Teatro: “Los negros pájaros del adiós”

Teatro: “Los negros pájaros del adiós”


CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Estamos ante una imagen poliédrica en la investigación de un crimen, donde el espectador forma parte de un pensamiento fragmentado que va develando, con ires y venires, los acontecimientos y las posibles causas o sucesos de las muertes.

“Los negros pájaros del adiós” de Oscar Liera, dirigida por Alejandro Ainslie, rompe con la linealidad del tiempo y se aventura a dislocar la historia pasional de una pareja radicada en Mazatlán. Él, un joven universitario, y ella una maestra nacida en Francia. Con el mar de fondo y una intriga que va en aumento, el director enfatiza el aspecto mórbido de Liera y nos transmite una sensación terrorífica recorriendo la historia. El presagio de los pájaros negros que vislumbran los protagonistas va creciendo hasta convertir a los pájaros en una amenaza que flota e inunda el cielo y la tierra, haciendo realidad lo que parecía imaginario.

El clímax enloquecido de Isabel es interpretado con gran fuerza y emoción por Roxana Andrade, la cual vuelve verosímil y accesible ese acento híbrido del español y el francés. Erik Israel Consuelo escenifica con naturalidad y frescura a Gilberto, su joven pareja, un personaje desenfadado y atormentado a la vez. Ambos establecen una relación de amor y odio que llega intempestivamente a su fin. ¿Qué pasó para que los dos terminaran muertos?, ¿cómo pasó?, ¿qué le dicen las testigas (sic) a la policía que investiga, y qué fue realmente lo sucedido?

La dramaturgia de Oscar Liera en “Los negros pájaros del adiós”, escrita en 1986, resulta propositiva y de avanzada para su tiempo. Utiliza la narración al público donde los personajes cuentan lo que quieren contar, y se intercala con fragmentos de la historia que lo explica, lo ilustra o avanza la acción. Conocemos las relaciones entre ellos: cuando se pelean, cuando se aman, cuando se conocen y cuando rompen su relación, una y otra vez.

La mesera, así como la amiga de Gilberto, declaran y opinan; conversan entre ellas y le explican al público. De tal manera que la historia se aborda desde diferentes puntos de vista para que el espectador arme el rompecabezas. La subjetividad hace que no tengamos certeza de la verdad o de la mentira; de lo que sucedió y no sucedió. Sólo hasta final, lo que se acerca más a la verdad, cae como un rayo.

El espacio escénico de “Los negros pájaros del adiós” se basa en columnas de plástico trasparente muy delgado que el director usa creativamente a través del movimiento, la profundidad, lo visible y lo poco visible. En este espacio diseñado por Emilio Zurita, las escenas se suceden enfrente o detrás de estas largas paredes de plástico; en ellas se proyectan imágenes, en blanco y negro, de nubes, palmeras, mar y formas más abstractas, siendo el diseño de Alfredo Millán. La atmósfera se torna sórdida, oscura, y al mismo tiempo luminosa en las figuras de los personajes.

La iluminación de Ainslie logra este efecto, y junto con el diseño sonoro de Xicoténcatl Reyes va oscureciendo el ambiente y lo va contrastando con melodías románticas. El uso del espacio se transforma e intensifica al introducir el recurso de los ventiladores que dan movimiento a los plásticos, y que para el momento climático se convierten en alas de pájaros que los personajes blanden con los brazos extendidos, giran alrededor y gesticulan como aves monstruosas que predicen el final. También se insinúan como una peligrosa bufanda y se convierten en la corporeización del viento.

Oscar Liera, uno de los ejes fundamentales en la historia del teatro mexicano, escribe con soltura un drama distanciando emocionalmente a los espectadores. Rompe contantemente las escenas conflictivas con narraciones de las que vivieron de cerca el drama y que expresan su versión o lo que le dijeron o no a la policía. Ellas son: La mesera que interpreta débilmente Paloma Alvamar, y la amiga de Gilberto interpretada con vitalidad y soltura por Sandra Cecilia. El autor toma partido por Gilberto, el joven estudiante universitario y es crítico y poco empático con la mujer madura que la muestra intolerante y de mal humor.

Oscar Liera dirigió su obra en 1986 con el grupo Mazahuas de la Universidad de Sonora en Mazatlán, y ahora la volvemos a vivir en el Teatro Helénico, lunes y martes, con una propuesta enriquecedora y propositiva de la Compañía Iguana Teatro.





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