Uno de los programas estrella del gobierno de la 4T, el Tren Maya representa para los trabajadores civiles que lo construyen un infierno lejos de la promesa presidencial de un trabajo digno y bien remunerado. Testimonios recabados para este reportaje dan cuenta de abusos, desfalcos, robos y maltrato contra los obreros de este proyecto a cargo de militares. Además, la edificación de un desarrollo hotelero impacta la Biósfera de Calakmul, Patrimonio Universal protegido por la Unesco.
CALAKMUL, Camp. (Proceso).– José (nombre cambiado) rompe a llorar a los pocos minutos de nuestra primera conversación. “Lo siento, pero me duele lo que está pasando aquí”. El dolor por los abusos que ha sufrido es demasiado grande, pero también lo es el alivio de que por fin alguien le escuche y le tome en serio. José es albañil y en el momento de la entrevista llevaba varios meses trabajando en las obras del Tramo 7 Frente 5 del Tren Maya.
Llegó a Conhuas, un pueblo de unos 700 habitantes en la parte más remota del estado de Campeche, con un grupo de trabajadores procedentes de Chiapas. Conhuas es el último pueblo antes del imponente sitio maya de Calakmul, que se encuentra a 60 kilómetros en medio de la selva y dentro de la Reserva de la Biósfera del mismo nombre, reconocida como Patrimonio Mundial Mixto (cultural y natural) por la Unesco. Aquí la Sedena construye no solamente un paradero del Tren Maya, sino también uno de los seis nuevos hoteles a lo largo de su ruta.
“Soy un indio pobre –dice José–, no tengo educación; sólo hago trabajos sencillos, pero lo necesito para alimentar a mi familia, así que aún no he dicho nada”.
Especialmente en las zonas remotas como esta, el personal civil de la construcción del Tren Maya está expuesto a malos tratos por parte de sus superiores, en su mayoría militares. José presenció abusos desde la humillación al hostigamiento sexual a punta de pistola.
La promesa era un trabajo bien pagado y digno, con alojamiento y comida gratuitos. “Sólo tendríamos que pagar de nuestros bolsillos la cena y los artículos de higiene personal”, dice.
Al principio, él y sus compañeros fueron alojados en barracones militares. Era gratis, pero estaban a merced de las humillaciones de los soldados. Durante el día los ingenieros militares les insultaban llamándoles “indios” y “animales”. Por la noche ellos llegaban a los barracones a punta de pistola, despertaban a los trabajadores, los humillaban y se burlaban de ellos. “Es como un secuestro. Alguien que duerme con una pistola… Eso no está bien”, cuenta José con voz llorosa.
José y otros trabajadores afectados han elaborado una lista con los nombres de los ingenieros militares que habrían realizado o autorizado los abusos. Dice que fue personalmente humillado a punta de pistola por el subteniente de zapadores Daniel Báez Moratilla.
Sus superiores estuvieron enterados, pero no hicieron nada. Los superiores son Marco Antonio Nava Palestina, el ingeniero militar de mayor rango –teniente coronel–, responsable de las obras de construcción del tramo del Tren Maya en Conhuas y alrededores, y Gerardo Rodríguez Avilez, ingeniero militar con el rango inferior de capitán segundo.