La Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), presentó recientemente el Informe Mundial sobre el Homicidio, 2023, en el cual se analizan los datos disponibles y comparables entre países, hasta el año 2021, el cual es calificado en el informe como excepcionalmente letal. De acuerdo con el texto, en el año señalado perdieron la vida por homicidio intencional, un total de 458,000 personas, es decir, un promedio de 52 por hora.
Frente a lo anterior, lo primero que debe ponerse en perspectiva es que, en México, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se tiene un registro de 35,700 víctimas de homicidio intencional, es decir, un promedio diario de 97.8 víctimas. Y comparado ante la cifra mundial, México aportó en 2021 el 7.89% del total global, lo que nos coloca como un país excepcionalmente violento, en un año excepcionalmente violento. Lo anterior sin contar los 5,898 casos de defunciones violentas de intención no determinada, que reportó el INEGI para el año señalado.
Para dimensionar igualmente la magnitud de la violencia homicida que existe en nuestro país es importante destacar que, en números absolutos, sólo Brasil, Nigeria y la India superan a nuestro país, siendo los tres, países mucho más poblados que el nuestro: Nigeria tiene 213 millones de habitantes; Brasil aproximadamente 214 millones y la India, casi 1,300 millones de habitantes, por lo que, sin duda, entre los países.
En ese grupo de países, considerando esas magnitudes poblaciones, se tendría que la tasa de homicidio en Brasil sería de 22.38 víctimas por cada 100 mil habitantes; en India sería de 2.94; y en Nigeria, 21.74; en el caso de México la tasa sería de 28.18 homicidios por cada 100 mil personas. Esto permite sostener que, entre los países más letales, México se ubica como el de mayor tasa a escala planetaria.
El informe de UNODC muestra además que la tasa promedio de homicidio intencional es de 5.8 víctimas por cada 100 mil habitantes, esto es, la tasa en México es 4.85 veces superior a lo que ocurre en un mundo agobiado por la violencia y los conflictos.
Esto ocurre, además, en la región con mayor tasa de homicidio en el mundo, que es el continente Americano, y particularmente, Latinoamérica. En efecto, en Oceanía, las tasas registradas para los años 2015 y 2021 fueron de 2.9 homicidios por cada 100 mil habitantes, respectivamente. En Europa se registró un descenso al pasar de una tasa de 3.5 a 2.2 en el periodo señalado.
En Asia, la tasa fue prácticamente la misma, al ubicarse en 2.4 y 2.3, en ambos años señalados; en África, fueron tasas de 12.4 y 12.7; y en América, de 16 y 15, en 2015 y 2021, respectivamente. En ese contexto, destaca que la segunda tasa más alta de homicidios de mujeres se ubica también en América, con 3.4 por cada 100 mil mujeres, frente a la más elevada, que se ubica en el continente africano, con 4.6 víctimas por cada 100 mil.
Entre los hallazgos más relevantes del informe se encuentra el hecho de que la mayor tasa de homicidios entre hombres se ubica en el grupo de 15 a 29 años, con una tasa de 53.6 por cada 100 mil en ese segmento de edad. En el de 30 a 44 años la tasa es de 43; en el de 45 a 59 años es de 20.1; mientras que en el grupo de 60 años y más es de 8.2 por cada 100 mil.
Lo anterior evidencia el carácter estructural que ha adquirido la violencia homicida en nuestro territorio. En efecto, la serie de 2012 a 2021 muestra cómo la tasa de homicidios, si bien tuvo una reducción entre 2012 y 2015, a partir de ese año se ha mantenido en niveles sumamente elevados, sobre todo si se comparan con el promedio mundial, que sería el horizonte hacia el cual deberíamos dirigirnos como país.
El INEGI estima, en ese sentido, que en 2012 la tasa de homicidios fue de 22.2 casos por cada 100 mil habitantes; en el año 2015 fue de 17.1; en el 2018 se llegó a 29.3; en 2019 y 2020 las tasas fueron de 29 casos por cada 100 mil personas, mientras que en el año 2021 se ubicó en 28. Para el año 2022, la tasa registrada fue de 25.9 casos por cada 100 mil habitantes. Es cierto que se trata del indicador más bajo de la presente administración, pero es apenas comparable con la del segundo peor año registrado en la administración 2012-2018.
De este modo, sigue destacando que la mayor cantidad de defunciones por homicidio intencional están vinculadas al crimen organizado, y la mayoría sigue perpetrándose por disparo de arma de fuego.
Pese a lo anterior, no debe perderse de vista el hecho de que la magnitud de los otros homicidios, perpetrados por delincuentes comunes, es enorme; y que muchos de ellos tienen qué ver con formas de violencia que requieren de otros mecanismos y políticas de prevención, pues están relacionados con la violencia de género y la violencia en las familias.
Por ello debe insistirse en la urgencia de que el país pueda diseñar una nueva estrategia de seguridad pública y ciudadana, que vaya mucho más allá de la estrategia de patrullaje y presencia territorial de la Guardia Nacional. Es imperativo recuperar a las estructuras policiacas municipales y dotarlas de las capacidades requeridas para una auténtica prevención del delito; y al mismo tiempo, diseñar nuevas políticas y estrategias para prevenir la violencia en todas sus formas. El reto es enorme y no es aceptable ya que siga postergándose.
Investigador del PUED-UNAM