La mañana del 7 de octubre, Michelle Ravelle tenía el día libre y, al ser sábado, planeaba ir a tomar un café. Sin embargo, como millones de palestinos, la enfermera mexicana fue sorprendida por una serie de bombardeos en territorio palestino que se desencadenaron tras el ataque de Hamás contra varias comunidades del norte de Israel.
Las primeras explosiones se escucharon minutos después de las 6:30 horas y durante las siguientes dos horas, el caos provocado por drones, jets y gente gritando se esparció por cada rincón de la región. Poco después, Palestina pasó de ser -en palabras de Ravelle- una ciudad en donde a diario se escuchaba el parloteo de la gente y los automóviles, a un lugar en el que no se escuchaban ni las aves.
“Ese día los bombardeos empezaron, y luego hubo más y más. Pasó el domingo y luego el lunes, cada vez se intensificaban más. ¿Cómo explico que no es el ruido?, es la sensación de que derriban edificios, en donde la presión atmosférica se sentía en el cuerpo… es como si te aventaras a una alberca llena de hielo”, narró en un diálogo con periodistas este 8 de noviembre, a pocos días de su regreso a México.
Desde el estallido de la guerra en Gaza, hasta su salida de Palestina, Ravelle pasó 26 días en la región sirviendo como miembro del personal de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF), del que ha sido parte desde hace casi cuatro años. Tenía dos meses en misión en Gaza cuando la guerra comenzó.
La mexicana, enfermera de profesión, llegó al país como coordinadora de actividades de enfermería y su labor consistía en el fortalecimiento de un centro de atención primaria que MSF renovó. Sin embargo, su dinámica y la de todos los miembros de la organización se centró en brindar atención médica a los miles de heridos que han dejado los bombardeos israelíes.
“La situación en Gaza es una situación indescriptible, es terrible”.
“Yo soy trabajadora humanitaria, he estado en otros contextos y los ataques en Gaza son indiscriminados”, contó la enfermera visiblemente afectada emocionalmente. “Yo me sentí en peligro muchas veces. Muchas veces pensé que sí, que nos iban a asesinar. Al escuchar esto, también pensaba en todas las personas que estaban afuera, que estaban con nosotros”.
Ravelle explica que si bien, la vida en Gaza nunca fue tranquila, pues se trata de una región en la que los palestinos viven en incertidumbre diaria, la situación actual es terrorífica.
“La gente de Palestina, mis compañeros, viven en una jaula que es una incertidumbre diaria, no sabes qué va a pasar, cuándo pasará, lo único seguro es que pasará algo terrible”.
El complicado ingreso de la ayuda humanitaria ha sido uno de los obstáculos más complicados para que el personal de salud pueda atender a los miles de pacientes. Hasta ahora, Israel se mantiene en su posición de no permitir el paso, en su totalidad, del apoyo que otros países y organizaciones han enviado para la atención urgente de la población palestina.
En una llamada telefónica el lunes pasado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pidió al ministro israelí, Benjamín Netanyahu, una “pausa” en sus bombardeos a la Franja de Gaza. Sin embargo, el líder israelí aseguró que sus sus ataques contra Gaza no se detendrán.
Al respecto, Michelle Ravelle destacó que un alto al fuego es primordial y aseguró que la masacre que está ocurriendo en Gaza debe detenerse, pues actualmente no hay lugar seguro en la región. Explicó que no importa si estás en el norte o en el sur de Palestina, la región está “siendo atacada por todos lados”.
“Ya había visto morir niños en mis manos, pero no en esta magnitud. No se mueren 1,000 niños al día, no es lo mismo, cada país tiene su particularidad, pero Gaza es una masacre”.
La mexicana explicó que a poco más de un mes del estallido de la guerra, la ayuda humanitaria ha comenzado a entrar; sin embargo, no es suficiente. Describió que lo que ingresa es tan solo “una gota” para atender un océano. Señaló que en Gaza no hay nada, ni alimento, ni agua, ni combustible, lo básico para que la gente pueda vivir.
Recordó que una vez que estalló el conflicto del 7 de octubre, MSF tenía un stock de insumos que movilizó por los hospitales de la región. Sin embargo, a este ritmo eso ya no es suficiente, los medicamentos se han terminado, no hay luz y mucha gente está recibiendo atención médica en el suelo.
“En Gaza tenían muy poco acceso a la comida desde antes, poco acceso al agua. Nosotros mismos pasamos días sin agua y es terrible y la gente allá no tiene agua para beber, para la higiene, el combustible… es indispensable”, alertó.
Ravelle, quien es madre de una niña, contó que otra de las preocupaciones al estar en Gaza es la falta de comunicación. Explicó que hubo momentos en que ni siquiera el personal de las organizaciones humanitarias podía comunicarse con el exterior, mucho menos los palestinos. Dicha situación, complicó aún más las cosas, pues a la fecha se desconoce el paradero y condición de miles de personas.
Sin embargo, los voluntarios, el personal médico y la propia sociedad palestina sigue movilizándose y ante la falta de combustible, han optado por trasladar en burros a los heridos. La enfermera describió a todas esas personas como héroes y aseguró que ella misma está viva gracias a ellos.