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SIN EMBARGO, ¿realmente es el ejercicio el problema o es la materia prima? Es decir, siendo realistas y tomando en cuenta lo que se ve en otros países, el meollo del asunto siempre está en los participantes. Quienes aspiran a un cargo público son -o deberían ser- los protagonistas de un debate electoral.
QUIENES han visto las acaloradas, intensas y fundamentadas discusiones en Las Cortes de España, en la Cámara de los Comunes británica o los Town Halls estadounidenses, saben que el debate no está en la producción televisiva, ni en los segundos que quedan en el reloj, sino en los argumentos, la vehemencia, inclusive el histrionismo, con el que se conducen los participantes.
NUESTRA democracia tan deslactosada y pasteurizada se conforma con un carrusel de datos, no necesariamente ciertos; ataques sin respuesta y ningún debate que permita a los ciudadanos definir su voto o, al menos, interesarse en el proceso.
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