CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Se acaba el 2023 y con ello el regreso total de la música en escenarios, con ascendencia de los corridos tumbados en voz de artistas jóvenes, el periodista y profesor universitario Oswaldo Zavala, lejos de condenarlos moralmente, “los cantantes y las letras responden a la imagen de una juventud criminalizada”, pero acotó: “Me parece más preocupante el efecto que deja esta música en el consumidor que la recibe sin ningún contexto crítico”.
Esa imagen, dijo, la atribuyó como a la visión de los difusores del espectáculo, “una imaginación del crimen organizado que ha sido espectacularizada por décadas de productos culturales, sobre todo en Estados Unidos”, pues “la industria musical trasnacional es muy poderosa” y “es muy ingenuo pensar que hay espontaneidad en el gusto recibido de las masas”.
Pero esa imagen que se trasmite también es resultado del discurso oficial:
“Lo más grave de todo es que mientras cantantes como Peso Pluma aparecen en sus videos como jóvenes delincuentes de altos vuelos, viajando en coches lujosos y rodeados de mujeres hermosas, las principales víctimas de la militarización antidrogas son jóvenes que nacieron y murieron pobres, sin educación y asesinados por grupos armados, que más que en guerra parecieran estar llevando a cabo un exterminio de la juventud marginal y miserable de México”.
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“The New York Times” ha dedicado varios textos a este género ante el auge no sólo en México y el mundo de habla hispana, sino en mismo Estados Unidos, principalmente en Los Ángeles.
Los corridos tumbados tienen su base en la fusión del corrido con el llamado “urbano”, que incluye el rap y el trap, es decir, un corrido versión siglo XXI.
Peso Pluma, Grupo Firme, Banda MS, Natanael Cano, Fuerza Regida, Junior H y Eslabón Armado son algunos de los solistas y agrupaciones que subieron como la espuma con los tumbados, llenaron los foros más grandes del país e incluso han dado paso a nuevos festivales como el Arre Festival. A su vez, a nivel internacional, ya desde 2022 Cano, Banda MS y Grupo Firme se presentaron en el prestigioso Coachella de California, y a principios de este año Peso Pluma sorprendió a Hollywood en shows como “The Tonigh Show with Jimmy Fallon”, ccuyo tema “Ella baila sola” obtuvo al día de hoy 8 millones de vistas. Y en noviembre asistió al programa hispano “La Resistencia”, conducido por David Broncano, sumando 1.8 millones de visitas.
Según Spotify, “Ella baila sola”, ese mes, fue una de las canciones más escuchadas a nivel internacional, y convirtió a Peso Pluma en el quinto artista más escuchado, detrás de Taylor Swift, Bad Bunny, The Weeknd y Drake. En México, algunos de los espectáculos de los tumbados han sido “prohibidos” en ciudades como Cancún, Chihuahua y Tijuana, y calificados por las autoridades como “narcocorridos”.
El presidente Andrés Manuel López Obrador no se mantuvo ajeno. En junio afirmó:
“A lo mejor no les va a gustar a los jóvenes y a los cantautores, pero no me importa… No nos vamos a quedar callados cuando dicen que son buenas las tachas, que tienen un arma calibre 50 y que sus ídolos son los narcotraficantes más famosos”.
Y aunque señaló que el gobierno mexicano no prohibiría a ese género, sí buscaría orientar a los jóvenes:
“Dice una canción: ‘traigo una camioneta Mercedes Benz’, como si lo material fuera lo más importante; la ropa de marca, las residencias, las alhajas, el poder de la prepotencia. Nada de música buena ondita, ni avanzada, ni rebelde. No, eso no es la felicidad”.
Sin embargo, para los intérpretes de los tumbados, sus letras son reflejo de la pura realidad.
Mención aparte merece la relación de amistad que se le atribuye a algunos de ellos con figuras asociadas al narcotráfico, como Peso Pluma con Néstor Isidro Pérez Sálas “El Nini”, presunto jefe de seguridad de “Los Chapitos”, a quien supuestamente la “Doble PP” (como llaman a Peso Pluma sus fans) le dedicó la canción “El belicón”, narcocorrido que hace referencia a la contraofensiva que “El Nini” realizara para liberar a Ovidio Guzmán en 2019:
“Soy el belicón, el que no se mueve sin traer un convoy, el que de la cabina navega el control, 2019, claro les quedó … que aquí mando yo, carros deportivos en mi colección, Minimis, Bazucas y Kalashnikov”.
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Proceso recurrió a Oswaldo Zavala (Ciudad Juárez, 1975), profesor de literatura y cultura latinoamericana en la City University of New York (CUNY), y autor de los libros “Los cárteles no existen: Narcotráfico y cultura en México” (2018) y “La guerra en las palabras: una historia intelectual del ‘narco’ en México (1975-2020)” (2022). En días pasados, se presentó en las Primeras Jornadas Interdisciplinarias: Literatura y Cultura en el siglo XXI, en Zacatecas, con el tema “El cártel que se repite: reterritorializacion global de la ‘guerra contra el narco’”.
Ante la solicitud de entrevista, el investigador respondió por escrito un cuestionario analizando el fenómeno:
–¿Cuándo fue la primera vez que escuchó hablar de los corridos tumbados?
–Más que escuchar hablar, vi una imagen del cantante Peso Pluma que de inmediato me pareció reproducir deliberadamente la apariencia del llamado “narcojunior”. A primera vista lucía como un producto cultural congruente con la era de los llamados “Chapitos” –los hijos del traficante Joaquín “El Chapo” Guzmán– como en su momento lo fueron aquellos traficantes vestidos de rancheros que aparecían en las películas de los hermanos Almada, inventados a partir de las canciones de Los Tigres del Norte en los setentas y ochentas.
–¿Ha escuchado las letras de este género?
–Los cantantes y las letras de estas canciones responden a la imagen de una juventud criminalizada, que se goza en el exceso, y que naturaliza la supuesta vida de los jóvenes traficantes, tal y como aparecen en series de televisión como “Narcos” de Netflix. Como en la canción “Igualito a mi apá”, que es narrada por el hijo de un traficante, o “PRC”, que alude a las drogas conocidas como “polvo, ruedas y cristal”, las letras ofrecen atisbos a una imaginación del crimen organizado que ha sido espectacularizada por décadas de productos culturales, principalmente de origen estadunidense.
“Pera estos productos no surgen de una espontánea “narcocultura”. Se derivan más bien de un imaginario concebido por la agenda de seguridad nacional de Estados Unidos, como he argumentado en mis libros. Ahora que parece efectivo el relevo de una generación de traficantes cuyos principales líderes han sido asesinados o están en prisión, los productos culturales se ofrecen como complementos audiovisuales de esa transición, para explotar esta nueva etapa de lo que yo he denominado ‘narconarrativa’.
En ese sentido, los corridos tumbados, sin demeritar necesariamente sus aportaciones musicales, son productos predecibles de una imaginación securitaria que domina entre los jóvenes consumidores de música popular, del mismo modo en que aparece en el cine o la televisión. No podemos concebirlos como reflejo de los deseos de la juventud mexicana, sino como una forma de manipular esos deseos al interior de un campo cultural que está profundamente mediado por las violentas políticas antidrogas”.
–En México el fenómeno de los corridos tumbados ha alcanzado gran fuerza en un par de años, pero este 2023 ha sido de un boom. ¿Cómo califica al género?
–Más que proponer una crítica moral a esta música, quisiera anteponer una mirada política para señalar el contexto ideológico en el que aparece. Como mencioné antes, el hecho de que esta música parezca ofrecer una “soundtrack” a las aventuras de jóvenes traficantes como Ovidio Guzmán, debería ser suficiente no para descalificarla sino para entender que funciona como complemento de la imaginación oficial, que insiste en hacernos creer que unos cuantos jóvenes traficantes controlan el mercado del fentanilo, o que ellos son por sí solos la principal amenaza a la seguridad tanto de México como de Estados Unidos.
“Cuando esta música se consume sin mayor crítica como un producto de mero entretenimiento, se refuerza el consenso público de que en México se vive una violenta ‘guerra contra el narco’. En su conjunto, los productos culturales que legitiman la ‘guerra contra el narco’ contribuyen a que el público acepte más policías y militares y terminan justificando la violenta política de ocupación militar que ha dejado un terrible saldo de asesinatos y destrucción del tejido social del país.
“Lo más grave de todo es que mientras cantantes como Peso Pluma aparecen en sus videos como jóvenes delincuentes de altos vuelos, viajando en coches lujosos y rodeados de mujeres hermosas, las principales víctimas de la militarización antidrogas son jóvenes que nacieron y murieron pobres, sin educación y asesinados por grupos armados, que más que en guerra parecieran estar llevando a cabo un exterminio de la juventud marginal y miserable de México”.
–Incluso el “New York Times” lo colocó como un género en ascenso en Estados Unidos que ha roto y sigue rompiendo fronteras. ¿En qué momento están los corridos tumbados en Estados Unidos?, ¿en uno tan fuerte como se dice?
–La industria musical estadunidense trasnacional es muy poderosa, y sin duda instala íconos de consumo popular con gran efectividad. A esto hay que agregar a los distintos agentes e instituciones del campo musical que operan para agrandar su recepción, como las redes de reconocimiento y premiación como Billboard y los Grammy, los programas de televisión como “Saturday Night Live” y “The Tonight Show Starring Jimmy Fallon”, entre tantos otros. Es muy ingenuo pensar, como lo hacen con frecuencia colegas académicos desde los estudios culturales, que la llamada “narcocultura” contiene la voz de las masas. Lo que contiene es una narrativa securitaria empaquetada como producto de mercado.
“El ingreso de cantantes como Peso Pluma al nivel de ‘stardom’ (estrellas) como Bad Bunny, está mediado por el imaginario trasnacional que se construye en torno a los ‘latinos’ en Estados Unidos. No es un accidente que Bad Bunny haya aparecido como traficante en la serie ‘Narcos’ y que, como Peso Pluma, la criminalización de su personaje esté construida también como una suerte de deseo erotizado. El cuerpo del traficante es simultáneamente un redituable objeto de terror y de placer”.
–A personajes como Peso Pluma, y a muchos otros de los tumbados, se le ha señalado de ser cercanos a cárteles. En todo caso, el tema de la música y los cárteles no es nuevo. ¿Acaso es la continuación de la apología de la violencia?
–Es difícil corroborar los vínculos entre cantantes como Peso Pluma y traficantes reales. Pero más allá de que existan esos vínculos, me parece más preocupante el efecto que deja esta música en el consumidor que la recibe sin ningún contexto crítico. No creo que la función de esta música sea hacer una “apología” del delito, sino la reificación del delito en sí como una amenaza a la seguridad nacional.
“Dicho de otro modo: lo más problemático de un cantante de corridos tumbados como Peso Pluma, al igual que en su momento ocurrió con los narcocorridos de Los Tigres del Norte, es que dicen cantar la ‘verdad’ del mundo del ‘narco’, lo cual confirma la supuesta realidad del traficante como una amenaza terrible e inminente. Seguimos creyendo en los “jefes de jefes” y en los “narcojuniors” con pistolas de cacha dorada, en parte porque estas canciones construyeron poderosas imágenes de consumo global, es decir, que entretienen lo mismo que condicionan las expectativas del público consumidor. Un público que cofunde su percepción de la realidad con las afirmaciones de un producto cultural, derivado de una narrativa securitaria dominante.
–Partiendo de que en la música hay gustos para todo, ¿qué futuro le ve a este género?, ¿llegó para quedarse?
–El género tendrá aceptación global en el presente de la industria cultural trasnacional al nivel que lo experimentamos ahora, hasta que se desplace de nuevo la agenda de seguridad nacional estadunidense. Esto puede durar años, porque finalmente esa agenda se renueva constantemente en una proliferación de otros productos culturales compatibles –series de televisión de Netflix, cine de autor premiado en festivales como Cannes o Venecia, las numerosas variaciones de la música popular para jóvenes.
“No sabremos qué cosa es México la realidad es México mientras continúe vigente esta música, pero sí sabremos cómo se “imagina” a México en el contexto securitario actual: un país tomado por una nueva generación de jóvenes traficantes obsesionado con el ‘dinero fácil’, con el sexo, con objetos de lujo, con el consumo de drogas, y con la decadencia generalizada de todo un país. En suma: mientras prevalezca la narrativa de la ‘guerra contra las drogas’ siempre habrá lugar para otro cantante de corridos tumbados”.