POCONÉ, Brasil (AP).— Hace unos días, los bomberos en la región brasileña de humedales en Pantanal celebraron el final de la temporada de incendios con una publicación en Facebook que decía: “Es un alivio para todos los que viven en la región”.
La publicación del pasado 7 de noviembre resultó prematura.
En las dos primeras semanas de noviembre, los incendios avivados por un clima inusualmente caliente y árido destruyeron casi 770 mil hectáreas (1.9 millones de acres) del humedal tropical más grande del mundo, según datos preliminares de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Es decir, 65% del daño que han causado los incendios en la región en lo que va del año.
El Instituto Nacional de Investigación Espacial del Brasil, una agencia federal, detectó 3 mil 380 incendios en Pantanal en los primeros 17 días de noviembre, en comparación con apenas 69 durante el mismo periodo del año pasado, y muy por encima de los récords de temporadas pasadas de incendios que se remontan a 1998.
El Pantanal es casa de miles de especies de plantas y animales, incluidos 159 mamíferos, y donde los jaguares abundan, según el Fondo Mundial para la Naturaleza. Durante la temporada de lluvias, los ríos se desbordan, inundan la tierra y gran parte de ella únicamente es accesible por bote o avión. En la temporada seca, los entusiastas de la vida silvestre se dirigen al lugar para ver a los generalmente furtivos jaguares descansando en las cuencas, junto con guacamayas, caimanes y capibaras.
La mayor parte del parque Encontro das Aguas, ubicado en los límites de los estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul -conocido por su enorme población de jaguares- pasó de un color verde esmeralda a un marrón oscuro. Un equipo de periodistas de The Associated Press en el lugar vio a un enorme jaguar lamiéndose las patas a la orilla del río, recostado en una cama de vegetación quemada.
“Si esto continúa cada año, ya no habrá más (jaguares), se irán, encontrarán la forma, como las personas, y se irán a la ciudad”, advirtió Leonisio da Silva, un residente del parque. “Será el final”.
Los jaguares del parque, el cual abarca más de mil kilómetros cuadrados (más de 400 millas cuadradas) están acostumbrados a la observación de los seres humanos y han sido una de las principales atracciones del ecoturismo durante más de 15 años. Su preservación y la de su hábitat natural es esencial para la región.
Bomberos, soldados y voluntarios trabajan día y noche para tratar de detener los incendios, los cuales no sólo amenazan a la rica flora y fauna de la región, sino también residencias y centros de hospedaje para turistas.
Y la ayuda en forma de lluvia no parece llegar pronto, según los pronósticos.
“Esto es sumamente atípico”, dijo Renata Libonati, coordinadora del sistema de alerta de incendios en el Pantanal de la Universidad Federal de Río de Janeiro. La temporada de incendios por lo general termina en octubre, cuando el aire se vuelve más húmedo y empieza a llover. “Lo que estamos viendo es una extensión de la temporada de incendios”.
Libonati explicó que la ola de calor que arrasó con buena parte de Brasil esta semana, aunada al fenómeno de El Niño, dejó como resultado temperaturas más altas y condiciones más áridas, las cuales favorecen a los incendios.
Los bomberos y las autoridades de la región de Pantanal también se enfrentan a una pesadilla logística.
Angelo Rabelo, presidente de un grupo ambientalista que supervisa un área protegida de unas 300 mil hectáreas (mil 160 millas cuadradas), dirige su propia brigada de bomberos, la cual consta actualmente de ocho miembros, quienes trabajan en conjunto con un pequeño equipo de bomberos de parques nacionales.
“El acceso a algunas zonas implica necesariamente la llegada de helicópteros”, puntualizó.
Los incendios de este año, por ahora, no son tan drásticos como los de 2020, cuando las llamas arrasaron más de 3.5 millones de hectáreas de humedales, alrededor de 30% del Pantanal, matando e hiriendo a innumerables animales, incluyendo jaguares.
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Jeantet reportó desde Río de Janeiro