo multidisciplinario y de su entrenador. Le hacen falta más recursos para poder contratar a un fisioterapeuta que es fundamental para prevenir y tratar lesiones.
“Muchas competidoras me llevan ventaja porque tienen entrenador desde 2020, yo nunca había tenido uno. Hasta donde he llegado es gracias a mí y a mi madre. Vengo de la calle, con consejos de la gente, con clases que he tomado, pero con nuestro propio dinero y nuestra elección. Es un logro de muchas personas que siempre han estado en mi camino. Ahora con un entrenador puedo hacer mucho más, estoy segura.
“Mi mensaje para las niñas y las mamás es que se den cuenta de que el breaking es un deporte de alto rendimiento y que te va a llevar a donde quieras, no hay tope; es muy saludable, es un deporte completo y divertido. No le tengan miedo, todo evoluciona; es un deporte igual que otros”.