Después de la Navidad, el 26 de diciembre de 1973 las luces de los cines se eclipsaron para el estreno en Estados Unidos de una película que cambió la historia del cine de terror: El exorcista, dirigida por William Friedkin y basada en la novela homónima de William Peter Blatty de 1971.
La cinta narra la posesión demoníaca de la niña Regan MacNeil (Linda Blair) de 12 años y el exorcismo al cual es sometida por dos sacerdotes, causando un impacto sin precedentes en la cultura popular y en los medios de comunicación convirtiéndose en un fenómeno de masas que sigue vigente.
El exorcista fue la primera cinta de terror nominada al Oscar a la Mejor Película y ganó dos estatuillas: Mejor Guion Adaptado y Mejor Sonido. También obtuvo el Globo de Oro, el BAFTA y el premio Saturn. Su recaudación superó los 400 millones de dólares en todo el mundo y se calcula que fue vista por más de 100 millones de personas aterrorizadas.
La crítica especializada alabó la calidad técnica y artística de la película, así como su capacidad para generar una atmósfera de terror psicológico. Introdujo técnicas visuales innovadoras y efectos especiales que impactaron a generaciones de cineastas. La atmósfera intensa y la música de percusiones cincelantes se convirtieron en elementos clave del cine de terror contemporáneo.
Algunos la consideran la mejor película de terror de la historia, otros la incluyeron entre las mejores obras del cine en general. El American Film Institute llegó a situarla en la posición 9 de su lista de las 100 mejores películas estadunidenses de todos los tiempos.
El exorcista no sólo causó admiración, también controversia y rechazo. Su estreno estuvo acompañado de protestas, censuras y boicots en varios países, especialmente en aquellos de mayoría católica, donde se la acusó de blasfema, sacrílega y ofensiva contra la religión.
Algunos espectadores sugestionados por las escenas sufrieron ataques de pánico, vómitos, desmayos y crisis nerviosas al ver las secuencias más impactantes de la película, como la cabeza giratoria, el crucifijo ensangrentado o la sopa de guisantes. Se llegó a hablar de una “maldición” que rodeaba al filme, debido a los extraños accidentes, incendios y muertes que ocurrieron durante su rodaje, su exhibición y algunas personas secundarias involucradas en la producción.
Sin embargo, la película también tuvo un efecto en la visibilidad y el interés por el fenómeno del exorcismo, que hasta entonces era un tema tabú y marginal. Muchos fieles católicos se sintieron identificados con la lucha entre el bien y el mal, algunos incluso afirmaron haber experimentado una renovación de su fe tras verla.
La Iglesia católica adoptó una posición ambigua: mientras algunos clérigos la condenaron, otros la defendieron como una obra que reflejaba la realidad del mal y la necesidad de la gracia divina. Al final, la práctica del exorcismo se renovó y la Iglesia se fortaleció ante un producto de masas exitoso.
El estreno de El exorcista generó una cobertura mediática sin precedentes. Los informes de espectadores desmayándose en las salas de cine, sesiones de exorcismo organizadas por iglesias y controversias en torno a la representación del mal en la pantalla llenaron las páginas de periódicos y revistas. La película no sólo fue un evento cinematográfico, también un fenómeno cultural que capturó la atención de los medios de comunicación.
El filme fue suficientemente impactante porque logró crear una atmósfera sacrílega y una historia que perturbó a millones de espectadores. Pero los medios ayudaron a su popularidad, al difundir las reacciones emocionales del público, las controversias religiosas, los rumores de maldición y los reconocimientos críticos que recibió la película. Los medios contribuyeron a generar un interés y una expectación por ver la cinta, así como un debate y una reflexión sobre su significado e impacto.
El exorcista marcó un antes y un después en el género del terror y abrió el camino para otras películas que exploraron temas similares de terror maléfico como La profecía, La semilla del diablo, El resplandor o Poltergeist.
Su estilo realista y crudo –resultado de un director que se había entrenado en el género documental– influyó en directores como John Carpenter, Wes Craven, David Cronenberg o James Wan, quienes siguieron apostando por el terror como una forma de expresión artística, social y también como entretenimiento y negocio en la industria de Hollywood. Asimismo la película generó una saga de secuelas y precuelas de calidad desigual, así como imitaciones, parodias y homenajes, además de las distintas versiones de la original, con escenas perturbadoras que en su momento fueron censuradas.
La música de El exorcista es uno de los elementos más emblemáticos. La banda sonora fue compuesta por el músico británico Mike Oldfield, quien utilizó instrumentos acústicos y electrónicos para crear una atmósfera de terror y misterio. La melodía principal se convirtió en un éxito mundial y se asoció para siempre con la imagen de la niña poseída.
¿Qué hace que El exorcista siga siendo un filme tan popular y perturbador después de 50 años? ¿Qué atrae tanto del mal en el cine y los medios de comunicación? El mal ejerce una fascinación sobre el imaginario colectivo que permite explorar nuestros miedos, deseos y fantasías más ocultos. El mal, en sus diversas formas y manifestaciones, nos confronta con lo desconocido, lo prohibido, lo transgresor, lo que escapa a nuestra razón y control. El mal seduce, desafía, inquieta; también nos entretiene, nos horroriza y nos hace cuestionarnos nuestra propia naturaleza humana.
El cine y los medios son el reflejo y el vehículo de esta fascinación colectiva por el mal, que se expresa en múltiples géneros y formatos. El mal es un recurso narrativo que genera expectación, emoción, intriga y debate, a menudo se convierte en un éxito de audiencia y de crítica. El mal también es una forma de arte que permite crear y contemplar obras que conmueven, impresionan, nos hacen pensar y sentir vivos. El mal, que existe en la sociedad contemporánea en forma de corrupción, odio, narcotráfico o violencia, fascina a los medios de comunicación.
El exorcista es un ejemplo paradigmático de esta relación entre el mal, el cine, los medios y la cultura de masas. Es una película que habla del mal, pero también del bien, de la fe, la duda, la esperanza, la desesperación, la vida y la muerte. El exorcista es una película que habla de nosotros mismos.
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